Las viejas costumbres tardan en morir…
Ilustración de Pablo
Blasberg.
Levantarse, apagar el despertador, lavarse los dientes, tomar le desayuno,
llevar a los chicos al colegio, ir a la oficina, leer los diarios, chequear los
mails.
Buena parte de nuestra vida -más de la que imaginamos- transcurre en piloto
automático, en una suerte de círculo repetitivo que algunos neurocientíficos
bautizaron como “el loop de la rutina”. Este estado se coordina desde los
“ganglios básicos” del cerebro, y requiere mucha menos energía que el sistema
que regula las decisiones a nivel consciente, y que tiene como base a la
corteza prefrontal.
“Lo interesante es que lo que conocemos como el ‘loop’ de la rutina tiene en
realidad tres componentes, y saber identificarlas puede ser muy útil para
aprender a modificar hábitos que, en la práctica, son muy difíciles de cambiar”,
explica Charles Duhigg, el periodista de New York Times que publicó hace tres
meses el best seller de ‘pop-econ’ del momento: “The power of habits” (“el
poder de la rutina”, aún no traducido). El primero de estos tres componentes es
el “disparador”, que puede ser una sensación -tener hambre, sueño, etc.-, el
segundo es el comportamiento rutinario en sí mismo, y luego viene una
“recompensa”: “Algo que al cerebro ‘le satisface’, que parece decir: ‘recuerde
este patrón para repetirlo en el futuro”, explica Duhigg.
Una de las principales conclusiones de neurocientíficos y expertos en
ciencias cognitivas que investigan el tema de la rutina es que es muy difícil
cambiar los tres elementos a la vez.
La clave está en mantener el disparador y la recompensa, pero modificar la
conducta rutinaria. Duhigg cita el caso de Alcohólicos Anónimos, una entidad
que ha demostrado ser muy exitosa porque sugiere encontrarse a compartir
experiencias en reemplazo del hábito de ir al bar a socializar. Los mismos doce
pasos aplicados en soledad, con un libro de autoayuda, no dan resultado.
Otra de las idea interesante es que los períodos en los que se da un
“tsunami de cambios de hábitos” a la fuerza son muy propicios para cambiar
conductas que se consideran nocivas.
Por ejemplo, las empresas de consumo masivo saben que la etapa del embarazo y la de los primeros meses del bebé son un lapso ideal para bombardear a madres y padres con mensajes publicitarios, porque están más propensos a cambiar la marca de café o de dentífrico que consumen.
Otros momentos de “turbulencia” a nivel de rutinas son un divorcio o una
mudanza. O unas vacaciones en un lugar desconocido.
“Por eso un viaje es una ocasión ideal para plantearse dejar de fumar o
iniciar un deporte nuevo”, dice el autor de “The power...”, “las iniciativas de
este tipo tomadas en tiempo de vacaciones han demostrado ser mucho más
duraderas que aquellas que se asumen en momentos de trabajo”. Como dice la
canción de Mick Jagger: “Los viejos hábitos tardan en morir”.
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