La gran editora...
Como balance de su gestión quedarán los intentos
por limitar a la prensa. Boudou, un caso ejemplar.
Yo tengo mucho más de lo que
alguna vez pensé”, dijo Cristina. Y tiene razón. Es la primera mujer electa y
reelecta presidenta de la Argentina. Además, fue esposa de un jefe de Estado
como Néstor. Ni Perón ni Menem consiguieron tres períodos consecutivos de
gobierno con el mismo apellido y proyecto. Hace rato que entró en la historia.
En lo personal, tuvo dos hijos, tiene un nieto que se puede colocar vacunas
carísimas contra el meningococo y una fortuna inexplicable que le va a permitir
vivir llena de lujos a ella y a varias generaciones más.
Pero no todo es color de rosa.
Cristina será responsabilizada junto con su marido fallecido de haber provocado
la fractura social expuesta más importante desde los tiempos de Perón. Nunca el
odio dividió tanto a los argentinos en períodos democráticos como ahora.
Cristina lo hizo. Y Néstor también. Será su peor herencia: el veneno que
inoculó y que sigue inoculando en las venas de la sociedad. No fue una exitosa
abogada, ni una arquitecta egipcia. Pero va a tener que explicar ante la
Justicia su complicidad con íconos de la corrupción como Lázaro Báez y Amado
Boudou. Entre sus fracasos más notorios aparecen sus intentos frustrados de
convertirse en la gran editora nacional. En el Día del Periodista, se puede
decir que ella se comportó como una elefanta en el bazar de la comunicación.
Ningún integrante del matrimonio
presidencial entendió jamás la lógica del periodismo. Humillaron a este oficio
maravilloso creyendo que existían sólo dos posibilidades: tener escribas y
mercenarios a sueldo o enemigos golpistas. Cristina jamás se tomó un respiro, y
exploró todos los caminos posibles para hacer arrodillar a los periodistas ante
su altar. Instalaron un inédito aparato de persecución y hostigamiento.
Apelaron a todas las trampas y extorsiones posibles. Y no lograron su objetivo
porque fueron contra la naturaleza misma de nuestro trabajo. Por eso, después
de 11 años con un poder casi absoluto se quejan amargamente, como políticos
primerizos, de que los diarios no les publican las buenas noticias como el
calendario de vacunación o la moratoria jubilatoria.
Compraron medios, dueños de
medios y alcahuetes de todo grupo y factor y no consiguieron capturar
audiencias importantes. Dilapidaron fortunas en subsidios o regalos encubiertos
para fogonear diarios de cuarta, revistas de quinta y programas de televisión o
radio que no acusaron peso en la balanza. No les entra en la cabeza que la
obsecuencia es enemiga del oficio. No saben que los cronistas disfrutamos de la
adrenalina que se siente cuando se le toca el culo a un poderoso o se descubre
algo que ellos trataban de encubrir.
Esa es la esencia del periodismo. Su ADN
crítico. Que un simple movilero que gana un sueldo modesto le pueda pegar a Ramón
Díaz en River, a Cristina en el país o a Lázaro Báez pese a que haya
transferido 22 millones de dólares de todos los argentinos a su cuenta en
Suiza.
Les cortaron el chorro de la
pauta publicitaria estatal a los que no se dejaron domesticar. Apretaron a los
empresarios privados como nunca ocurrió para que anunciaran en sus diarios sin
lectores y para que dejaran de colocar sus publicidades en los medios
hegemónicos. Hasta hace poco, lo hicieron bajo cuerda y en forma reservada.
Pero ahora Cristina lo blanqueó en una suerte de sincericidio o de confesión de
ignorancia. Para ella, si una empresa pone un aviso en Clarín, La Nación o
Perfil es porque adhiere a la campaña desestabilizadora.
Es tan conspirativa en
su vida que cree que todos son de su misma condición. No piensa con lógica ni
sentido común que el negocio de los súper o los híper es vender azúcar o
televisores y que tienen que avisarle a la gente sus ofertas, los precios de
los productos y facilidades de compras que les dan. Para esa actividad básica y
comercial no necesitan ideología. Necesitan que del otro lado haya lectores,
oyentes y televidentes a los que dirigirse con su mensaje publicitario.
Igual que con el Indek patotero
de Guillermo Moreno, intentan medir los ratings de la televisión con Tristán
Bauer. Recién ahora Cristina podrá dormir tranquila con las planillas
nacionales y populares que le dirán que al golpista de Jorge Lanata no lo ve
nadie y que todo el mundo sintoniza a Víctor Hugo Morales. El rating de
Cristina será una versión tecnológica del diario de Yrigoyen.
Camino al ocaso, tienen un plan.
El cristinismo se encierra sobre sí mismo y produce actitudes más sectarias
todavía. Sobreactúa su gesto. Amado Boudou acusa a los periodistas de hacer
bien su trabajo, es decir conseguir información antes que los otros, y les
exige algo que prohíbe la Constitución, que revelen sus fuentes. Ricardo
Forster medirá la pureza ideológica del pensamiento, inspeccionará la partida
de nacimiento intelectual del debate público.
“Forster es a la fábrica de las
ideas lo que Boudou fue a la fábrica de billetes”, chicaneó con lucidez Julio
Bárbaro. Corrupción temprana más stalinismo tardío, se podría resumir.
Los más descarados se movilizarán
pasado mañana a Tribunales para respaldar a un “ladrón de cuarta”, como definió
Elisa Carrió al vicepresidente. Pero la postal más patética que resume la
decadencia es la incorporación de CN23. Un ganador de la década como Sergio
Szpolski fue obligado, por la prepotencia del dinero fácil, a someterse en dos
ocasiones por uno de sus principales enemigos.
Luis D’Elía lo acusó en su
momento de ser “un perro sionista de derecha”. Sin embargo, ahora S.S. no tuvo
más remedio que darle un programa en su canal para que difunda su discurso.
Para que fomente el fusilamiento de opositores y defienda a Irán, “el más
grande exportador de terrorismo del mundo”, según acaba de declarar el
canciller canadiense, John Baird. Ni su socio, Matías Garfunkel, pudo
comprender la profundidad de la sumisión. Tal vez por eso, Marcelo Tinelli tuiteó:
“La Presidenta banca en la primera fila a un violento antisemita que niega el
holocauso, es patético”.
Tal vez por eso, Cristina lo
sentó en ese lugar. Luis D’Elía es el símbolo de la nueva era de un gobierno
cada vez más chavista y menos popular. Hay una táctica: refugiarse entre los
soldados verticalistas para volver al llano
©
Escrito por Alfredo Leuco el Viernes 06/06/2014 y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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