Impulso Libertario - Milei acelera a fondo en el nuevo escenario…
Un tercer objetivo, anunciado en los planes del oficialismo, luce de
mucho más difícil concreción: la reforma del sistema de jubilaciones y
pensiones. Toda la ardua negociación está teniendo un primer protagonista
importante: Diego Santilli. Es una persona abierta al diálogo y curtida de cómo
conversar y negociar con el peronismo, que fue su cuna política. El primer
paso, indiscutible, es el diálogo con los gobernadores. La convocatoria de hace
dos semanas con los jefes provinciales representó un claro triunfo para el
Presidente. La real politik les marca a ellos también una agenda común: si no
dialogan con el gobierno nacional no recibirán la plata que necesitan para
gestionar. Y si ese diálogo no se consolida se les hará muy difícil estar en condiciones
de recibir las posibles nuevas inversiones de las empresas extranjeras
–principalmente– que decidan instalarse o expandirse aquí.
La reforma laboral es una imposición no de este gobierno sino de la
realidad. La mayoría de los dirigentes sindicales lo sabe. Lo niegan en público
y lo confirman cuando hablan en condición de off. En las empresas que son
propiedad de algunos de los así llamados gordos, esa reforma laboral se
implementó de hecho hace años. Cosas que pasan cuando se está –sin vergüenza alguna–
operando desde los dos lados del mostrador. El flamante triunvirato que asumió
la conducción de la alicaída Confederación General del Trabajo deberá lidiar
con esa dicotomía. En el país abundante en paradojas que es la Argentina, la de
la CGT es una de las más resonantes. La proliferación del trabajo informal es
una consecuencia directa de la falta de fuentes de trabajo registrado por el
temor por parte de las pequeñas y medianas empresas –que son fundamentales a la
hora de crear empleo– de enfrentar litigios que las puedan llevar a la
bancarrota. Esta caída del empleo en blanco ha diezmado la masa de trabajadores
aportante a los gremios y los ha debilitado. Esta brutal caída del número de
afiliados les ha quitado poder. A eso hay que sumarle la inmoralidad de muchos
de ellos. Trabajadores pobres y sindicalistas millonarios y multimillonarios es
una fórmula letal que ha sumido a la mayoría de esa dirigencia gremial en un
desprestigio que, según pasan los años, no cesa de ahondarse. El trabajador de
a pie, que se mantiene lejos de la rosca del poder gremial, está harto y ha
perdido la paciencia. Es por eso que la CGT y el gremialismo en general carecen
de representación genuina. El laburante les está dando la espalda. El
triunvirato como opción dirigencial es también una muestra de lo difícil que
les resulta a los líderes gremiales encontrar una única figura que los
represente. Más claro, agua.
Esta realidad se ve agravada por la crisis que atraviesa el peronismo en
general como base de las centrales obreras. Las internas se multiplican y, casi
como en una realidad en espejo, la falta de consensos y líderes capaces de
encolumnar la propia tropa ha desatado uno de los conflictos más profundos de
los últimos treinta años. Ya no son pocos los que están cuestionando que
Cristina Kirchner, condenada y presa en su domicilio de San José 1111, está
llevando al movimiento a la ruina. Juan Cabandié lo dijo con una claridad
meridiana: “Si seguimos por este camino, en diez años pelearemos el cuarto
lugar con Myriam Bregman”. A CFK nunca le importó el peronismo sino su base
electoral como trampolín y sustento político. Hoy lo tiene secuestrado mientras
atraviesa las causas judiciales que la desvelan.
El comienzo del juicio por la causa de los cuadernos de Centeno representa
lo más parecido al ya legendario Mani Pulite que se ha visto en la Argentina.
Por lo tanto, se está en presencia de un juicio histórico. Las condenas serán
inevitables. Al revés de lo que han manifestado “la Jefa” y su cada vez más
reducido número de secuaces, la cantidad y la contundencia de las pruebas son
irrebatibles. Que se juzgue a la expresidenta ya no es novedad. Es menester
también recordar que, de haber estado vivo, Néstor Kirchner estaría hoy en el
banquillo de los acusados.
La novedad es, en cambio, que el resto de los imputados representa la
crema del empresariado vernáculo ligado al rubro de la construcción y, en este
caso en particular, de la obra pública. El así llamado Club de la Construcción
fue parte esencial de esa red de corrupción que incluyó pagos de sobreprecios,
beneficios por participar de licitaciones amañadas en las que muchos se
presentaban con costos inflados para darles apariencia de legalidad, aportes de
campaña y un largo etcétera.
Toda esta trama se pudo conocer por el trabajo extraordinario por su
valentía y rigurosidad de nuestro querido colega Diego Cabot y sus
colaboradores Candela Ini y Santiago Nasra. Ello es –una vez más– una muestra
cabal de que el periodismo honesto es un instrumento clave para hacer a las
sociedades más transparentes, justas y democráticas.







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