CFK no tiene cura...
Palazos. Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes
El caso Reposo, las
idas y vueltas con el dólar y los “Aló Presidenta” que sólo generan nuevas
distorsiones.
Indefendible”,
“impresentable”, “un papelón”, fue algo de lo que se escuchó en el seno del
oficialismo no bien terminó la lamentable presentación de Daniel Reposo en el
Senado, en la que defendió su candidatura a la Procuración, durante la cual a
los muchos “errores de tipeo” de su CV agregó un desconocimiento supino de cuestiones
elementales concernientes al cargo al cual aspiraba. Las citas de algunos de
los conceptos que expresó el postulante, que afortunadamente la opinión pública
pudo ver y escuchar en directo, pasarán a formar parte de los anales del
disparate. A modo de muestra, vaya ésta: “Yo estoy con la corriente trifásica
(sic), en cuanto a que el recurso de Casación y el control de
constitucionalidad tiene que verse en su amplitud. Y para eso hay que respetar
el principio en virtud del cual el juez juzga y el fiscal acusa”. Lo de la
corriente trifásica pareció algo más emparentado con la electricidad que con el
Derecho.
Otra: “A través de los medios periodísticos se han
publicitado situaciones delictivas (...). Así, se generaron un sinnúmero de
situaciones, y éstas son materias que hay que regular a través de los tres
poderes. Son situaciones que no hacen a la libertad de expresión, pero que se
vinculan con el hecho de generar un mecanismo adecuado de regulación para bajar
los niveles de insatisfacción que se producen ante la falta de políticas en
este sentido...” Es decir que, ante la falta de políticas de Estado, Reposo
proponía la restricción a la libertad de prensa para combatir una nueva figura
de “inflación penal”.
En el bloque de senadores del Frente para la Victoria se
vivió todo con mucha bronca. El jefe de la bancada, Miguel Pichetto, fue el más
disgustado. El, que conoce al dedillo lo que ocurre en el Senado, hace tiempo
que le hizo llegar a la Presidenta la señal de que los votos para aprobar la
candidatura de Reposo no estaban. El senador intentó evitar ver expuesto a su
bloque a la dura circunstancia de ponerles el cuerpo a las gruesas
inconsistencias de Reposo. Pichetto atraviesa un momento particular de su
carrera, ya que tras el homicidio de Carlos Soria carga con buena parte de la
administración de su provincia, Río Negro. El hijo de Pichetto es el ministro
de Economía de la provincia, cuya demanda de fondos a la Nación es crucial para
los gastos de la gestión. Encima, en el Senado está Amado Boudou, con quien
Pichetto tiene mala relación.
“Tenía los votos”, expresó Reposo el viernes. Esa afirmación
no reflejaba la verdad. El Gobierno presionó para que la postulación saliera.
“Es una muestra de fidelidad hacia Cristina”, fue la consigna que bajó hacia los
que en el oficialismo sabían de su inviabilidad.
Luego de este traspié, al Gobierno lo acecha otro problema:
el de la crisis económica. El descontento social comienza a expresarse de
manera creciente, gatillado por los distintos efectos que las medidas oficiales
producen. Los cacerolazos del jueves y las movilizaciones del viernes lo
reflejan. La imagen de la gente golpeando sus cacerolas y marchando hacia la
Plaza de Mayo remite a los aciagos días de 2001-2002. Lo mismo vale para las
manifestaciones que organizó la rama de la CTA que no responde al Gobierno.
Hay que ser claros: la situación no es la misma que la de
hace diez años. Pero el Gobierno, con sus conductas y sus medidas, no hace más
que generar un clima reminiscente de aquel tiempo. Nadie en el Gobierno parece
advertir la dinámica de estos hechos y los efectos nocivos que produce la
torpeza con la que se pretende enfrentarlos. Veamos, por caso, el ir y venir de
declaraciones sobre la pesificación, término que a la sociedad le produce
pavor. En su presentación ante el Congreso, el jefe de Gabinete, Juan Abal
Medina –que produjo una pobre impresión en la bancada del oficialismo y en la
de la oposición–, habló de la necesidad de dar la batalla cultural por la
“desdolarización”. En iguales términos se expresaron el ministro del Interior,
Florencio Randazzo, y el senador Aníbal Fernández. Ante el revuelo que ello
causó, el Gobierno salió a desmentirlo. Lo hizo como siempre, echándoles la
culpa a los medios.
Pero hete aquí que luego se conoció un proyecto de ley para
pesificar varias transacciones comerciales. En su “Aló Presidenta” del
miércoles –en el que se dio otro paso en la progresiva quita de poder al ex
poderoso ministro Julio De Vido y se confirmó la condición de Guillermo Moreno
como jefe de Economía en funciones– Fernández de Kirchner dijo que todas las
medidas que se viene tomando desde noviembre responden al objetivo de cuidar el
dinero de los argentinos. Alguien debería recordarle a la Presidenta que eso
mismo dijo el ex ministro Domingo Cavallo el día que anunció el corralito. El
corolario de esta y otras acciones y expresiones del Gobierno fue predecible:
la gente no para de sacar sus dólares de sus cuentas. En mayo la cifra ascendió
a 1.600 millones. En este marco, la decisión de Cristina de pasar a pesos su
plazo fijo de US$ 3 millones –algo que inexorablemente tenía que hacer si
quería exhibir un mínimo de coherencia–, como toda acción tardía, carece de
eficacia.
El problema principal de la economía argentina es la
inflación. Y, hasta el momento, el Gobierno no ha tomado ninguna medida seria
para combatirla. En muchas provincias se viven momentos de gran preocupación.
Sus gobernadores necesitan el dinero que envía la Nación para hacer frente al
pago de los sueldos. Además, junio es un mes complicado porque hay que afrontar
el medio aguinaldo. Algunas alarmas ya se han encendido porque aún no se han
dado los pasos administrativos para liberar esos fondos, demora que puede
llegar a complicar la realización de esos pagos.
Siempre dentro de lo que fue el “Aló Presidenta” del
miércoles –en el que nunca faltan los “asentidores”, los “reidores”, los
“aplaudidores”, ni tampoco los que con sus rostros de incomodidad demuestran
estar no por convicción sino por obligación y/o temor–, la Presidenta estuvo
impecable al repudiar las agresiones que sufrieron los colegas de Tiempo
Argentino, Télam y Crónica a las puertas del hospital de Malvinas Argentinas
ante la total inacción de efectivos de la Policía Bonaerense. Me uno a ese
repudio. Lástima que Fernández de Kirchner no haya tenido la misma actitud para
con los cientos de colegas igualmente agredidos a lo largo y a lo ancho del
país por dirigentes y organizaciones que, en muchos casos, manifiestan una
clara orientación kirchnerista. Como se ve, el kirchnerismo puro nunca falta.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson
Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
el domingo 10 de Junio de 2012.
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