Contra la
resignación...
Así surge del proyecto de Presupuesto nacional enviado por el Poder Ejecutivo
al Parlamento, en el que se establecen restricciones muy severas a todo lo
relacionado con la inversión social: salud, educación, transporte, cultura,
previsión social, vivienda, fomento a la industria, entre otros.
A ese escenario de fondo se debe adicionar la situación en el Congreso, que en
sus últimas sesiones infligió algunas derrotas a las políticas nodales del
Gobierno nacional. Una de ellas fue el rechazo al DNU que otorgaba 100.000
millones de pesos extra a la Side. La otra, más trascendente aún, es la
aprobación del proyecto que otorga financiamiento a las universidades
nacionales, accediendo al reclamo de los docentes, trabajadores y estudiantes
de las casas de altos estudios del todo el país.
En tal sentido, el presidente ya anunció que esta ley será vetada, lo cual
inevitablemente generará una nueva confrontación en el Congreso. Sin embargo,
en esta oportunidad el debate será influenciado por lo que seguramente será una
masiva marcha de carácter nacional, que ya fue convocada por las instancias
universitarias.
En esta oportunidad, además, se sumará el fuerte reclamo de los jubilados a
favor del aumento de sus ingresos que fuera vetado por el presidente de la
Nación.
A la vez, los principales gremios del transporte (ferrocarriles, colectiveros,
portuarios, camioneros y aeronáuticos) se declararon en estado de alerta y
movilización «frente al juste y en solidaridad con los sindicatos
aeronáuticos», y también anuncian un plan de lucha.
En ese marco, irrumpió la voz del papa Francisco, quien eludiendo el habitual lenguaje vaticano, con sus respectivos cuidados diplomáticos, salió a confrontar directamente con el Gobierno nacional, fundamentalmente en cuestiones de carácter ideológico.
El papa hizo públicas sus críticas a la gestión mileísta, saliendo al cruce de
la narrativa presidencial de que la justicia social es un robo,
consecuentemente los recursos son finitos y por lo tanto no se puede aceptar
que ante una necesidad existe un derecho, porque alguien tiene que pagarlo. El
papa fue contundente: «Si no hay buenas políticas nacionales que afiancen la
justicia social para que todos tengan tierra, techo, trabajo, un salario justo
y derechos sociales adecuados, la lógica del descarte se va a extender dejando
a su paso violencia y desolación».
El pontífice argentino tomó la decisión de influir en la opinión pública y en
las fuerzas sociales y políticas, defendiendo a los núcleos más humildes, las
clases medias y a los jubilados reprimidos con gas pimienta, y criticando a los
políticos «que se entregan a los cocodrilos».
Consecuente con esta prédica convocó a los referentes sociales a «ser
protagonistas de la historia. Ustedes van al frente –dijo– y son custodios de
la justicia social. Protesten y realicen obras de inclusión».
Al final, con un sentido positivo y desde una perspectiva histórica afirmó que
«tarde o temprano las cosas cambiarán para bien». Así, en el marco de creciente
rechazo al ajuste que registran encuestas de opinión y se verifica en las
reacciones sociales y sindicales mencionadas, Francisco convocó al pueblo a «no
resignarse» y manifestó: «Los acompaño en su camino».
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