Merkelizada…
Invertidas en la foto de cuando se juntaron la canciller alemana y la
Presidenta en 2010.
La contratapa de ayer sábado
–titulada “Dólar”– terminaba diciendo: “A este Gobierno le gusta mostrarse más
heterodoxo de lo que es. Se hacen los locos, pero no lo son tanto”. Se podría
avanzar otro paso y decir que les gusta provocar a los conservadores, asustar a
los burgueses, desorientar a los oportunistas y jugar a ser excéntricos (el
desopilante viaje a Angola es un ejemplo más), pero cuidan con esmero la
relación con Estados Unidos y en muchos aspectos económicos son híper
ortodoxos. Lo uno y lo otro no son contradicciones sino aspectos funcionales
porque lo primero disimula lo segundo.
Por ejemplo, no pocos creen que
el Gobierno nacional ahoga financieramente a la provincia de Buenos Aires para
doblegar a Scioli haciéndolo desistir de sus aspiraciones presidencialistas y
disciplinar cualquier mínimo gesto de autonomía. Se habla de un déficit
provincial de 8 mil millones de pesos y hasta de 10 mil y que la Provincia ya
no podría pagar en una vez los sueldos en junio. La realidad puede ser aun
peor: un déficit de 18 mil millones equivalente al 15% del presupuesto anual
sin que Scioli pueda emitir deuda porque hoy debería pagar una tasa de interés
en dólares del 19%.
Pero hay otra mirada que no es
política sino económica, donde Cristina Kirchner cumple el papel de Angela
Merkel y la provincia de Buenos Aires es Grecia, el miembro más descarriado de
la Unión cuyos déficits siempre son mayores a los del resto (Mendoza, Córdoba y
Santa Fe también tendrían déficits este año, pero menores al 10%). Otra vez, lo
uno sirve para disimular lo otro: no es un Gobierno nacional que está enfriando
al estilo ortodoxo una economía recalentada después de un año de fiesta
electoral, sino un castigo político justo a un traidor que pretende derechizar
el modelo en el futuro. También Scioli refuerza ese relato anunciando
extemporáneamente su obvia vocación presidencial para disimular la parte de
responsabilidad que le corresponde a él mismo como administrador de un gasto
público provincial que se multiplicó cinco veces durante el kirchnerismo. Su
popularidad es también fruto de ese gasto y de haber rehuido cualquier
conflicto tratando de conciliar con todos. Administrar requiere más veces decir
que no, que decir que sí.
El mismo relato y contrarrelato
es aplicable a Macri, a quien el Gobierno nacional le pasaría los subtes y le
quitaría la policía o los fondos depositados en el Banco Ciudad no para
recuperar dinero porque haya que enfriar una economía recalentada, sino para
castigar a la derecha y herir a otro de los futuros candidatos presidenciales
opositores para 2015.
Y lo mismo sucede con Moyano, a
quien la Presidenta ataca por cuestiones personales, políticas, judiciales pero
–nuevamente– nunca porque haya que enfriar la economía y el líder sindical sea
el primer escollo. Pero hay una diferencia entre Scioli, Macri y Moyano, los
dos primeros le siguen el juego al Gobierno nacional y aceptan victimizarse
políticamente desplazando el tema económico al papel de consecuencia y no al de
causa. Moyano no. El va al hueso y dice con todas las letras que la
profundización del modelo es un cambio de rumbo y un ajuste.
En lo que se equivoca Moyano es
en considerar que no sea correcto hacer ese ajuste. Si cada año las paritarias
subían 5% el promedio de aumentos salariales sobre el año anterior, primero el
10%, después el 15%, el 20%, el 25%, el 30% e iban camino al 35%, no había
modelo que resistiera. Profundizar esa dirección llevaba al abismo.
Así como en Europa y Estados
Unidos hubo una burbuja inmobiliaria, en Argentina se corría el riesgo –medido
en dólares– de enfrentar una burbuja salarial, cuyas consecuencias podían
repetir el problema de falta de competitividad del fin de la convertibilidad.
La “ventaja” actual es que se puede licuar con inflación y corrección del dólar
por arriba de la inflación. A fines de los 90 hubiera sido necesario bajar los
salarios nominales, lo que es muchísimo más doloroso, como se ve en Europa con
el euro. La resistencia al ajuste en los 90 se “resolvía” con más deuda y en la
Argentina actual, con más inflación.
Para poder pelearse con los
sindicalistas con públicos reclamos de la Presidenta por sueldos menores que la
inflación, o sea, bajar el consumo de los votantes, pero al mismo tiempo seguir
siendo nacional y popular, hay que equilibrar la percepción general con medidas
de signo contrario, como nacionalizar la mayoría de YPF o potenciar el papel de
Moreno como cuco de los ricos, dándole cada vez más protagonismo. El viaje
presidencial a Angola es un gesto de apoyo a Moreno. En Angola se habla
portugués, una ventaja para un secretario de Comercio que acumula
responsabilidades internacionales sin tener un inglés perfeccionado.
Una metáfora automovilística
puede resultar más clara: después de la aceleración forzada de la economía tras
un año electoral, era necesario que el auto entrara a boxes, y el momento
lógico es inmediatamente después de obtener el 54% de los votos. Se lo enfriaba
o explotaba el motor.
Lo que confirma que los
kirchneristas en materia económica se hacen los locos pero no lo son tanto, lo
que no quita que sean incompetentes en varias áreas. Es exagerado atribuir
tanto lo bueno como lo malo de la economía a que haya un cambio de paradigma.
Lo que hay es más o menos dinero para ejecutar diferentes paradigmas o grados
de él.
El kirchnerismo trata tanto de
colocarse lo más a la izquierda posible para que no exista una alternativa
progresista más numerosa, como de mantenerse en el centro para no perder a la
clase media, dividiendo y dejando exhausta a la oposición.
Una carrera alocada de precios y
salarios que espiralizara la inflación tendría consecuencias electorales
terminales para el Frente para la Victoria. Por eso, la Presidenta se viste de
Chávez al nacionalizar pero de Angela Merkel para disciplinar a los
sindicalistas y a los gobernadores. Eso es peronismo puro.
© Escrito por Jorge Fonevecchia y publicado en el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 19 de Mayo de 2012.
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