Una vergüenza política…
Córdoba. Bullrich no suspendió la convocatoria. Se subió al estrado y dijo su speech. Fotografía: Agencia Telam
Frente a un hecho atroz como fue el asesinato de una niña estudiante de Lanús, la respuesta de la política es mostrar que no tiene respuesta, pero a su vez burlarse de la gente diciendo que levantaban los actos de cierre, pero continuando de otra forma con su campaña proselitista.
© Escrito por Hugo Haime, Consultor y Analista Político, el viernes 12 de agosto de 2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Ante el hecho aberrante, ante la iniciativa de Grindetti-Bullrich que habían programado su acto de cierre en Lanús, Larreta y el peronismo inmediatamente hicieron lo mismo. Parecía que habían suspendido las campañas. Pero no, lo que se suspendió en realidad fue hablarles a sus propios militantes desde tribunas efervescentes en donde se escuchan bombos y aturde la música. Ya por la tarde unos se tiraban el muerto a los otros, y por la noche se paseaban sin pudor por los canales de TV. Al comienzo, dando el sentido pésame, y luego avanzaban desarrollando sus plataformas.
Es más, Bullrich en Córdoba no suspendió la convocatoria. Se subió al estrado, dijo su speech político y pidió que no festejen. Luego de tamaños hechos, cómo pretenden que la mayoría de los ciudadanos, más allá de a quién voten, no se pliegue al que se vayan todos. Hay mucho para reflexionar sobre lo sucedido.
Dado que en forma permanente hay sucesos similares en el Conurbano, nos preguntamos si el asesinato hubiera ocurrido en otra localidad en la que no estuviera involucrado un candidato a gobernador e intendente del lugar y en la que se haría el acto de cierre de la campaña presidencial, si hubieran suspendido el acto. Supongamos que el caso hubiera sucedido en Chascomús o en Gral. Alvear en La Pampa. Apuesto que no. Es más, se hubieran dedicado a mencionar el tema sin pudor. El peronismo, obviamente para no desentonar, también suspendió los dos cierres programados, el de gobernador y el de presidente.
Un electorado que teme al presente y duda del futuro
Todos los días por los canales de televisión conocemos sucesos parecidos. No hay nada nuevo. Los personajes son los mismos. La droga, la violencia, la falta de normas, la impunidad, el dolor de una familia, la impotencia, la indignación popular. En Lanús estuvieron todos los ingredientes. Menores involucrados que se saben inimputables, utilizados por adultos como modo de esconder sus delitos. Bandas de delincuentes que están localizadas, pero ante las cuales no se actúa con eficiencia. El interrogante sobre si llegó o no a tiempo la única ambulancia municipal. La mirada sobre la Policía y sobre la Justicia. Intendentes que no viven en el lugar y además tienen otras ocupaciones, como ser presidentes de clubes de fútbol.
Por caso, Grindetti no es solo intendente de Lanús, también es presidente de Independiente. Poco tiempo le queda para ejercer su responsabilidad en el municipio, y delega en Kravetz, su aspirante a la sucesión. Este, hasta ahora, aparecía como quien era capaz de ocuparse de la seguridad en el municipio, haciendo campaña electoral sobre ello. Hace años que el principal problema de Lanús es la inseguridad, como lo es en una gran parte de los municipios del Conurbano.
La población cree que resolverla les corresponde a los tres niveles políticos: nacionales, provinciales y municipales, los que, en vez de coordinar, se echan la culpa entre sí o se sacan la responsabilidad de encima. También tenemos a quienes juegan de defensores de menores pobres, y entonces aparece el discurso sobre la criminalización de la pobreza. Todo parece una película repetida. La política reacciona echando culpas cuando aparece involucrada. En Rosario sucedió algo parecido; el Estado reacciona tarde. Lo sucedido en Lanús es solo una muestra del drama por el que están pasando diariamente millones de familias.
La pregunta persistente que se hace la población es de quién es la culpa, si de la falta de leyes adecuadas, si de la incapacidad de tomar el problema de la inseguridad como un todo, si de la situación económica que incrementa la pobreza y la marginalidad, si de quienes impiden que se cumplan con los días mínimos de escolaridad, si de la baja calidad educativa. Podríamos seguirla al infinito con las preguntas y la asignación de culpabilidades.
Hoy estamos en un momento álgido, en el que la relación entre la dirigencia y la sociedad está rota, al punto tal que luego del asesinato de Morena los vecinos, además de sollozar su pena, decían todo el tiempo: “Tenemos miedo, vivimos con miedo, y los políticos solo vienen para pedirnos el voto”. Por ello mismo, que haya o no acto de cierre nada cambia, solo pone en evidencia la imposibilidad que tiene la dirigencia de pensar en grande.
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