La peor semana...
EL EMPLEADO DEL MES. Lázaro Báez
DIBUJO: PABLO TEMES.
CKF, con viento
en contra… El “Lázarogate”,
el revés por la Ley de Medios y el 18A impactaron en el Gobierno. A qué juegan
Scioli y Massa.
Por falta de lectura, quizás no conocían la anécdota. Hubiera sido un
aporte. Cuentan que estaba por comenzar el gobierno de John Kennedy, realizaba
el Presidente una de sus primeras reuniones de gabinete y le preguntó a sus
colaboradores: ¿qué hacemos con Edgar Hoover? Como el titular del FBI estaba en
el cargo desde antes de la II Guerra Mundial, atribuida su permanencia y
continuidad en el cargo (siguió luego de Kennedy) por conocer costumbres y hábitos
comprometidos de los políticos, se supuso que el nuevo mandatario se encargaría
de despedirlo. Pero el responsable de la “nueva política” prefirió consultar.
Casi todos cuestionaron a Hoover hasta que Robert Kennedy, hermano
presidencial, selló la discusión con una referencia popular: “Entre tener
adentro un tipo que mea para afuera y tener afuera un tipo que mea para
adentro, prefiero lo primero aunque sea indeseable”. Ese episodio demuestra
cínicamente que en materia de secretos la política norteamericana exigía el
mayor de los cuidados, no dejar cabos sueltos, alimentar inclusive a elementos
de sospechosa calaña.
Desde afuera, entonces, dos individuos propios volcaron litros de orín
sobre los Kirchner y su hermético entorno santacruceño encabezado por el
próspero empresario Lázaro Báez, quien no leyó la historia de los Kennedy.
Nunca viene mal un librito. En su derrame humillante, una mejicaneada oral
sobre fondos que tal vez provenían de otra mejicaneada (vaya uno a saber),
Leonardo Fariña y Federico Elaskar se vistieron de “arrepentidos” sin causa,
iluminaron a Báez, enterraron de nuevo a Néstor 15 subsuelos más abajo,
enmudecieron a la viuda e hijos y, si continuaban en sus revelaciones íntimas
sobre movimientos de dinero non sancto, merecían por devotos la inscripción en
La Cámpora y Carta Abierta. Finalmente, disponían de más confianza con el ex
presidente que los militantes de esas agrupaciones.
Fue ese estallido en el programa de Jorge Lanata, curiosamente el
periodista importado por el monopolio el año pasado que, en un solo domingo,
pudo descolgar el cuadro “Clarín miente” que el poderoso diario no logró
durante años. Se paralizó Cristina al menos 24 horas, también su equipo, ni
hablar de la Justicia; víctimas de un ACV colectivo, no respondieron a las
acusaciones, se puso en vilo hasta la concesión de dos gigantescas represas en
Santa Cruz que ya parecían otorgadas a Báez. Allí habló De Vido: las obras se
hacen de cualquier manera, no hay negocio que se detenga.
Quizás la Justicia tardía ni siquiera encuentre una prueba, pero en la Casa
Rosada admiten que el confesionario público de Fariña y Elaskar fue una de las
peores derrotas políticas para CFK: el fango se filtró hasta en los sectores
más carenciados, algo más que suspicacia sobre venalidad en la gestión. Doble
el impacto, además, porque luego los dos insolventes morales, repentina y
sospechosamente, modificaron su declaración en otro canal de TV, se
desmintieron a sí mismos, pidieron nerviosos perdón a sus denunciados alegando
que se habían equivocado porque eran jóvenes. Nueva categoría de la estupidez
organizada. Mientras, Ella, conmovida por el turbión impúdico, se hundía tensa
en un bache comprensible sin que los masajes y las pastillas pudieran
aliviarla, insomne, aferrada a un control remoto en la madrugada como si fuera
un tótem de la filosofía oriental que en el ejercicio ritual del zapping le
devolviera sosiego.
Para colmo salió en letra de molde lo que ya sabía: el fallo a favor de
Clarín por la Ley de Medios en la Cámara Civil y Comercial. “La peor semana de
Cristina”, otra vez, la quinta o sexta en 2013 y todavía no se llegó a la mitad
de año. Ofuscada insistió con una réplica: arrancar con fórceps la “reforma
judicial” en el Congreso para demostrar poder, a pesar de que también sabe que
un juez suspenderá la vigencia de esas leyes por inconstitucionales y la
elección directa de los consejeros a la Magistratura no podría realizarse en
octubre como Ella dice querer. Para decir, si ése es el curso, “no me dejan
gobernar”. Este juego parece una premeditada acción del Gobierno: montar una
discusión con la excusa de que la mafia judicial también impide que el pueblo
vote, que la mayoría se exprese, como si el kirchnerismo fuera el proscripto
peronismo de la Revolución Libertadora.
Aun faltaba, en la semana traumática, la movilización del 18A con
multitudes voceando su nombre. No favorablemente, claro. Demasiado para una
sola mujer, atendible que se sujetara a un viejo dicho popular –corazón que no
ve, corazón que no siente– y se embarcara a otro país, desatendiéndose de otra
medicina que heredó de su marido: tanto dijo Néstor que la gente debía
participar y movilizarse, que la prédica tuvo su premio: la muchedumbre marchó
fustigando al Gobierno.
Lo más curioso de la protesta: casi nadie vociferó contra la re-reelección,
como en otras oportunidades. Más que un cambio de opinión, ese olvido obedece a
la realidad de que el gentío entiende ya como alternativa imposible lo de
“Cristina eterna”. Ni siquiera en la organización previa del evento se debatió
la desaparición de la consigna, para ellos es un hecho consumado. Y para Ella,
otro misil en su línea de flotación, de ahí que atosigara con 60 tuits de rabia
mientras buena parte del país se le plantaba en las calles. Como si la palabra
pudiera parar la marea humana.
Después de la movilización y el descrédito, no es Cristina la única
preocupada por conservar políticamente la cabeza en su sitio: la conmoción
también afecta a Daniel Scioli y Sergio Massa, héroes del doble estándar, del
mostrar y no ejercer, hasta hace horas intocables en la vanguardia de las
encuestas. Uno porque aparece comprometido con la Casa Rosada aunque allí no lo
quieren; y el otro porque se le agota el tiempo para coquetear entre la
oposición y el Gobierno. Se prometían pacífica convivencia y ahora estalló el
conflicto que el próximo 11 alcanzará el climax cuando el tigrense junto a
otros intendentes salga a cuestionar la política de seguridad bonaerense.
¿Ataca a Scioli por orden de Cristina o por su propia aspiración presidencial?
Mucho diálogo con De la Sota, Barrionuevo, Lavagna, pero a la hora de la verdad
sentó a su diputado Roberti para que el cristinismo pudiera reunir el quórum y
aprobar las leyes judiciales.
A la histeria o a los pactos secretos se los llevará la correntada junto a
los carteles con sus nombres. Raro que no lo sepan dos hombres que viven junto
al río.
© Escrito por Roberto García el
viernes 19/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
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