Dólar y religión…
KICILLOF, KUNKEL Y ZANNINI. Padres
de la epistemología K.
Cuando MDZ Radio de Mendoza lo sorprendió preguntando por los 17 parientes
a los que les consiguió trabajo en el Estado, en lugar de articular alguna
explicación, Carlos Kunkel respondió que enviaba saludos a Jorge Fontevecchia
por preocuparse por sus familiares, pero no por los negocios que él hizo con la
dictadura. Y cortó. Confunde a PERFIL con Clarín y La Nación y su ceguera
ideológica no le permite siquiera preocuparse por registrar que Editorial
Perfil fue, de las que sobrevivieron, la empresa de medios más perseguida por la
dictadura, a pesar de todas las veces que repetimos nuestra historia de
clausura, secuestro, puesta a disposición del PEN y exilio. Cuatro evidencias
inequívocas y un buen ejemplo de lo que le pasa al kirchnerismo con la
economía, porque como bien explica Paul Boghossian en su libro El miedo al
conocimiento, “lo que nos lleva a creer ciertas cosas nunca es realmente la
evidencia, sino una serie de motivos no epistémicos como el egoísmo o la
ideología a la que estamos sometidos”.
Por ejemplo: todas las escuelas de economía enseñan que una inflación
superior al 20% durante varios años termina produciendo daños serios, y que no
se puede emitir el 40% por año sin que se generen consecuencias inflacionarias
y desvalorización de la moneda. Pero para Axel Kicillof, simpatizante del
posmarximo, o Carlos Zannini, neomaoísta, todo es relativo y desconfían del
conocimiento canónico porque estará siempre influido por el poder que intenta
validarlo.
Para ellos, si Estados Unidos puede emitir sin que el dólar se desvalorice
(mucho), ¿por qué nos van a recomendar a nosotros disciplina monetaria? Los que
siguen la ortodoxia económica intentan colonizarnos por una academia que sirve
a los intereses de los dominadores para mantenernos dominados.
Los kirchneristas no son ni mínimamente originales en su intento
emancipatorio de la ciencia. El constructivismo radical, groseramente definido
como “todo es social”, cree que nuestras formas de conocer son artificiosas y
convencionales, que somos nosotros y no la realidad responsables de lo que
conocemos porque la verdad y la falsedad no son el resultado de un escrutinio
racional. Esa es la doctrina de la igual validez epistémica, un movimiento
fuerte que surgió como respuesta al colonialismo que justificó la destrucción
de los pueblos originarios en la superioridad de la ciencia occidental. Ninguna
superioridad científica justifica el aniquilamiento de los pueblos originarios,
pero quedar prisioneros de un sentimiento de revancha mal expresado en una
rebeldía cognitiva, en este caso de la ciencia económica, nos hará más
dependientes y menos emancipados. Alemania no tiene ese complejo de colonia
frente a la economía anglosajona que dos veces la conquistó y no emite moneda
sin parar para solucionar el problema de la zona del euro. Si fuera tan
fácil...
Pero lo que se considera evidencia irrefutable puede no serlo para quienes
están apasionados por una ideología o una religión. El ejemplo clásico es el
del cardenal Belarmino, que cuando Galileo Galilei lo invitó a mirar por su
telescopio para que comprobara con sus propios ojos el movimiento de las
estrellas y los planetas, se negó a hacerlo porque él tenía una fuente de
evidencia irrefutable sobre el origen del universo: la lectura de la Biblia.
Los pueblos originarios también tenían su propia evidencia sobre el origen
de la vida y, en lugar de haber llegado a América desde Asia cruzando por el
estrecho de Bering, su creacionismo asumía que habían llegado desde alguna otra
dimensión física, del espacio o del centro de la Tierra.
La crítica que la ciencia clásica le realiza al constructivismo radical y
específicamente a quienes sostienen que “no hay un conocimiento superior, sino
únicamente conocimientos diferentes cada uno apropiado a su entorno
particular”, es que sus seguidores priorizan lo políticamente correcto, el
multiculturalismo y lo que sería deseable que fuera antes que lo que
objetivamente la ciencia demuestra que es. La corrección política por sobre un
genuino conocimiento.
Ese narcisismo nacional, de “somos los mejores” como reacción, es
adolescente. Y es un verdadero obstáculo epistémico que nos impide solucionar
nuestros problemas de una vez. Otra vez el espiralamiento entre inflación y
aumento del dólar. Como si no hubieran pasado dos décadas podemos ir al futuro
volviendo al pasado. Hace unos meses en uno de sus Panoramas Internacionales,
Dante Caputo, quien recién regresaba a la Argentina después de vivir varios
años en Estados Unidos trabajando para la OEA, recordó una frase de Ernesto
Sabato sobre que la Argentina era como un trompo, se movía vertiginosamente
pero no avanzaba, siempre estaba en el mismo punto; parece que pasan muchas
cosas y cambiamos a un ritmo vertiginoso, aunque estamos eternamente en el
mismo sitio, confundimos movimiento con avance.
La búsqueda de una ciencia revolucionaria en lugar de ordinaria que apele a
mecanismos de justificación diferentes (relato) no puede hacernos caer en el
error de no poder distinguir entre creencias tercamente basadas en prejuicios
de inferencias relevantes como la relación entre emisión, inflación y
desvalorización de la moneda.
Creer que todo conocimiento es socialdependiente, condicionado por valores
particulares, que refleja las necesidades y los intereses contingentes de la
sociedad en cuestión, lo que influencia las observaciones que realizan y cómo
evalúan la evidencia que encuentra, no puede hacernos insensibles a razones o
llevarnos a creer que todo es emocionalidad. Construimos mundos al construir
versiones, las palabras se adecúan a nuestros propósitos, pero una parte de los
hechos no dependen de nuestras descripciones sobre ellos, como lo demuestra el
aumento del dólar paralelo a partir del cepo cambiario. Todo se puede hacer, lo
que no se puede es evitar las consecuencias.
© Escrito por
Jorge Fontevecchia el sábado 02/02/2013 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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