¿Pierde
algo Argentina con el default?...
¿Es posible que Argentina sea
a la vez víctima y
culpable de su propia suspensión de pagos? Sí lo es.
Igualmente, es posible que ese país tenga poco que perder económicamente, y que su
Gobierno tenga mucho que
ganar políticamente con el default.
En principio, Argentina tiene razón.
Normalmente, cuando se logra que los inversores que poseen el 75% de la deuda
de un país accedan a una reestructuración, ésta sigue adelante. Y el resto se
aguanta. Argentina, en sus dos reestructuraciones, en 2005 y 2010, logró que los tenedores del 92,4% de
la deuda aceptaran las condiciones para la reestructuración.
Unas reestructuraciones que fueron durísimas para los acreedores, ya que éstos
aceptaron unas quitas del 73%, según este
estudio del FMI. Como comparación, Rusia impuso tras su suspensión de pagos de 1998 una
quita de solo el 50%.
Entonces entran los holdouts ('los
que resisten') que a mí me parece una definición más precisa que 'fondos
buitre'. Sobre todo porque aquí
buitres son todos. El mejor ejemplo es Paul Singer, que
compra deuda argentina en default pagando
un 6% de lo que valía cuando fue emitida, es decir, 6 centavos
por valor nominal del bono.
Y a continuación se dedica a
pleitear a ver cuánto saca. En 1996, Singer compró por 8,5 millones de euros deuda peruana en
suspensión de pagos. En 2000, tras una guerra judicial, logró
que el Gobierno de ese país le pagara 43,3 millones de euros.
En el caso argentino, el
fondo de Singer NML ha comprado por 48
millones de dólares (35,8 millones de euros) deuda argentina que fue colocada
por el país en el mercado por 630 millones de dólares (470 millones de euros).
Según las diferentes estimaciones, esos
bonos podrían valer entre 1.500 millones y 2.300 millones de dólares si se le
suman los intereses pendientes.
Hasta ahí, la primera parte
de mi tesis: que Argentina tiene razón. Así lo ven gente tan diversa como el Nobel
de Economía Joseph
Stiglitz, modelo de progres (pero asesor él mismo de hedge
funds) y Anne Krueger,
directora gerente en funciones del FMI con George W. Bush. Otros destacados
defensores de Argentina son el propio FMI, el Gobierno de Francia (que incluso
le ha apoyado en los tribunales) y el de EEUU.
Pero ahora viene la parte de culpa argentina. Que
se resume en una frase: ese país no ha hecho nada para llegar a un acuerdo con
los 'holdouts'. O, dicho de forma más elegante, que ha mostrado "un desprecio si precedentes por
las decisiones judiciales y por las normas de negociación de reestructuraciones
de deuda soberanas", según este
artículo.
Singer y otros especuladores
como él escogen a los países cuya deuda compran. No van a por la deuda reestructurada
de Grecia (ni irán a por la deuda que se reestructure en el
futuro de Grecia, que ésa es otra), sino a por deuda de países cuya credibilidad es escasa
como, por ejemplo, la República Democrática del Congo, a la que sangraron hace
unos años.
Y ahí Argentina ocupa
un lugar destacado.
Ese país ha recorrido un camino espectacular en los últimos años. Ha pasado,
por ejemplo, de ser 'mercado emergente' a 'mercado frontera' ('frontier
market') en el Índice MSCI. O sea, ha pasado de estar al nivel de China, al de
Marruecos, Kenia, Jamaica o Pakistán.
Por eso Argentina tiene poco que perder,
porque ha lo ha perdido todo. El país está aislado de los
mercados internacionales desde 2001. Solo algunos fondos altamente
especulativos que aman el riesgo, como Perrys,
han invertido en, por ejemplo, YPF desde la expropiación a Repsol.
Pero además está RUFO. O sea Rights Upon Future
Offerings. Ésa es una cláusula en virtud de la cual, si
Argentina acepta que la deuda de los 'holdouts' se rige por las condiciones
previas a los canjes de 2005 y 2010, todos los demás tenedores de deuda del
país pueden exigir que sus bonos tengan el mismo tratamiento.
Ése es el argumento del
Gobierno de Cristina Kirchner: si
cede a Singer y sus colegas, todos los demás pedirán lo mismo, y Argentina
suspenderá pagos completamente.
Sin embargo, Singer y los otros fondos solo quieren
dinero. Y están dispuestos a que les paguen por medio de
terceros, o en paraísos fiscales, o como sea. Todavía el miércoles, Gary Hufbaer, ex
asistente del secretario del Tesoro de Estados Unidos y actualmente
investigador del centro de estudios Instituto Peterson para la Economía
Internacional de Washington, me explicaba que él estaba convencido de que
Argentina y los fondos iban a llegar a algún acuerdo entre bastidores.
Pero Argentina siempre ha dicho 'no'.
Se ha negado a dar cualquier tratamiento preferente a estos fondos. ¿Por qué?
Una explicación a la que
algunos le dan credibilidad es que el Gobierno argentino quería usar a los 'holdouts' como excusa para
forzar una nueva reestructuración de la deuda, con más quitas.
En otras palabras: reducir más la deuda. La cláusula RUFO expira el 31 de
diciembre. A partir de entonces, Buenos Aires podría dar tratamiento
diferenciado a los inversores que tienen su deuda. Los que no han aceptado los
canjes (los 'buitres'), se llevarían más. Los que sí lo han hecho, tendrían que
asumir nuevas quitas.
La clave para ello
sería que Argentina siguiera negociando con los 'holdouts' hasta el 31 de
diciembre. En el
proceso, seguiría pagando la deuda. Y a partir de enero podría imponer nuevas
condiciones a unos y a otros.
Incluso si Argentina suspende
pagos temporalmente, al reanudar el servicio de la deuda debería pagar un
interés del 8%, que es, para los acreedores, una maravilla tal y como están los
intereses en el mundo actual. ¿Qué inversor no estaría dispuesto a esperar unos
meses a cambio de un 8% de interés? En otras palabras: no está claro que está crisis vaya a
tener muchos perdedores con capacidad de influencia.
Los que sí van a perder no
tienen caparidad de influir. Son 40 millones de argentinos. En un país con una inflación del 40% y en
recesión, con la peor situación económica de Sudamérica tras Venezuela, la
suspensión de pagos es otro golpe a la economía, porque aleja todavía más la
posibilidad de recibir los capitales que el país necesita para desarrollarse y
salir de su proceso de tercermundizacion.
Si Cristina Kirchner quiere
reducir la deuda forzando otro default, no lo debería hacer sobre las costillas
de sus ciudadanos. Claro que esas costillas ya han recibido muchos palos. Uno
más no va a marcar mucha diferencia.
© Escrito por Pablo Pardo corresponsal
en Washington el Viernes 1º de Agosto de 2014, y publicado por el Diario El
Mundo de Madrid, España.
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