“Telos”, más caros: los clientes piden rebajas y mudan el
sexo a casa
Habitación vacía. “Llegan menos parejas, y las que
recibimos intentan notoriamente gastar menos”, opinan los empresarios
hoteleros. Foto: Lucía Merle
En
un año la ocupación cayó 40%. Y sólo resisten como refugio de relaciones
Clandestinas. Con consentimiento de los padres, los jóvenes optan por sus
cuartos.
A fines de los 90, quienes teníamos 17, 18 años, íbamos a los telos –supongamos, los de Avenida Gaona– a desarrollar los temas que en casa sólo podíamos abordar de arrebato. Se hacía lo que se podía: hemos entrado caminando (sobrios y a pleno sol), nos ha venido a retirar el mismo remisero que nos llevaba al colegio y hemos llevado champagne escondido conociendo nuestras limitaciones con el frigobar. Eramos muy jóvenes y los telos que podíamos pagar tenían eso: olor a telo, juegos de espejos en el techo, potro del amor, cortinas floreadas y a veces, incluso, tela plástica debajo de las sábanas. Se hacía lo que se podía, decíamos, pero se iba. Sin embargo, los tiempos, las decoraciones y los hábitos fueron cambiando: los telos, como todo, se pusieron más caros, los padres más permisivos, cada vez más gente vive sola y hubo que buscarle la vuelta a tener sexo en casa.
Lo
dice Néstor Casaprima, presidente de la Federación Argentina de alojamientos
por horas (Fadeaph). “Estamos pasando por una situación bastante complicada:
tenemos niveles de ocupación 40% más bajos que el año pasado. Hay que
remontarse a la crisis de 2001 para encontrar niveles más bajos de actividad
que los actuales”, dijo a Clarín.
Y no sólo eso, sino que los que siguen yendo van “de ratones”: “Llegan menos
parejas, y las que recibimos intentan notoriamente gastar menos. Sigue bajando
la ocupación de las habitaciones de mayor categoría, como las que tienen
hidromasaje, y creciendo la de las comunes. Además, bajó bastante lo que se
consume en la habitación, principalmente el champagne, el whisky y la cerveza”.
Los
telos –antes, “los amueblados”– son un fenómeno casi exclusivamente local.
Tener un lugar donde pagar por un turno para tener sexo o incluso tener una
razón para usar la palabra “pernoctar” no es algo que pase en cualquier parte
del mundo. Pero más allá del precio (pernoctar en una “suite de diseño” o
“Suprema” cuesta $640 en el hotel Black Jack y $1250 en el General Paz) ¿Por
qué va cada vez menos gente?
Lujo no. Los pocos clientes que van ya
no contratan los servicios vip.
“Si
hablamos de los adolescentes, creo que los padres son más permisivos que en
otras épocas y pueden aceptar mejor que sus hijos tengan un espacio de
intimidad dentro de casa. A eso, se suma el tema de la seguridad y el ‘prefiero
que estén acá y no que anden por la calle”, dice Adrián Helien, sexólogo y
psiquiatra del Hospital Durand. “Creo que hoy los telos quedaron reservados
para quienes no tienen otro lugar, para las relaciones no blanqueables, para
los que se excitan con esa fantasía –los espejos, los juguetes eróticos, el
hidromasaje– y para encuentros ocasionales con alguien que uno conoce por chat
y no quiere arriesgar a llevar a su casa”.
El
sexo en casa se volvió, en cambio, un Plan A para quienes viven solos (según el
último censo, más de 2 millones de personas viven solas en el país). ¿Qué
pierde el sexo cuando se queda sin telo? “Lo que sucede, cuando sos adulto y
querés tener sexo en casa pero sabés que tus hijos pueden entrar o estar
escuchando, es que el sexo se va empobreciendo: no podés gritar, no podés gemir
fuerte, no podés dar un chirlo, la cama no puede hacer ruido, y así uno se va
limitando”, dice el sexólogo Patricio Gómez Di Leva. “Además –agrega la
sexóloga y ginecóloga Sandra Magirena–, a muchas personas les quitás el telo y
les quitás la intimidad, que es el elemento fundamental para la respuesta orgásmica,
sobre todo para las mujeres. Yo me arriesgo a decir, también, que se tiene
menos sexo que antes”.
Y
sostiene otra hipótesis: “Hay un cambio de paradigma: muchas mujeres de entre
30 y 40 años se quejan de la dificultad para concretar un encuentro sexual.
Dicen que están ‘anestesiados de erotismo’. Esto es, que cuando tienen la
posibilidad, van directo a tener sexo, sin cortejo, sin juego, sin fantasía. ¿Y
qué es el telo? Un espacio donde no sólo se va a tener sexo: uno va a jugar, a
darse un masaje, a mirar una película erótica. Justamente se va menos a los
telos cuando parece que todo esto sobra”.
Como
sea, la crisis del telo tiene que tener algo bueno. Hay promociones, hay una
“tarjeta erógena” de descuentos, hay consumiciones gratis, hay estadías largas
por el mismo valor que un turno, hay aplicaciones para celulares que indica
dónde está el hotel más cercanos si toca resolver el asunto rápidamente. Y si
algo falla, se cae, se escucha, se apura, lo que sea, para el día siguiente,
hay un grupo de Facebook que te banca: se llama “Me pasó en un telo”.
Variada. La oferta de habitaciones con
“extras” sigue siendo fuerte.
© Escrito
por Gisele Sousa Dias con la colaboración de Martín Grosz el Sábado 28/06/2014
y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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