1965 - 20 de Abril - 2013... Alfredo Lorenzo Palacios...
Un día como hoy
fallecía el primer Diputado Socialista de toda América. Estamos hablando del
gran Alfredo Lorenzo Palacios. Su ética, su moral, su solidaridad, su lucha por
los trabajadores, su compromiso legislativo y su ejemplo, siguen latentes.
"El socialismo
realiza la síntesis entre la libertad del individuo y la actividad colectiva,
con exigencias éticas. No propugna un suceso que se realizaría por la simple
acción de las cosas, mecánicamente por el juego dialéctico de las fuerzas
económicas.
Propugna un
ideal de propiedad social basado en la justicia y realizado por el esfuerzo y
la voluntad de los hombres sobre la base de las relaciones materiales.
Y pretende
transformar la estructura social como un medio para extender la libertad que es
un fin, la libertad de todos, no la libertad del privilegio".
Hace pocos días se cumplieron cincuenta años de uno de los más grandes
batacazos electorales de la historia argentina. Las encuestas aún no existían
y, ni por asomo, el establishment pudo prever que el viejo Alfredo Palacios
(1880-1965) se impondría a todos, incluso a la orden de Perón.
En la práctica, el comicio no parecía demasiado importante –sólo se elegía
en el ámbito porteño un senador y un diputado–, pero, en medio de un clima de
franca rebeldía social, esa elección llegaría a ser trascendente con el correr
de los días.
Eran los tiempos de la Resistencia peronista y de la feroz persecución
desatada por el gobierno de Arturo Frondizi contra los trabajadores y el
peronismo proscripto. La represión a los obreros de la carne que habían ocupado
el frigorífico Lisandro de la Torre en Mataderos para impedir su privatización
y la aplicación del Plan Conintes mediante la movilización militar compulsiva
de los ferroviarios y otros gremios en lucha fueron algunos de los hitos
emblemáticos de la época.
Las cárceles estaban repletas de presos políticos y, cuando se esperaba una
actitud más confrontativa del líder exiliado en Puerta de Hierro, llegó la
orden de votar por Raúl Damonte Taborda, uno de los clásicos oportunistas de la
época que, apenas producido el golpe setembrino del ’55, había publicado Ayer
fue San Perón, calificado por muchos como el libro gorila más duro de aquellos
tiempos y, poco tiempo después, ante la evidencia de que las masas peronistas
se mantenían leales a sus convicciones, pegó la voltereta desde su periódico Resistencia
Popular, viajando con frecuencia a Madrid.
Sorprendidos, el Consejo Coordinador Peronista y las 62 Organizaciones
desobedecieron la orden y llamaron a votar en blanco. También Arturo Jauretche
decidió sumarse a la desobediencia, pero no al votoblanquismo; y, frente a las
indecisiones, aceptó ser el candidato del Partido Laborista, el mismo rótulo
que había catapultado a Perón en 1946.
En aquellos días, cuando la incipiente televisión estaba prácticamente
monopolizada por la propaganda de la UCRI y la UCRP, los medios no tomaban en
cuenta a la izquierda.
(Entonces se entendía como izquierda a los partidos Socialista y Comunista,
porque el trotskismo y sus variantes casi no existían.)
Pero la izquierda estaba ahí. Hacía dos años que había triunfado la
Revolución Cubana. Y las juventudes socialistas y comunistas, pese a la
reticencia que tenían hacia Alfredo Palacios por haber sido embajador en
Uruguay de la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, decidieron apoyar la
candidatura del viejo maestro, porque algunas semanas antes Palacios, a su
regreso de La Habana, había pronunciado en la Facultad de Medicina una
entusiasta conferencia de adhesión a Fidel y los suyos.
Entonces la ciudad se llenó de pintadas y actos masivos. “Cuba es el camino
del pueblo argentino”, rezaba una de las consignas más difundidas. Y centenares
de banderas rojas recorrieron los barrios ante el estupor de los sectores hegemónicos.
En Blanco Encalada y Triunvirato, Raúl Alterman (que tres años después
sería asesinado en su domicilio de la calle Azcuénaga por una patota fascista)
le dijo a la multitud que “estamos luchando junto a los obreros contra la
política de hambre dictada por el FMI”. Y el recientemente fallecido Abel
Alexis Latendorf, que en aquellos días era uno de los jóvenes líderes
socialistas, denunció en un acto masivo realizado en Avenida del Trabajo y
Varela que “las cárceles argentinas están llenas de partidarios de la
Revolución Cubana”.
Y llegó el 5 de febrero. A medianoche, el gobierno aún no había dado a
conocer el total del escrutinio, y al día siguiente el diario El Mundo, que era
muy leído por la clase media progresista, le dio el triunfo al candidato de la
UCRP, Nicolás Romano. Pero al día siguiente tuvo que rectificarse y ningún
medio pudo ocultar ya la realidad: Palacios se había impuesto con 315.641
votos, en tanto la UCRP obtenía 309.194; la UCRI de Frondizi, 241.760, y el
voto en blanco, 241.384. Damonte Taborda apenas cosechó 20.763 (fue quizá la
más estrepitosa derrota de una “orden de Perón” en los años proscriptivos).
Otro de los grandes perdedores fue el Partido Conservador (cuyo candidato era
Miguel Martínez de Hoz, otro integrante de la familia fundadora de la Sociedad
Rural), que no llegó a los 50.000 sufragios.
Por algunos días la derecha no ocultó su estupor.
El Panorama político del diario La Nación, que no estaba firmado aunque se
sabía en el ambiente periodístico político que era escrito por un joven abogado
en ascenso que militaba en las juventudes católicas llamado Mariano Grondona,
señaló sin inhibiciones que había triunfado la “dialéctica del paredón” y, en
un sutil llamado al golpe, subrayó el papel que deberían desempeñar “los grupos
de presión y factores de poder (...), capaces de aportar nuevos contrapesos que
el Estado no contiene ya dentro de sus propios engranajes”.
Usted, una revista que se decía era financiada por la SIDE, aunque esto
último siempre resulta difícil de comprobar, incluyó a toda página un título
alarmante: “Boom soviético en Buenos Aires”.
Y simultáneamente llovieron las declaraciones de los políticos de derecha.
Vicente Solano Lima, número uno del Partido Conservador Popular, que doce años
después acompañaría a Héctor J. Cámpora en la fórmula presidencial del Frejuli,
se quejó de que el centro y la derecha “están anarquizados”, mientras las
izquierdas “se están canalizando en una dirección”. Y Eduardo Augusto García,
uno de los dirigentes conservadores más conocidos de la época, declaró sin
pelos en la lengua: “Me aflige que el triunfo del doctor Alfredo Palacios haya
sido facilitado por las izquierdas, especialmente los comunistas, que procuran
la destrucción de nuestro régimen constitucional”.
Por su parte, el comandante en jefe del Ejército, teniente general Carlos
Severo Toranzo Montero, que era furiosamente antiperonista y siempre se había
negado a recibir a dirigentes obreros, esta vez, apenas tres días después de
las elecciones, se apresuró a dialogar con una delegación de las 62 integrada,
entre otros, por Amado Olmos (Sanidad), Juan Carlos Loholaberry (textil),
Nicolás Raccini (aguas gaseosas) y el recordado dirigente de los empleados de
farmacia Jorge Di Pasquale, que tres lustros después sería un
detenido-desaparecido más durante la última dictadura militar. Toranzo Montero
no ocultó el objetivo de la reunión: evitar que el peronismo se vuelque a la
“izquierda castrista”. Pero se encontró con un grupo muy combativo que,
inmediatamente, le exigió el cese de la represión y la libertad inmediata de
los presos del Plan Conintes.
Las juventudes de los dos partidos que habían apoyando la candidatura de
Palacios salieron a celebrar la victoria con banderas rojas y fotos de Fidel y
el Che. Y numerosos cánticos en los que predominaba el desafiante “paredón, a
todos los burgueses que vendieron la nación” (años más tarde, obviamente, los
acontecimientos harían cambiar la palabra “burgueses” por “milicos”). Y la
revista Che, que dirigía Pablo Giussani, con la secretaría de redacción del ya
nombrado Latendorf, publicaría la foto del rostro de Fidel en la tapa con este
título: “Cuba plebiscitada en Buenos Aires”.
Pero la euforia no duró demasiado tiempo. Terminado el escrutinio, Palacios
trató de tomar distancia de la juventud más radicalizada. Empezó a formular
declaraciones antisoviéticas, criticó los fusilamientos en Cuba y, para calmar
el ambiente, visitó a tres políticos que habían sido sus adversarios en la
elección: Lucas Ayarragaray (demócrata cristiano), Eduardo Augusto García
(conservador) y Agustín Rodríguez Araya (Unión Cívica).
El escritor David Viñas, que todavía hoy recuerda con entusiasmo aquellas
jornadas inéditas “en las que el socialismo venció a la orden de Perón”,
publicó entonces en la revista Che una nota de advertencia: “Cuidado con los
caballeros, doctor Palacios”.
Pero Palacios ya escuchaba únicamente a quienes le susurraban al oído que
había sido un triunfo personal suyo y no un “giro a la izquierda” de las masas.
Y las juventudes no ocultaron su malestar.
Estas tensiones generaron poco después la división del viejo Partido
Socialista Argentino en varias fracciones. Y Palacios, que en esa fragmentación
terminó apoyando al ala más de derecha del partido, falleció en 1965, cuando
aún le faltaban algunos años para concluir su mandato como senador.
Más allá de sus errores, queda como saldo la trayectoria impresionante y
plena de aportes positivos de un socialista reformista nato que, desde 1904,
cuando el barrio de La Boca lo eligiera el primer diputado socialista de
América, hasta su muerte, fue factor clave en la promulgación de leyes
proobreras, dejando además libros importantes, como El nuevo Derecho, La fatiga
y sus proyecciones sociales, Nuestra América y el imperialismo yanqui,
Almafuerte y tantos otros.
© Escrito por Herman Schiller el
Miércoles 16/02/2011 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires
Biografía de Alfredo Palacios. (1880 - 1965)
Alfredo Palacios, el primer diputado socialista electo en toda América,
nació en Buenos Aires el 10 de agosto de 1880, mientras Nicolás Avellaneda
terminaba su mandato y Julio A. Roca se preparaba para asumir el poder.
Era hijo natural de Aurelio José Florencio Palacios Bustamente, en pareja
con Ana Ramón Beltrán, ambos uruguayos. Don Aurelio ya era un hombre destacado
en la política oriental cuando en 1854
se graduó como abogado en la Universidad de Buenos Aires. Era propietario de campos en Santa Fe y de una
casa y un estudio de abogados en Buenos Aires que se fue convirtiendo en la
cita obligada para los uruguayos que pasaban por la “Reina del Plata”. Don
Aurelio tuvo diecinueve hijos: nueve con Ana Ramón Beltrán, cinco con Dolores
Almada y otros cinco con quien fue su única esposa legítima, María Costa Smith,
con quien se casó cuando Alfredo no había cumplido dos años.
Doña Ana, la madre de Alfredo, era una mujer muy religiosa y fue ella quien
introdujo al futuro dirigente socialista en la lectura de los Evangelios. Así
lo contaba Palacios: “En el socialismo me inició mi madre a los 11 años. Ella
puso en mis manos el Nuevo Testamento, con el sermón de la montaña, y llegó a
apasionarme la figura de Jesús. Luego hice mías las palabras del doctor Juan B.
Justo, fundador del Partido Socialista que decía: ‘Socialismo es la lucha en
defensa y por la elevación del pueblo
trabajador que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una libre e
inteligente sociedad humana basada sobre la propiedad colectiva de los medios
de producción, o sea la tierra, las máquinas, los medios de transporte’.”
Mientras todavía se sentían los efectos de la Revolución de 1890, que puso
fin al gobierno de Juárez Celman, Alfredo terminaba la primaria e ingresaba al
Colegio Nacional Central (actual Nacional Buenos Aires). En septiembre de 1890,
Don Aurelio Palacios, gravemente enfermo decidió reconocer legalmente a todos
sus hijos. Tres años más tarde moría dejando a Ana Ramón Beltrán y a sus hijos
en una grave situación económica, lo que los llevó a mudarse a una casa de
alquiler en Charcas 4741, en el barrio de Palermo, donde Alfredo Palacios
vivirá hasta su muerte.
La influencia cristiana impartida por su madre caló hondo en Alfredo que
comenzó a acercarse al Círculo de Obreros Católicos fundado por el cura alemán
Federico Grote.
En marzo de 1893, cuando apenas tenía trece años Alfredo dirige el periódico La Juventud,
órgano del Centro Católico Pedro Goyena. Parecía que su vocación se orientaba
hacia el periodismo y, para ayudar a su madre, comenzó a colaborar con El
Diarito. Por su trabajo cobraba 40 pesos, veinte de los cuales se los entregaba
a su madre y los otros veinte los usaba para comprar libros y financiar sus
estudios.
En 1894 se produce la primera aparición pública de Alfredo Palacios que fue
destacada por los diarios de la época: será uno de los oradores en el entierro
de uno de los pensadores y hombres de acción más notables del catolicismo
argentino: José Manuel Estrada.
En aquella ocasión demostró su capacidad y calidad oratoria a tal punto que
el propio padre Grote le pidió que dictara cursos y hablara en las reuniones
con los obreros católicos. Pero el pensamiento del joven Palacios estaba
recibiendo ya las influencias de otras lecturas. Su sensibilidad social lo
estaba llevando a autores ateos, anarquistas y socialistas, que también se
dirigían a los pobres pero con otro discurso, más combativo y que proponía la
redención de los obreros aquí en la tierra y no en el cielo. Estas lecturas
comenzaron a filtrarse en sus discursos en el Centro de Obreros Católicos y el
padre Grote lo reprendió llamándole la atención sobre términos y conceptos que
usaba frecuentemente que no respondían al pensamiento católico. Alfredo se
ofendió y nunca más volvió a frecuentar aquellas instituciones y se atrevió a
darle rienda suelta a un anticlericalismo que ya se venía incubando en él.
En medio de este proceso ideológico clave en su vida, allá por 1895 terminó
su secundaria e ingresó en la Facultad de Derecho de Buenos Aires.
En 1904 se produjo un hecho trascendental. Ese año Alfredo Palacios fue
electo diputado por el barrio de La Boca, convirtiéndose de esa manera en el
primer legislador socialista de toda América. Un gran logro para aquel letrado
que había colocado en la puerta de su casa la siguiente placa: “Abogado.
Atiende gratis a los pobres”. Cuando presentó su tesis doctoral, titulada “La
Miseria en la República Argentina”, los académicos de la Facultad de Derecho de
entonces, la rechazaron argumentado que contravenía el artículo 40 de la
Ordenanza General Universitaria, que prohibía atentar contra las instituciones.
Allí decía Palacios: “Sabiendo que nuestros Gobiernos tienen por norma de
conducta el despilfarro y que las defraudaciones y los latrocinios se cometen a
diario y quedan impunes. (…) Que contesten esos suicidas morales que formando
círculos han rodeado a todos lo gobernantes para lucrar a la sombra de las
grandes empresas. Ellos son los responsables de la ruina del país, ellos que
han hecho levantar palacios con los dineros del pueblo para habitarlos después
de la catástrofe, encastillados en su asqueroso egoísmo, o que con las arcas
repletas desparraman a manos llenas en el viejo Continente el oro que
malversaron.” La tesis concluía incitando a la lucha: “Nuestros obreros deben
unirse para la lucha, recoger las fuerzas dispersas que son fácilmente derrotadas,
producir un movimiento de concentración y dar lugar por último a un todo
orgánico, coherente y definido, capaz de establecer combate con probabilidad de
éxito.”1
El militante socialista estrenará su banca de legislador con un vibrante
discurso en contra de la nefasta Ley de Residencia. Decía Palacios: “Pero,
señor!, si no hay una ley que castigue lo que no es un delito, si esa
propaganda anarquista todavía no tiene los caracteres que la hacen punible, si
todavía no ha adquirido esa forma externa a que se refiere el señor Cané, ¿cómo
es posible, entonces, que nosotros sostengamos que se debe castigar? Es
precisamente aquí en donde se pone de manifiesto todo lo deleznable de la
argumentación que ha sostenido el señor ministro informante, cuando nos decía
que no se trata de una pena, siendo así que el señor Cané precisamente nos
prueba con su argumentación, que se trata de imponer una pena por una ley de
excepción. Estas incongruencias en que caen los hombres que harto saben de
leyes, vienen a poner de manifiesto, de una manera que no permite la más leve
duda, lo que he dicho antes de ahora: se ha buscado un pretexto para matar las
ideas. Pero ya sabemos que no es posible detenerlas, que cuando aparecen en la
forma en que se presentan las ideas nuevas, cualesquiera que ellas sean, es
claro que todos los valladares, que todos los obstáculos, que todos los
inconvenientes que se opongan a su paso no han de hacer sino acrecentar la ola
cuyo empuje es cada vez mayor".2
Palacios llevará las ideas socialistas al parlamento y logrará la
aprobación de importantes leyes como la del descanso dominical en 1907 y la ley de la silla que obligaba a los
patrones a disponer de una silla para el descanso de los empleados de comercio.3
El diputado paquete Belisario Roldán se quejaba del estilo de Palacios y sus
seguidores: “Creo que esa turba que a diario acompaña al señor diputado hasta
las puertas de esta casa, turba que suele honrarnos con sus silbidos y que para
algunos constituye la expresión misma de la soberanía popular, no es otra cosa
que la prolongación del despotismo sectario… Creo que mi país debe seguir
desarrollando… sin que banderas rojas, que serán siempre trapos intrusos en su
seno, turben la augusta majestad de su marcha”. 4
En 1913 el Partido Socialista denunció públicamente un escandaloso acto de
corrupción que involucraba a ministros y legisladores. Se trataba nada más ni
nada menos que de los exorbitantes sobreprecios pagados para la construcción
del edificio del Congreso de la Nación. El diputado Alfredo Palacios logró que
se conformara una comisión investigadora que quedó integrada por el propio
diputado socialista, por Lisandro de la Torre, Julio Sánchez Viamonte,
Francisco Oliver y Delfor Del Valle. Palacios no se andaba con vueltas y
declaró: “Aquí se ha realizado un ‘Negotium’. Y conste que empleo esta palabra
como eufemismo, pues la verdadera calificación está en la conciencia y en los
labios de todo el pueblo…Necesitamos saber quiénes son los delincuentes para
aplicar el rigor de la Ley”. 5
La Comisión dirigida por Palacios y De la Torre designó a dos peritos
técnicos para que averiguaran cómo había sido posible que de un presupuesto
original de $ 5.776.746,45 moneda nacional, se pasara a 25.117.745,35 en apenas
siete años, en épocas de muy baja inflación. Los técnicos nombrados por la
comisión, ingenieros Miguel Estrada y Jorge Dobranich, concluyeron que las
irregularidades eran indisimulables. De la Torre, en poder del lapidario
informe pidió que se suspendieran los pagos a las empresas contratistas, ya que
se pudo constatar que la cuadruplicación de costos entre el presupuesto
original y el final se debía a irregularidades atribuibles a la estrecha
relación de las empresas y funcionarios gubernamentales. Decía Lisandro en su
dictamen de Comisión: “El Palacio del Congreso no ha sido ni certificado por la
Dirección de Arquitectura ni por los Inspectores ni por persona alguna que haya
representado los intereses de la nación; ha sido medido y certificado por el
empresario mismo de acuerdo a sus conveniencias. El Ministerio de Obras
públicas mandaba pagar los certificados: ésa era toda su misión.”6
El diputado Palacios aportó un invalorable documento, el 31 de diciembre de
1907, dirigido al Ministerio de Obras Públicas por el contratista, donde abriendo
el paraguas decía: “Las mediciones se llevan con extrema exactitud y forman en
la actualidad un conjunto de más de 30 volúmenes con sus correspondientes
planos, lo que permite a cualquier técnico y en cualquier tiempo darse cuenta
de los métodos seguidos, de la corrección de las medidas y de la aplicación de
los precios unitarios”7. En pocas palabras el contratista se decía a sí mismo y
le decía al Ministro que había hechos las cosas bien y que podían seguir
gozando para siempre de la deliciosa impunidad. Pero ahí no terminaba la cosa.
Uno de los contratistas llamado a declarar dijo sin ruborizarse, según consta
en la versión taquigráfica del 14 de septiembre de 1914: “…que si él va a medir
una cosa y de un extremo se le tira la cinta, tiene que haber enormes
diferencias”. Todos nos imaginamos quienes tiraban de la cinta de hacer dinero.
Finalmente el empresario hizo uso de la “Obediencia Debida” declarando ante los
parlamentarios: “que carecía en absoluto de atribuciones y que siempre procedió
como un soldado obedeciendo las instrucciones de sus superiores.”8
La comisión envió todos los elementos de juicio al Poder Ejecutivo, que no
hizo nada al respecto salvo pagarle puntualmente a los contratistas denunciados
por Palacios y De la Torre.
Por querer batirse a duelo, cosa que estaba expresamente prohibida en el
estatuto partidario que lo consideraba un vicio burgués, en 1915 Palacios fue
expulsado del Partido Socialista. Su reacción fue inmediata: renunció a su
banca de diputado nacional y fundó el Partido Socialista Argentino, por el que
se presentó a las elecciones legislativas de 1916 y 1918 pero fue derrotado por
los radicales.
Durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, Palacios concentra su mayor
actividad en la vida universitaria y en comprometerse con las distintas
situaciones latinoamericanas. En 1915 fue designado profesor de Legislación
Industrial en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
En 1918 apoyó entusiastamente el movimiento a favor de la reforma
universitaria que estalló en Córdoba y en ese mismo año fue electo consejero de
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, donde en marzo de 1919
creará la cátedra de Legislación del Trabajo y de Seguridad Social, fruto de
esta tarea es su obra El nuevo Derecho, editada en 1920.
Palacios, fue designado “Maestro de América” por el Congreso de Estudiantes
Latinoamericanos, reunido en Lima que reconocía en él a uno de los difusores del
movimiento reformista en los países latinoamericanos.
Su especialidad es reconocida internacionalmente. La Oficina Internacional
del Trabajo le encarga un estudio sobre “la fatiga y sus proyecciones sociales”
y para ello, Palacios recurre a expertos e instala el laboratorio en los
Talleres del Estado, situados en el Riachuelo, y durante el mes de julio de
1921 estudia a los trabajadores in situ. Sus conclusiones son terminantes y
asestan un duro golpe al taylorismo: concluye diciendo que a medida que avanza
la extensa jornada laboral, el rendimiento de los obreros decae y la fatiga
llega a la extenuación si no se realizan medidas tendientes a fomentar los
descansos.
En 1922 es elegido por profesores y alumnos decano de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata.
Durante 1923 realiza una gira por América Latina: viaja a Uruguay, Brasil,
México, Panamá, Perú y Bolivia; y es designado miembro honorario de las
universidades de Mérida, Lima, Arequipa, Cuzco, y La Paz.
El 25 de noviembre de 1924 lanza su Mensaje a la juventud iberoamericana,
en el que propone la renovación educativa, la elaboración de una nueva cultura
y federación de los pueblos iberoamericanos. Desde México, en 1925 el primer
Congreso Iberoamericano de Estudiantes lo declara “Maestro de la Juventud”,
junto a otros intelectuales. Ese mismo año se funda la Unión Latinoamericana
que lo nombra presidente. Su posición sobre América Latina es clara: rechaza la
intromisión estadounidense en territorio mexicano de 1925 y la política
intervencionista en Panamá y Nicaragua. En 1926 se pronuncia contra la enmienda
Platt (por la cual EE.UU. se arroga el derecho de vetar a los candidatos a
presidentes de Cuba) y condena la tercera invasión de EE.UU. a Nicaragua.
De regreso a Buenos Aires, continúa con su prédica, conferencias y clases
universitarias. En 1928, muere Juan B. Justo, de quien está distanciado desde
hace doce años. Sin embargo, da un caluroso discurso de despedida de sus
restos. Cada acción, cada acto de Palacios, es acompañado por una multitud de
gente que le expresa su admiración.
En 1928 se opone al panamericanismo (impulsado por EE.UU.) y en nombre de
la Unión Latinoamericana envía un fervoroso mensaje de adhesión a la lucha
nicaragüense de Augusto César Sandino por su noble causa.
En 1930 en su obra publicada en España Nuestra América y el imperialismo
yanqui, condena las intervenciones a los países centroamericanos y el Caribe. A
fines de julio del 30 es elegido decano de la Facultad de Derecho. Palacios se
dirige a los estudiantes que han sido maltratados por la policía y si bien es
contrario al gobierno de Yrigoyen, se pronuncia contra el golpe de José Félix
Uriburu. Dijo entonces: “Es, en efecto, un gobierno inepto el de nuestro país,
pero la juventud debe fiscalizar celosamente a la oposición, que no siempre es
digna y detrás de la cual se agazapa el ejército. La juventud no podrá
honrosamente llamarse así si permitiera, sin que la masacren, que gobernara el
país una dictadura militar. En mi carácter de de decano de esta casa de
estudios, declaro que si se constituye una junta militar, dictaré en el acto un
decreto repudiándola y desconociéndola, e incitando a la juventud a que se
prepare a derrocarla, aún con el sacrificio de sus vidas.”
Durante la Década Infame
La dictadura de Uriburu, apoyada por los grupos de derecha que actuaron
contra Yrigoyen, pretende instalar un régimen corporativo. Esta es una de las
razones por las cuales acepta volver al Partido Socialista, que venía
insistiendo desde 1927 con su reincorporación. La dictadura militar lo detiene
por sus actos políticos y lo traslada a la Penitenciaría Nacional.
Luego, por su enorme prestigio, es designado candidato a senador por la
capital junto a Mario Bravo. La fórmula de la Alianza Civil, formada por el
Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista, está integrada por el
binomio Lisandro de la Torre – Nicolás Repetto.
En enero de 1931 estalla la sublevación radical del teniente coronel
Gregorio Pomar, muchos dirigentes radicales son encarcelados, entre ellos
Marcelo T. de Alvear. Palacios, Carlés y Gondra son sus defensores. Alvear es
confinado en Martín García en virtud del artículo 23 de la Constitución
Nacional. Palacios corrige una interpretación del artículo y Alvear queda en libertad.
Luego insistirá en el Congreso con esa corrección. Durante la campaña electoral, Palacios se salva de la muerte al ser baleado
mientras habla en un acto de la localidad de Bragado. Proscritos los radicales,
la Alianza Civil obtiene el segundo puesto, pero Palacios y Bravo triunfan en
Buenos Aires e ingresan al Senado. Palacios desconoce la autoridad de Uriburu y
denuncia la existencia de detenidos políticos y gremiales en las cárceles y las
torturas inflingidas durante la dictadura; por lo cual se enfrenta a Sánchez
Sorondo que fuera ministro del Interior de Uriburu.
Palacios ejerce el cargo de senador hasta 1935 porque, según el sorteo, su
mandato duraba tres años, pero es reelecto. Durante su período legislativo preside la Comisión administradora de la
Biblioteca del Congreso desde la que impulsa el aumento del acervo
bibliográfico. En este prolongado período presenta 494 proyectos legislativos
sobre la defensa de los trabajadores, de las mujeres y los niños, del
patrimonio nacional y de la soberanía nacional.
Publica Las Islas Malvinas, archipiélago argentino y promueve la sanción de
la ley 11.904 por la cual se conoce públicamente la historia de las islas.
Insiste con el tema en 1936, 1939 y más adelante en 1961 y 1964.
En 1937, costeado de su propio dinero, Palacios recorre Santiago del
Estero, Salta, Tucumán y Jujuy. Se contacta con Salvador Mazza -que trabaja
sobre el mal de Chagas-, quien le entrega un informe sobre la grave situación
sanitaria de la región y las necesidades de tener viviendas dignas, y Palacios
presenta en el Senado su Plan Sanitario y Educativo de Protección a los Niños.
En 1938 presenta el proyecto de ley de voto femenino, que no es siquiera
tratado en su momento y que luego el peronismo
convertirá en ley en 1947.
Palacios intervino activamente en el escándalo por la compra de tierras
para el ejército de El Palomar.
En 1942, recorre el Noroeste y hace suya la frase “hemos condenado a la
montonera sin oírla”; denuncia las enfermedades de la pobreza como el bocio
endémico, la fiebre ondulante, el paludismo y mal de Chagas.
Desde el Senado luchó contra el monopolio del transporte, por la
nacionalización del petróleo, de los ferrocarriles y de la tierra y denunció la
penetración extranjera. Defendió al periodista José Luis Torres, autor del
término “década infame” y quien le aportó las pruebas del negociado de El
Palomar, y denunció los negocios non sanctos del grupo Bemberg.
En 1941 había sido elegido presidente de la Universidad de La Plata y desde
donde promueve la creación del Instituto de Teatro de la Universidad y en el
’43 crea el Instituto Iberoamericano de la Universidad Nacional de La Plata que
contará con biblioteca, hemeroteca, museo de arte, discoteca, archivo musical,
cinemateca y servicios de información bibliográfica. Proyecto que se interrumpe
con la renuncia de Palacios y la intervención de la universidad durante la
revolución del ’43.
El golpe de Estado de 1943 encuentra a la CGT divida en dos: La CGT Nº 1
liderada por Domenech y la CGT Nº 2 con Pérez Leirós. El partido socialista no
puede evitar la fragmentación del movimiento sindical que queda representado en
5 sectores: ambas CGT, la USA (Unión Sindical Argentina), la FORA (Federación
Obrera Regional Argentina) de orientación anarquista y las organizaciones independientes.
Perón se hace cargo del Departamento Nacional del Trabajo, que convierte en
Secretaría y desde allí emprende el acercamiento con el movimiento obrero.
Interviene los sindicatos que no lo aceptan y crea gremios paralelos a los ya
existentes. La CGT de Domenech, llama “el primer trabajador” a Perón y adhiere
a su política.
En disidencia con la nueva situación Palacios renunció a su cargo de
presidente de la UNLP y a todas sus cátedras. A los pocos días recibe la adhesión
de profesores universitarios de EE.UU. -entre ellos Albert Einstein- y, harto
de la persecución policial se exilia en Montevideo.
Junto a varios exiliados, refundan la Asociación de Mayo, difunden su
programa por radio Carve y editan periódicos: Urquiza despierta, La voz de
Mayo, El Himno Nacional, Pueblo argentino, y Voz argentina. A diferencia de los
exiliados antirrosistas, Palacios se opone a cualquier tipo de sanciones o intervenciones internacionales contra
la Argentina. Su problema es con el gobierno no con el país.
Regresa en 1945 para trabajar en la campaña de la Unión Democrática. En sus discursos públicos Palacios se niega
a reconocer los avances producidos por
Perón desde la Secretaría y el estado económico de las finanzas argentinas.
Habla de una Argentina que describe más la década del ’30 que la coyuntura del
’45. Califica a Perón como un “fascista”. Centra su discurso en el
reclamo de libertad y respeto a la Constitución Nacional y sigue
describiendo al país como “agro-exportador” con una clase obrera
“sometida”.
En aquel contexto asumió la defensa del Presidente de la Corte Suprema de
Justicia, doctor Antonio Sagarna, que ha puesto trabas a la legislación laboral
impulsada por Perón, la misma por la cual Palacios había luchado tantos años.
Perón se defiende diciendo que “no ha hecho otra cosa que ejecutar lo que los
socialistas pensaron y dijeron”.
Durante el gobierno peronista, el Partido Socialista es atacado en actos,
baleado por la Alianza Libertadora Nacionalista, que cuenta con el absoluto
amparo de la policía. Palacios sostiene que actúan dominados por “la obsesión
de los totalitarios: que no haya adversarios”. Para Palacios, Perón no es su
enemigo sino un adversario; reconoce en Perón a un “distinguido técnico militar”
pero no a un estadista. Perón, por su parte, decía que Palacios era un payaso;
cuando intentaron acercarlos algunos dirigentes, Palacios les dijo: “Dígale a
Perón que este payaso no trabaja en ese circo”.
En cambio, el dirigente socialista respeta críticamente a Eva Perón.
Rechaza las críticas hacia su conducta o su origen y sostiene que Perón la
utiliza ante las masas.
Tras el fallido golpe de Menéndez, en septiembre de 1951, Palacios fue
detenido junto a otros dirigentes opositores. El decreto 19.376 y su
ratificación por la ley 14.062, imponen el estado de guerra interno. Palacios y
otros presos son puestos a disposición del Poder Ejecutivo. Sus recursos de
amparo son rechazados. La prisión de Palacios, por ser un personaje de enorme
fama, es un poco más relajada que la del duro régimen que sufren los otros
presos políticos. En 1953, estando detenido en la Comisaría 23, cercana a su
casa, atiende desde el escritorio del subcomisario a quienes llegan a
visitarlo. El 25 de mayo es trasladado a la Penitenciaría Nacional de avenida
Las Heras. Permanece allí hasta julio del ’53. Cuando recupera su libertad,
visita a los detenidos regularmente. El Partido Socialista decide no concurrir
a elecciones en 1954 bajo el lema “sin libertad, todo es fraude” y Palacios
explica la postura en un acto en Plaza Constitución en marzo del ’54. También
repudia a través de su Mensaje a los jóvenes de Iberoamérica, la invasión
estadounidense a Guatemala y la caída del presidente Jacobo Arbenz, en junio de
ese año. En ese mismo año, publica La justicia social, obra que sintetiza su
lucha obrera.
Tras los sucesos del 16 de junio de 1955, en el que la Marina bombardeó la
Plaza de Mayo causando unos 360 muertos, Perón convoca a la pacificación
nacional y ofrece a los partidos opositores que expongan su pensamiento por
radio. El 1º de julio le debió tocar al Partido Socialista. Pero cinco días antes le comunica que la Oficina
de Radiodifusión del Ministerio de Comunicaciones no permite la transmisión
radial del discurso de Palacios y Repetto se niega a hablar en repudio.
Producido el golpe, el Partido Socialista enfrenta una nueva ruptura entre
la línea dura pro golpista manejada por Américo Ghioldi y los que formarán el
PSA con Palacios y Alicia Moreau.
El presidente de facto Lonardi lo designa embajador en la República
Oriental del Uruguay. Palacios se propone, según decía, ser embajador del
pueblo argentino y no de un gobierno. No cumplió las reglas del protocolo de la
Cancillería y se manejó libremente: rindió homenaje a Artigas, encargó un
monumento al caudillo oriental al escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San
Martín para emplazarlo en Buenos Aires. Cuando cayó Lonardi, renunció porque no
estaba de acuerdo con la creación del Consejo Militar Revolucionario, pero
continuó en su cargo de embajador por pedido de Aramburu. En sus constantes viajes
a Buenos Aires, dirige mensajes a los jóvenes, a los trabajadores y a la
oficialidad del ejército.
Cuando se producen los fusilamientos del ’56, Palacios reclamó por el cese
de las ejecuciones de civiles y militares y se opuso a la pena de muerte. El partido
se rompe por las distintas posiciones sobre qué tipo de apoyo dar a la
“revolución libertadora”. Alicia Moreau es desplazada de la dirección de La
Vanguardia por Ghioldi, y Palacios que sigue en la embajada, decide no poner la
bandera a media asta ni dejar de trabajar por la muerte del dictador de
Nicaragua Anastasio Somoza. Sus enemigos llaman a su desempeño en la embajada
“embajoda”, pero Palacios logra restablecer relaciones fraternales con Uruguay
e impulsa la creación de la ciudadanía latinoamericana y el pasaporte único
entre los dos países. Palacios vivía austeramente. Siempre entregó el 50% de su
sueldo al Partido Socialista, como lo estipulaba el estatuto partidario.
En abril de 1957 renunció finalmente a su cargo de embajador mientras la dictadura
autodenominada “Revolución Libertadora”
convocaba a elecciones para una Convención Nacional Constituyente que se
proponía anular la Constitución peronista de
1949. Los votos en blanco del peronismo proscripto obtienen un simbólico
primer puesto, el segundo lugar lo ocupa la UCR del Pueblo liderada por Balbín,
el tercero la UCR Intransigente de Arturo Frondizi y el cuatro lugar le
corresponde al Partido Socialista y obtiene 12 convencionales: 7 por Capital, 4
por Buenos Aires, y 1 por Chaco. Pese a la fisura, el Partido Socialista va a
Santa Fe donde se reúne la convención desde el 30 de agosto al 14 de noviembre
de 1957. Palacios defiende los derechos de los trabajadores, se opone a los
métodos represivos de Aramburu y critica duramente a Alende y la UCRI que se
retiran de la convención porque ya está en marcha el pacto Frondizi-Perón.
En las elecciones del 23 de febrero del ’58, tras una serie de ardides el
PS aprueba la fórmula Palacios-Sánchez Viamonte y se convierte por primera vez,
en candidato a presidente; también es candidato a senador por la Capital.
Durante la campaña electoral viaja a Chubut, a Mar del Plata, y otros
sitios. Ocupan el cuarto lugar en la elección que gana Frondizi, con los votos
peronistas. El 10 de julio del ’58 en el XLIV (44) Congreso del partido, se
dividen entre PSA y PSD (Argentino y Democrático respectivamente). La
Vanguardia y la mayoría de los locales partidarios quedan para el PSA y el PSD
crea el periódico Afirmación.
Palacios se embarca en el Movimiento en Defensa del Petróleo Argentino
contra los contratos petroleros de Frondizi. El 20 y 21 de noviembre se
modifica la carta orgánica y se acepta la ruptura definitiva del Partido
Socialista.
Palacios arremete contra la política de Frondizi sobre la impuesta ley
marcial y le recrimina que su argumentación en defensa del orden es sólo para
acallar obreros: “es el orden de las piedras para realizar la entrega del
petróleo a la voracidad de los consorcios imperialistas”. Profundizará más su
crítica en enero del ’59 por la vigencia del estado de sitio, la ley 14.234 de
organización de la Nación para tiempo de guerra pero aplicable en tiempos de
paz, las modificaciones al Código Penal y el Plan Conintes, de “conmoción
interna”. Palacios denuncia que las cárceles están llenas de trabajadores.
Muchos de los cuales fueron sometidos a vejaciones: ferroviarios, obreros del
frigorífico Lisandro de la Torre, petroleros, bancarios. La Vanguardia publica
la nómina de los cientos de presos políticos y gremiales y reclama su libertad.
Por ese estado de guerra, Palacios renuncia a su candidatura a diputado para
las elecciones del 27 de marzo de 1960.
Mientras tanto preside el Congreso Nacional del Derecho del Trabajo
organizado por la Universidad de Tucumán y viaja a Cuba y adhiere a la
Revolución Cubana que está en marcha. Pese a su adhesión “formal”, en el PSA
hay clima de ruptura porque defienden la línea de acción cubana a la que
Palacios y Alicia Moreau se oponen. No obstante las disidencias, el PSA designa
a Palacios candidato a senador para las elecciones del 5 de febrero de 1961 y
triunfa. Lo primero que hace es visitar a los presos políticos y gremiales. El
20 de mayo de 1961, revólver en mano, Palacios secuestra una picana eléctrica
empleada por la policía de San Martín. Días antes, había interpelado al
ministro del Interior de Frondizi, Alfredo Vítolo por la ley marcial, las
torturas policiales, las proscripciones políticas y los presos.
Su labor en el Senado es importante; presenta 15 proyectos de ley sobre
amnistía a los que cometieron “delitos” políticos, gremiales y de opinión;
derogación de la ley 13.234, levantamiento del estado de sitio, intervención a
Salta y levantamiento de la intervención a varias provincias; creación del
Seguro Nacional de Maternidad; y otros. Cuando en marzo del ’62 triunfa el peronismo,
sostiene que debe entregarse el gobierno a los triunfadores y que las Fuerzas
Armadas no deben intervenir. Tras el golpe, pedirá la liberación de Frondizi y
desconoce el nuevo gobierno de Guido.
Es designado profesor emérito por el rector de la UBA Risieri Frondizi, en
julio del ’62 y se opone al enfrentamiento militar de Azules y Colorados
repudiando que hayan olvidado sus fines específicos.
En abril de ’63, es elegido candidato a diputado nacional por el PSA.
Realiza su tarea de legislador desde su casa, con su biblioteca y aun es
fructífera: presenta 82 acciones; su último proyecto es presentado el 1º de
diciembre de 1964, es la declaración de interés nacional de las investigaciones
de causas de mortalidad infantil y creación del Instituto Nacional de
Investigaciones Pediátricas. Antes, se había dirigido al presidente Illia para
que, en la reunión de cancilleres de la OEA, la Argentina no votara las
sanciones a Cuba defendiendo el principio de autodeterminación de los pueblos y
la no intervención.
Finalmente, el más argentino de los socialistas, el eterno don Juan y el
más ególatra de los políticos del siglo XX (en el XIX Sarmiento lleva la
delantera) fallece el 20 de abril de 1965, cuando todavía era diputado
nacional.
1 Víctor García Costa, Alfredo Palacios, Buenos Aires, CEAL, 1971
2 Homenaje a Alfredo Palacios, Buenos Aires, Editorial Círculo de
Legisladores de la Nación Argentina, 1998
3 Ambas leyes pioneras rigieron en la Argentina hasta la nefasta década
infame Menem-De la Rúa y sus respectivas reformas laborales.
4 Víctor García Costa, op. cit.
5 Alfredo Palacios, La Justicia Social, Buenos Aires, Claridad, 1954
6 Idem
7 Idem
8 Idem
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Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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