Una mentira expuesta…
Se dió vuelta
la taba... Alberto Fernández. Dibujo:
Pablo Temes.
El caso de Alberto Fernández
saca a la luz con claridad la doble moral que dominó las décadas de poder
kirchnerista.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 17/08/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
“Pito duro”. Así de brutal es como Cristina Fernández de Kirchner llamaba a Alberto Fernández, el hombre a quien escogió para llegar nuevamente al poder. CFK tiene un particular don para demostrar su crueldad. Es una verdadera pena que no tenga el mismo don para hacer el bien. No fue este apelativo la única instancia en la que la ex vicepresidenta aludió sin tapujos a los acontecimientos del ámbito de la vida privada del expresidente que se desarrollaban a la vista de todos los que frecuentaban tanto la quinta de Olivos, como la Casa Rosada. En la tarde del 14 de septiembre de 2021, –48 horas después de la catastrófica derrota electoral ocurrida en las PASO– CFK estalló de furia frente al jefe de Estado al que acorraló durante las tres horas y media que duró la reunión que mantuvieron en la Residencia de Olivos. “Alberto, tenés que dejar de joder con las minas que traes acá, sos un pajero, pero sos el Presidente. Empezá a controlar lo que hacés en tu vida privada porque todo el mundo lo sabe y nos va a causar problemas a todos”, señaló –entre tantas otras cosas– la ex vicepresidenta.
Uno y otro –el apelativo y el reproche furibundo pronunciado en medio de aquella conversación borrascosa abundante en vulgaridades– muestran claramente que CFK sabía lo que estaba pasando en la trastienda del poder. ¿Podía, pues, desconocer que Fabiola Yañez, por la que no sentía –ni siente– ningún afecto y/o empatía, estaba siendo víctima de maltratos y situaciones de violencia física propinados por su pareja, el Presidente? La respuesta es simple y contundente: No.
El escándalo político que sigue generando este caso es producto de la trama que deja al descubierto. Es una trama repugnante y repudiable, no sólo por los hechos en sí, sino también por el contexto en el cual ocurrieron. Todo esto que estamos conociendo en detalle sucedía mientras cursaba la pandemia de covid-19 a la que el Gobierno manejó de manera horrible y criminal. Horrible por el interminable encierro al que se sometió a la población y criminal por la decisión de no comprar la vacuna producida por el laboratorio Pfizer que podría haber reducido significativamente el número de más de 100 mil muertes causadas por la enfermedad.
Esta trama está llena de silencios cómplices que empiezan por la
exsecretaria privada del expresidente, María Canteros y terminan nadie sabe en
dónde ni en quién. La causa judicial por violencia de género contra el ex presidente es
una mancha venenosa que no para de expandirse. La larga lista de chats a través
de los que se desarrolló una conversación explícita y pormenorizada de lo que
estaba acaeciendo en la residencia presidencial no dejan dudas al respecto. “No
le digas nada a nadie sobre esto” expresa en uno de ellos Canteros, a quien,
por otra parte, se la percibe mucho más preocupada por el victimario que por la
víctima.
Esto ilustra también sobre la situación de asimetría existente a lo largo de todo este devenir violento. AF era el Presidente. El poder lo tenía él. Su comportamiento habla de una persona que se sentía impune. Fue Alfredo Yabrán quien, durante el reportaje que Mariano Grondona le hizo en su programa Hora Clave en 1997, pronunció aquella frase de alto impacto: “el poder es impunidad”. Dijo una gran verdad que, desde entonces, se han encargado de materializar presidentes, presidentas, gobernadores, intendentes y un largo etcétera de personas que se sirvieron del poder para delinquir descaradamente.
Es evidente que el expresidente se sentía impune. Por eso nombraba en cargos públicos para los que no tenían ninguna aptitud a mujeres por las cuales se sentía atraído a las que les proponía citas sin ningún límite ni cuidado. Su falta de decoro no fue accidental, sino intencional.
Una de las particularidades de esta historia es el nivel de evidencia que presenta. Son innumerables los videos, fotos, chats y comunicaciones telefónicas que dan cuenta tanto de la cronología de los hechos como de sus detalles.
El video en el que se lo ve y escucha hablar con Tamara Pettinato en el despacho presidencial, más que una comprobación de las conductas del expresidente es una radiografía de su patológica personalidad. El mejor adjetivo que lo define es libidinoso. Quien consulte el significado del término en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se encontrará con los siguientes sinónimos: lujurioso, lascivo, impúdico, concupiscente, lúbrico, obsceno,
pornográfico, sensual, vicioso, rijoso, salido, cachondo.
En conexión con todo este relato se plantea el rol del entorno presidencial que aparece complicado. Debe entenderse por entorno al médico presidencial, Dr. Federico Walter Saavedra, al intendente de la quinta de Olivos, Daniel Rodríguez, el ex vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, personal de seguridad y de servicio y una lista que sigue. Todos sabían. Todos callaron.
El caso que hoy nos atañe e impacta es una muestra cabal –una más– de la
doble moral del kirchnerismo. Es importante detenerse en esto.
Durante los 20 años de vigencia del kirchnerismo su doble moral fue una constante. Criticaban al neoliberalismo, pero en los 90 habían calificado a Carlos Menem como al mejor presidente de la historia de la Argentina. Se mostraban como adalides de los Derechos Humanos, pero en los 90, cuando Néstor Kirchner gobernaba Santa Cruz, habían invisibilizado todas las manifestaciones que en esa provincia intentaron llevar adelante las Madres de Plaza de Mayo. Despotricaban contra la convertibilidad, pero en los 90 habían sido fervorosos partidarios de las políticas implementadas por Domingo Cavallo. De todas estas contradicciones pudieron salir indemnes durante mucho tiempo. Una parte importante de la sociedad que prefirió ignorar esos antecedentes apoyó y votó al kirchnerismo, al que le dio un enorme poder.
Ese tiempo parece haber terminado.
Dijo Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo el mundo durante algún tiempo; se puede engañar a algunos durante todo el tiempo; lo que no se puede es engañar a todo el mundo durante todo el tiempo”. Es lo que está sucediendo con el kirchnerismo, cuya mentira –esencia sobre la que edificó todo su poder– finalmente ha quedado expuesta a la vista de todos y todas.
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