Más ricos... más
pobres...
La noticia estalló justo cuando estaba yo
por dejar Alemania para regresar a la Argentina. Los titulares de los diarios
lo decían todo: “Certificado de pobreza para un país rico”, “Los ricos de
Alemania cada vez más ricos”, “Los pobres siguen pobres; los ricos, más ricos”.
Y los que titularon así no son diarios de izquierda, no. Dos de ellos son de tendencia
liberal y el otro, conservador. Sí, el informe oficial del gobierno
conservador-liberal de Alemania fue como un campanazo de alarma.
Ese informe
oficial fue presentado por la ministra del gobierno Von der Leyen, del
conservador Partido Demócrata-Cristiano. Es decir, no son cifras elaboradas por
la izquierda o por algún centro de estudiantes. No. Es nada menos que el
informe oficial. Pero en ese informe hay más para asustarse: se ha comprobado
que el 10 por ciento de la población posee el 53 por ciento de la riqueza
nacional; el 40 por ciento (que conforma la clase media) posee el 46 por ciento
de esa riqueza; y el resto, el 50 por ciento de la población, es decir, la
mitad de los habitantes totales posee apenas el uno por ciento de la riqueza.
Sí, tal cual. Parece increíble. Pero, repetimos, fue presentado oficialmente
por el propio gobierno.
Por supuesto, el debate comenzó en todas
las esferas. “Alemania no es pobre, pero cada vez más se abre la tijera de la
diferencia entre ricos y pobres”, dice con algo de tristeza el diario
conservador de Bonn General Anzeiger. Los socialistas salieron a la palestra
exigiendo el aumento de los impuestos a los magnates acaudalados. Y en seguida
la respuesta conocida: no, no se pueden aumentar los impuestos a los ricos
porque si no se llevan esa riqueza a otro país. Y dejan sin trabajo a la gente.
Un conocido argumento basado en el miedo a quedarse sin ricos y convertirse
todos en pobres. El periódico Frankfurter Rundschau es fuerte en su editorial
bajo el título “Así no puede seguir”. Y comienza: “Los alemanes son cada vez
más ricos. No es así, la verdad es que los alemanes ricos son cada vez más
ricos”. Y llega a la conclusión de que se ha llegado a eso por “la repartición
totalmente desigual de la fortuna pública”.
Eso ocurre en la denominada “joya económica
de Europa”. El análisis del reparto de la riqueza en los Estados Unidos de
Norteamérica daría cifras para asustarse y quedarse mudo. Y entonces nace la
obligada pregunta fundamental: ¿ésas son las auténticas democracias? ¿La
palabra democracia no tendría que estar uniendo las palabras libertad con
igualdad? Todo lo contrario: cada año, en esos países “modelo” aumenta la
desigualdad. Por ejemplo, en Alemania, en 2008, el 10 por ciento que conforma
la franja de los pobladores más ricos contaban con el 45 por ciento de la
fortuna privada total; cuatro años después esa parte ha subido el 53 por
ciento. ¿Qué pasará dentro de diez años?
Mientras tanto, Alemania tiene cerca
de tres millones de desocupados que cobran una ayuda por cierto muy modesta. El
diario bávaro Münchner Merkur titula “Dinamita bajo el fundamento de la
democracia” y protesta porque cada vez más “la democracia es desgastada por una
masa de población que se va empobreciendo mientras aumenta cada vez más la
riqueza de la clase alta”. “Alemania se ha convertido en una sociedad de
clases”. La única democracia que poseen los pobres es poner el papelito en las
urnas cada dos años, igual que los ricos. Y aquí cabe de nuevo la pregunta: ¿es
ésa una auténtica democracia?
Un golpe severo para el gobierno de su
propio partido, la Democracia Cristiana acaba de ser asestado por uno de los
hombres fundamentales en la historia de ese partido político, Heiner Geissler,
que fue secretario general de esa organización durante doce años (desde 1977 a
1989). En el congreso partidario de Rhein-Sieg declaró que “El mundo ha caído
en el desorden porque la política y la economía han perdido sus fundamentos
éticos”. Y agregó mencionando al gobierno de su propio partido: “ya no poseemos
nosotros una economía social de mercado sino llanamente el capitalismo”. Y dio
esta meta: “necesitamos un sistema de mercado social-ecológico internacional.
Ahora se ahorra a costo del ser humano. Esto lo tiene que tener en claro la
Democracia Cristiana porque actualmente hay en el mundo dinero como trigo y
dinero como mierda. Y nos representa la gente falsa”. De paso criticó a la
Iglesia Católica diciendo: “La Iglesia no tiene que renunciar a sus
obligaciones sociales, y no sólo dedicarse a la liturgia y a un falso alejarse
de lo llamado mundanal”.
Algo para reflexionar. Y es que no salieron
estas palabras de algún “agitador” de izquierda, sino de un hombre de la
escuela de Adenauer y Kohl.
Ante las realidades lo bueno es que
comience por fin un debate constructivo que ayude a salir de la crisis en que
se encuentra el continente europeo.
Regreso a Buenos Aires. Me encuentro con mi
amigo de muchos años, el pastor evangélico Arturo Blatezky, representante de la
comunidad luterana alemana en la Argentina. Lo veo al borde de la
de-sesperación. El tiene en Quilmes un comedor infantil y además instituciones
pedagógicas en las que asiste a niños de villas de extrema pobreza en esa
localidad bonaerense. Yo he visitado esos lugares y admiro a este hombre y a
sus ayudantes. Dar de comer a los niños más humildes de nuestra sociedad que
tienen hambre. ¿Qué mejor papel hay en la vida que eso? Los niños. Ver sus
ojos. Llenarlos de esperanza y mostrarles la mano abierta que le niega la
realidad.
Me explica: desde hace meses, el gobierno
bonaerense no da la ayuda estipulada a los comedores infantiles ni paga las
becas para los asistentes que mantienen con su trabajo esos lugares tan
necesarios para mantener la paz y alejar la violencia de nuestras ciudades: los
niños con hambre, los niños que necesitan sonrisa a través de las manos
docentes que los ayudan a soportar su destino no buscado.
En este hombre y en su mujer, Claudia
Lohff, existe una pasión por la ayuda a los más desamparados de nuestra
sociedad, los niños de nuestras villas miseria y sus madres. Primero crearon el
jardín maternal Los Angelitos y luego el jardín de infantes El arca de los
niños. Los he visitado varias veces, son lugares en los que los niños se
sienten felices, se los oye reír, conversar, gritar, pegar saltos de alegría.
Es crear vida sostener esos lugares. Crear futuro sin violencia. Son totalmente
gratuitos, para niños de 3 meses a 5 años, funcionan de lunes a viernes de 7 a
17 horas. Se les dan a los niños tres comidas diarias, se los cuida en la salud
y la higiene, y se les da actividades pedagógicas, descanso y recreación.
Concurren 130 niños y niñas de las familias más pobres y desprotegidas de las
zonas marginales de Quilmes. Acompañan a las madres y a los padres (si los
hubiere) en sus gravísimas dificultades de supervivencia diaria.
Son todas
familias consideradas “de riesgo”, sin trabajo, en viviendas absolutamente
precarias, en hacinamiento, con problemas de alcohol y drogas, o con sida,
violencia familiar, abuso de menores y la discriminación que sufren diariamente
por parte de la “sociedad”. Es decir, estas manos abiertas ayudan a que se
respeten los Derechos Humanos del Niño. El pastor Arturo Blatezky pertenece al
Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos (MEDH) y protegió en este lugar quilmeño
a familias de desaparecidos, presos y perseguidos por la dictadura militar.
Para el funcionamiento de estas increíbles
iniciativas contó con el apoyo de organizaciones de derechos humanos de
Alemania. Son ya tres décadas de existencia y por supuesto dependen en gran
parte de las ayudas estatales de la provincia de Buenos Aires, que ahora no
reciben más y la situación es muy difícil por el aumento de los costos de
alimentos y servicios. De pronto, la obligación profundamente moral que tienen
las autoridades provinciales fue olvidada o postergada. Por eso, el jueves
pasado, más de cuatro mil personas hicieron una marcha hacia la casa de
gobierno de La Plata a pedir al gobernador Scioli su inmediata intervención.
Pero pese a todos los trámites realizados, no fueron recibidos.
No podemos dejar de dedicar estas líneas a
este profundo problema de nuestra sociedad. Creemos que finalmente las
autoridades reflexionarán. Se trata de nuestros niños. Sí, nuestros, porque nos
pertenecen a todos como sociedad y somos responsables de ello. Nunca más
permitir niños con hambre en nuestras calles. Nunca más. Es un deber de todo
país democrático.
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