Doble apriete…
El regreso de
'SUPERTIGER' Sergio Massa. Dibujo: Pablo Temes.
Con Massa y el jefe de la Corte en la mira, el kirchnerismo
sube la apuesta. La decisión de Sergio Massa de presentar su candidatura a diputado nacional
por fuera del Frente para la Victoria pegó fuerte dentro del Gobierno y
despertó la ira de Cristina Fernández de Kirchner, estado de ánimo del que hace
gala cada vez con mayor frecuencia para sufrimiento de varios de sus
funcionarios.
Según narran quienes conocen al dedillo la trama de esta
historia, hasta el sábado 22 por la tarde –es decir, a pocas horas del
vencimiento del plazo para presentar las listas de candidatos–, la Presidenta
estaba convencida de que Massa no competiría.
No eran pocos los colaboradores
que le informaban que intendentes, diputados de diversos colores políticos,
actores y varios nombres conocidos dentro y fuera del kirchnerismo se estaban
pasando al bando del intendente de Tigre.
Sin embargo, en todos los casos la
respuesta de la jefa de Estado a sus allegados fue tajante y contundente:
“Terminen de preocuparse por Massa; yo les digo que no va a jugar; eso es lo
que me confirmó la SIDE”. Por eso, horas más tarde, cuando la candidatura del
intendente de Tigre se hizo realidad, el desconcierto y la furia de Fernández
de Kirchner fueron mayúsculos.
Entre los operadores políticos del kirchnerismo, las preguntas fueron
recurrentes: ¿cómo es que Cristina no se dio cuenta de que Massa nos iba a
traicionar? ¿Cómo es que dejamos escapar a este hombre que hoy tiene tan buena
imagen en las encuestas creíbles?
Las fuentes que saben los detalles de la negociación señalan que el
intendente de Tigre recibió un llamado sobre el cierre de los plazos para
presentar las listas, de uno de los armadores políticos del kirchnerismo –todos
señalan a Carlos Zannini– con un mensaje muy claro: si jugaba en estas
elecciones por fuera del oficialismo, desde el Gobierno se encargarían de comenzar
con los carpetazos referidos a algunas presuntas irregularidades cometidas por
Massa durante su gestión al frente de la Anses. Lejos de amilanarse, el ahora
candidato a diputado respondió con firmeza: “Hagan lo que quieran, pero no se
olviden de que yo fui jefe de Gabinete y me tocó viajar con Néstor en varias
oportunidades”.
No hizo falta agregar nada más. Massa dejó mudos y preocupados
a quienes intentaron apretarlo sin éxito.
“No va a pasar nada. Tan sólo habrá un poco de aspaviento por unos días y
después la tormenta amainará.” Palabras más, palabras menos, éstas fueron las
expresiones con las que el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo
Lorenzetti, buscó llevar calma a los miembros del cuerpo preocupados por la
virulenta reacción que el Gobierno mostró ante el fallo que declaró la
inconstitucionalidad de las modificaciones al Consejo de la Magistratura.
Los
ministros, que lo escucharon con atención, no coincidieron con esa apreciación.
“Los ataques de la Presidenta van a seguir”, dijo uno de ellos, que no
imaginaba cuán pronto los hechos le darían la razón para disgusto particular,
en este caso, del mismísimo Lorenzetti. De eso fue de lo que se habló en la
dramática reunión –acordada– de la Corte que tuvo lugar el martes pasado. Ese día,
el presidente del alto tribunal dio detalles sobre la investigación que está
realizando la AFIP –verdadera Gestafip– contra su persona y contra su hijo. Si
ese momento produjo impacto, lo que ocurrió el jueves por la noche ahondó la
convicción existente de que el Gobierno no cejará en su objetivo de vaciar de
poder a la Corte. Ese es el objetivo del proyecto que reflotaron Diana Conti y
Carlos Kunkel para retirarle el manejo de los fondos.
“Un poder sin manejo de
los fondos que necesita para funcionar casi deja de ser poder”, confiesa un
ministro del cuerpo que viene advirtiendo con creciente preocupación esta
voluntad del Poder Ejecutivo de quedarse con la suma del poder público. “Si
tiene todo en orden, no tiene nada que temer”, se apresuró a señalar el
flamante ministro de Defensa, Agustín Rossi, al referirse al apriete a
Lorenzetti. Curiosa afirmación del funcionario de un gobierno que, en una de
sus tantas contradicciones, acaba de premiar a evasores con un blanqueo
escandaloso. “Es evidente que vienen por nosotros”, siguió diciendo ese
ministro, cuyas expresiones, a esa altura, eran compartidas por todos sus
colegas presentes.
El único ausente era Eugenio Zaffaroni, ocupado por uno de
sus frecuentes viajes al exterior. En tren de especular, una fuente inobjetable
que conoce el pensamiento de varios de los integrantes de la Corte señalaba:
“Es poco probable que la Presidenta intente forzar el desplazamiento de los
ministros Carlos Fayt o Enrique Petracchi, quienes han superado el límite de
los 75 años. ¿Pero qué pasaría si, en cambio, le solicitara la renuncia a
Zaffaroni a fin de nombrar en su lugar a la actual procuradora general de la
Nación, Magdalena Gils Carbó, una militante furiosa del kirchnerismo?”.
“Nos equivocamos con la Corte”, es lo que se escucha en la Babel de Olivos.
Es la expresión más acabada de un gobierno que no acepta que su poder tiene un
límite. Ese límite es la Constitución a la que la Presidenta juró observar,
algo que hoy demuestra haber olvidado.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
©Escrito por Nelson Castro el sábado 30/06/2013y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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