El estudiante de Harvard y su papá...
Hace años fui testigo de una situación de fuerte conflicto
entre expectativas y hechos.
En Boston, un joven estudiante de Harvard volvió
una tarde a su casa desde la universidad y comunicó a sus padres que se iba a
Europa con un amigo, para hacer auto-stop, cosechar manzanas y vivir una
“experiencia distinta”. El padre –un hombre riguroso y con principios
inflexibles– tuvo un ataque de furia, la madre tuvo un ataque de llanto, y todo
terminó en que el chico se fue cargado con la profecía de su padre que
presagiaba el fracaso terminal de su vida. Pero meses después el joven volvió a
Harvard y fue admitido de nuevo. El padre no sólo no podía entender que su hijo
hubiese sido admitido y le siguiese yendo bien en los estudios; tampoco podía
aceptarlo. Había establecido una premisa y a partir de ahí buscaba a diario
evidencias ocasionales, a menudo puntuales y poco relevantes, para corroborar
su premisa: su hijo debía fracasar, o el mundo no era el que se suponía que
era. Los datos de la realidad se le escapaban. (El final de la historia es que
el joven estudiante no fracasó; más bien quien fracasó fue su padre, por lo
menos en el sentido de que no supo entender este mundo tal como es).
Esta historia me viene a la mente cuando veo lo que está
sucediendo con la imagen del gobierno argentino, los comentaristas políticos
rigurosos en sus premisas, pero más bien predispuestos a recoger los datos que
encajan bien con esas premisas, y lo que las encuestas captan de la vox pópuli.
Así, en las últimas semanas pudieron leerse varias columnas de opinión en los
medios de prensa haciendo referencia a lo mal que le está yendo a la Presidenta
en la opinión pública argentina según encuestas que no se publican ni se
mencionan con suficiente especificación. Parece que se ha establecido como
premisa que la Presidenta tiene que estar mal en la opinión pública y desde ahí
se busca afanosamente información consistente con la premisa. A juzgar por lo
que se dice, en la Argentina se estarían haciendo encuestas profusamente; se
diría que algunas firmas están haciendo encuestas a diario, lo que es
difícilmente creíble. Eso no sucede cuando las aguas están más calmas.
Por cierto algunas encuestas se publican. Y no hay duda:
algunas muestran a la Presidenta un poco mejor y otras un poco peor. Pero hay
pocas certezas acerca del por qué de tales diferencias. El lector atento
debería poner el foco en por lo menos tres aspectos muy básicos, los que en la
jerga profesional se llaman el instrumento de medición –cómo se pregunta y se
mide lo que se quiere medir–, la tendencia “intertemporal” –cómo varía la
aprobación o la imagen a través del tiempo medida siempre con el mismo
instrumento– y la cobertura geográfica. Descontados esos factores, aún sigue
siendo aparentemente cierto que en algunas encuestas, la Presidenta ha bajado
más que en otras.
Basándome en encuestas que conozco y cuyos reportes puedo
ver con mis ojos –que son las que realiza Ipsos en la Argentina– concluyo que
la imagen de la Presidenta ha sufrido poca mella en los últimos meses y se
mantiene en altos niveles de aprobación. También el gobernador Scioli, esa
suerte de sombra que se proyecta incansablemente sobre la imagen de la
Presidenta. La imagen de otros referentes del Gobierno –personas tanto como
áreas de gestión– ha bajado más, en algunos casos mucho más. La confianza en la
economía y en el futuro del país también ha caído.
Se concluye que el Gobierno se sostiene en la Presidenta –y
también en Scioli, tema aparte–; es posible concebir que la imagen de la
Presidenta se encuentra en un equilibrio inestable y expuesta a diversos
riesgos. Las cosas no están bien en la economía y en las expectativas de
muchísimos argentinos. La imagen de la Presidenta podría bajar, hasta cabe
aceptar que es esperable que baje, pero no como resultado de una expresión de
deseos, sino con base en correlatos conocidos entre datos de la realidad misma
y las opiniones de la gente a través de los años. Eso no es lo mismo que decir
que ya bajó; aún más, esos correlatos no son leyes inmutables, a veces en el
mundo no se siguen de las mismas causas los mismos efectos.
La opinión pública es más parecida a la universidad de
Harvard que al papá del joven de mi anécdota: es capaz de readmitir a alguien
después de algún “viaje”, como fue el caso con la presidenta Cristina de
Kirchner en 2010 después de haber sido casi literalmente dada de baja en 2009.
No hay que seguir el modelo del padre del joven estudiante de Harvard, quien
por aferrarse ciegamente a su premisa de que su hijo debía fracasar por no
haber hecho lo que él esperaba que hiciese, no pudo entender lo que pasaba.
*Sociólogo. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.
© Escrito por Manuel Mora y Araujo, Sociólogo y Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y publicado en el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 4 de Agosto de 2012.
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