De
ómnibus a minibús…
Meter
balas en el protocolo, Patricia Bullrich Pueyrredón. Dibujo: Pablo Temes.
Todo lo que
ocurrió en los tres días de sesiones en Diputados era previsible. Habrá que
seguir negociando.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 03/02/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
“Bases y puntos de partida para la
libertad de los argentinos” pasó de ser un proyecto de ley ómnibus a ser un
proyecto de ley minibus. La sanción en general, por parte de la Cámara
de Diputados augura nuevos cambios y /o recortes en la
votación en particular. Lo evidencia la decisión de postergar el tratamiento de
cada uno de sus artículos hasta el próximo martes.
Habrá que seguir negociando. Todo lo que ocurrió a lo largo de los
tres días de sesiones en los que se discutió el proyecto era previsible. A
decir verdad, lo que hubo en el plenario de la Cámara baja no fue un debate
sino una serie de peroratas interminables en la que, en medio de chicanas e
invectivas, muchos decían cualquier cosa. Algunos dieron vergüenza. Lo marcó
muy bien Miguel
Ángel Pichetto que, de lejos, fue el mejor en cuanto a su
conocimiento de la mecánica de funcionamiento de la Cámara y de la legislación.
Fue malo lo del kirchnerismo que, fingiendo demencia, se expresó
como si nada tuviera que ver en la catástrofe por la cual atraviesa la
Argentina. ¿Podía esperarse otra cosa? Lo primero que deberían haber hecho es
pedir disculpas por la horrorosa gestión de Alberto Fernández, Cristina
Fernández de Kirchner y Sergio
Massa. Milei presidente es la evidencia categórica del fracaso del kirchnerismo.
La pauta de esa realidad por ellos ignorada la tuvo Máximo
Kirchner durante la pantomima que protagonizó en la noche del jueves cuando,
durante los incidentes entre el grupúsculo de manifestantes que intentaban
cortar las calles que enmarcan a la Plaza
del Congreso, salió a la calle para hacer no se sabe qué y
recibió críticas encendidas por el desastroso gobierno del que fue parte. Milei
presidente es la evidencia categórica de ese rotundo fracaso. Por otra parte,
los legisladores de Unión por la Patria tanto en Diputados como en la reunión
de Comisión del miércoles en el Senado, donde el ahora oficialismo no pudo
obtener dictamen para la modificación de la ley de Prevención de Lavado de
Activos, se mofaban de lo difícil que le resulta a sus pares de La
Libertad Avanza y Unión PRO, alcanzar sus objetivos.
Chicanas propias de un grupo de alumnos del colegio secundario.
Fue –como siempre– malo lo de los partidos de izquierda y los
movimientos piqueteros, una mixtura para la cual el gran triunfo era poder
cortar la calle. A medida que fueron pasando los días, la cantidad de gente que
participó fue disminuyendo de manera apreciable. Ello permitió identificar muy
bien a los violentos que se dedicaron a romper baldosas y cordones para agredir
a las fuerzas de seguridad. Eran verdaderos provocadores cuyo objetivo era
generar un accionar descontrolado de la Policía, la Prefectura, la Gendarmería
y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. La medida de la falta de apoyo a esta
metodología, la dio la actitud de los automovilistas de transitar por la zona
no bien se despejaba. Como se ha repetido una y mil veces en esta columna, el
derecho a protestar y manifestarse contra un gobierno es absolutamente legal y
legítimo, y forma parte de la esencia de la vida en democracia. Ese derecho
debe ser ejercido con métodos legales. Cortar una calle, una ruta, una vía, no
lo es; el vandalismo tampoco.
Fue malo lo del Gobierno. Creyó que se podía llevar por delante todo y a todos
Fue malo lo del Gobierno. Creyó que se podía llevar por delante
todo y a todos. El 56% de los votos no le da derecho a hacer cualquier cosa.
Ese pensamiento es el mismo que tuvo CFK cuando fue reelegida en 2011 con el
54%.
Hay errores conceptuales profundos en Javier
Milei y el círculo áulico que lo rodea: uno es considerar
que ser fuerte significa que a los que no piensan como ellos hay que agredirlos
y tratarlos como enemigos y corruptos; el otro, creer que las únicas ideas
buenas son las suyas. Sin embargo, nada de esto los preocupa. Están convencidos
de que la magnitud del desprestigio de la dirigencia política es tal que, que
es mejor estar lo más lejos posible de ellos.
El Gobierno ganó el primer tiempo de un partido largo y complejo
que aún no está terminado. En gran medida se aprovechó de una oposición
absolutamente dividida y fragmentada. Aún así, para lograrlo tuvo que ceder y
negociar. Lo que cedió no fue poca cosa: ni más ni menos que el paquete fiscal,
que es el corazón del programa económico que lleva adelante Luis
Caputo. Al día de hoy, nadie sabe cuándo esto podrá ser
tratado. En las cercanías del ministro tienen la convicción de que, tarde o
temprano, serán los gobernadores los que pidan algunas de las medidas
propuestas en el capítulo impositivo eliminado de la ley. Por eso en el
Ministerio de Economía se trasunta un clima de optimismo. Hay dos datos
positivos que les dan aliento: el aumento de las reservas del Banco Central y
una caída del índice de inflación de enero que las consultoras están ubicando
alrededor del 20%. La contracara de esto es la recesión que no durará poco tiempo.
La caída en la actividad económica arrastra como consecuencia directa la falta
de generación de nuevos puestos de trabajo.
La gente está aguantando como puede. Sin embargo, en el Gobierno permanecen
inmutables. Aquellos a quienes les toca negociar, tienen algo más de
autocrítica. Lo dicen en voz baja porque temen la ira de sus pares de paladar
negro, dentro de la Libertad Avanza. Un empresario dio la alerta al describir
lo que percibe como contraproducente para la gestión: “Una cosa es mostrar firmeza
ejemplificadora y otra muy distinta es echar un ministro a los 60 días de
iniciado el Gobierno. Si continúa esa inestabilidad terminará generando dudas
respecto a la presencia de interlocutores válidos. Si hablás con alguien
pensando que su gestión puede durar lo que canta un gallo, entonces la
confianza se rompe”.
Argentina intenta ponerse de pie; pero deberá recorrer un largo camino a prueba
y error con un gobierno que transita los vaivenes del aprendizaje constante.
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