sábado, 26 de agosto de 2023

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Lecciones de Malvinas (Tercera Entrega) 

Escena. En el General Belgrano murieron la mitad de los argentinos en el conflicto.Fotograía: CEDOC 

Primer día de combate. Estrategia británica de desgaste, el hundimiento del “A.R.A. General Belgrano (C-3)”, el desembarco en San Carlos. Un necesario pedido que obligó a sobrepasar la cadena de mando y la batalla a la altura –y en parte desconocida– dada por las fuerzas argentinas.        

© Escrito por Martín Balza, Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el sábado 12/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Se inicia la guerra. Una distorsionada expresión del ser nacional, exitista y derrotista por antonomasia, no rescató en su justa medida la gesta del Atlántico sur, a pesar de que el propio adversario reconoció, valoró y elogió el comportamiento de nuestras fuerzas. Muchos dirigentes políticos desconocen, casi totalmente, cómo se desarrollaron las operaciones de Malvinas. 


La primera guerra de la era misilística –como la calificaron fuentes extranjeras– tuvo la misma duración que la del Golfo, en 1991, en la cual la campaña aérea estadounidense duró 38 días y la terrestre solo cuatro días. En total 42 días, y tuvieron 144 muertos en combate. En Malvinas, la campaña aérea y marítima británica duró alrededor de veinte días y la terrestre, 24. En total 44 días, con un saldo de alrededor de trescientos británicos muertos en combate.

El adversario empleó simultáneamente una estrategia de desgaste a partir del 7 de abril: amenaza marítima, sanciones económicas junto con sus aliados de la OTAN, gestiones diplomáticas y un efectivo empleo de la acción psicológica, ante una incomprensible inacción política, diplomática y militar argentina. A partir del 1° de mayo el Reino Unido buscó la batalla decisiva.

El día indicado, a las 4.40, un bombardero de gran altura –Vulcan XM 607, perteneciente al Escuadrón 101 de la Royal Air Force (Fuerza Aérea Británica) – lanzó 21 bombas de mil libras cada una sobre la península del Aeropuerto de Puerto Argentino, sector defendido por el Regimiento de Infantería 25, al mando del teniente coronel Alí M. Seineldín: la operación de bombardeo más importante realizada después de la Segunda Guerra Mundial. 

La máquina fue detectada por nuestros radares de vigilancia antiaérea, de doscientas millas de alcance, pero no entró dentro del alcance de los modernos sistemas de armas antiaéreas del Ejército: misiles Roland (6 km), cañones Oerlikon-Contraves de 35 mm (4 km) y Blow-Pipe portátil (3,2 km). 

Esa misma mañana, a las 7.45, presencié el primer ataque de cuatro aviones, en vuelo rasante, sobre el aeropuerto. Y a las 8.25, se produjo un segundo ataque con cinco, ambos con cazabombarderos Sea Harrier. 

La destrucción de las instalaciones fue importante, pero la pista quedó operativa. En estas acciones abrió fuego la artillería antiaérea derribando dos aviones y un tercero se alejó aparentemente averiado. El último derribo se produjo el 8 de junio. Se aprecia que las pérdidas británicas atribuidas a la artillería antiaérea fueron en total de 14 o 15 aviones Harrier y treinta helicópteros en distintas circunstancias.

La acción antiaérea fue uno de los pocos casos de actividad conjunta que se implementaron en Malvinas a nivel táctico, y aprecio que la profesionalidad y eficiencia evidenciada impidió que la guerra finalizara el 1° de mayo.

El estadounidense Thomas Milton afirmó: “Los artilleros antiaéreos argentinos, con medios inferiores en número y calidad, demostraron una peligrosidad tal que obligó a sus enemigos a volar a gran altura, fuera del alcance de sus misiles y cañones”. 

La revista especializada Armada International, en 1983, consignó: “Siempre se supuso que, para las fuerzas del Tercer Mundo, con modestos recursos en efectivos competentes, el entrenamiento plantearía serios inconvenientes. No obstante, parece ser que, en lo que respecta al sistema de misiles y cañones antiaéreos, las tropas argentinas estaban perfectamente capacitadas y emplearon eficientemente sus medios”. 

Durante toda la guerra los aviones enemigos exigieron un alistamiento permanente, lo que demandó un gran consumo de combustible para la operatividad de los radares, misiles y cañones antiaéreos, que trabajaban con grupos de generadores. La aproximación y detección de cualquier avión por los radares de vigilancia (200 millas de alcance) significaba una alerta roja, ya que resultaba imposible determinar si la misión del enemigo era un ataque, un reconocimiento o un rutinario patrullaje. 


Otro de los inconvenientes se originaba en la capacidad de responder a la guerra electrónica que perturbaba a los radares. Contra esa interferencia y engaño la defensa más eficaz era la conocida “agilidad” (cambios) de frecuencia que poseían los modernos equipos. 

Otra seria amenaza eran los misiles antirradiación Shrike (destinados a destruir radares atraídos por la emisión magnética emitida por el radar propio). El enemigo lanzó cinco o seis de ellos, pero solo uno, el 3 de junio, en horas de la madrugada, hizo impacto en un radar del Grupo de Artillería Antiaérea 601, produciendo la muerte del teniente Alejandro Dachary, el sargento Pascual Blanco y los soldados Oscar Diarte y Jorge Llamas. 

El Sistema Conjunto de Defensa Antiaérea, en Puerto Argentino, proporcionó una eficaz protección a los blancos más rentables buscados por el enemigo: el aeropuerto (que permaneció operativo durante todo el conflicto), la artillería de campaña, las instalaciones logísticas y los puestos de comando y comunicaciones. También controló y dirigió incursiones de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval, proporcionó ayudas de navegación y posibilitó operaciones de búsqueda y salvamento. Operó desde el 2 de abril hasta el 14 de junio, conducido por el teniente coronel Héctor L. Arias, el capitán de corbeta Héctor Silva y el mayor Hugo Mayorano. 

En las primeras horas de la tarde del 1° de mayo, los británicos, por primera y única vez, acercaron algunas fragatas; las siluetas de tres de ellas se veían claramente sobre el mar al sur de Puerto Argentino. El accionar de la Fuerza Aérea Sur impidió que volvieran a realizarlo en horas de luz, pero de noche se acercaban y el cañoneo naval se convirtió en un molesto flagelo. 

Aproximadamente a las 16.00, sorpresivamente, un Mirage, un avión interceptor propio que venía de cumplir una misión de ataque a otros buques, sobrevoló nuestra posición (Grupo de Artillería 3) a 200 metros de altura. Se apreciaba averiado e intentó un frustrado e imposible aterrizaje en el aeropuerto local. Cayó al mar y su piloto no pudo ser rescatado, era el capitán Gustavo García Cuerva. 

En las primeras horas de la noche nos sorprendió un bombardeo naval, caracterizado por su gran cadencia de fuego –dos o tres disparos por segundo–, sobre la posición del Batallón de Infantería 5, al mando del capitán de fragata Hugo Robacio, en los montes Tumbledown y Sapper Hill, donde mi unidad tenía Grupo de Observación Adelantado. El fuego duró entre 15 y 20 minutos. El batallón sufrió algunas bajas, entre los heridos, el subteniente Juan J. Gutiérrez, del GA 3. 

El primer día de combate había finalizado. Para nosotros fue uno de los dos días más largos de una guerra que se prolongaría 44 días más. 

Es curioso que, para el Comité Militar, según Mario Benjamín Menéndez, “las hostilidades se detendrían y se replantearían las negociaciones ya con verdaderas posibilidades de solución” (libro Así lucharon, de Carlos Túrolo). El 2 de mayo, el submarino Conqueror hundió el crucero General Belgrano, lo que produjo la mitad de los muertos argentinos en el conflicto. 

Esperando el desembarco. El hundimiento del Crucero A.R.A. General Belgrano (C-3) el 2 de mayo, que ocasionó 323 muertos, por el submarino nuclear Conqueror, fue un duro golpe y materializó el dominio naval y aéreo británico. El viejo crucero yace con gran parte de su tripulación en el fondo del mar, y su ubicación ha sido, con justicia, declarada “lugar histórico nacional y tumba de guerra” (Ley Nacional 25.554/2001). 

El crucero había sido botado en los Estados Unidos en 1938 con el nombre de USS Phoenix, participó en acciones de la Segunda Guerra Mundial y en 1941 se salvó del ataque japonés a la base aeronaval de Pearl Harbor, en el Pacífico. Al ser incorporado a la Armada fue bautizado con el nombre de 17 de Octubre. En septiembre de 1955 se le impuso el nombre de Belgrano. 

El 4 de mayo un misil aire-mar AM39-Exocet, lanzado por un avión de la Aviación Naval, hundió el destructor Sheffield. El día 6, Leslie Gelb, periodista de The New York Times, resumió la desazón de Washington, contando que Alexander Haig, secretario de Estado de EE.UU., “se había encontrado en Buenos Aires con a gang of thugs (una banda de canallas) sin ideas claras sobre nada, dispuestos a hacerse la guerra entre ellos en cualquier momento. No tienen con quién negociar, debido a la tremenda división de la cúpula militar”, según lo publicado en la revista Actualidad Española el 6 de mayo de 1982. 

Los días siguientes continuaron nuestros intermitentes ataques a la flota enemiga, los que, a pesar de varios éxitos, fragatas hundidas, averiadas y bajas de combate, no modificaron el cerco sobre las islas. Los británicos continuaron con sus ataques aéreos y bombardeos navales sobre nuestras posiciones, con la finalidad de hostigar y desgastar, afectando más psíquica que físicamente a nuestras tropas, trastornando el descanso, las actividades logísticas y los movimientos. 

Las patrullas aéreas integradas por dos aviones Harrier operaban durante las horas de luz y, durante las de oscuridad, el enemigo recurría al fuego naval de hostigamiento, con sus cañones de 4,5 pulgadas (115 mm) y 17 km de alcance. 

Afortunadamente, estos últimos no eran todo lo eficaces que parecería, como consecuencia de su calibre liviano, su trayectoria “tendida”, las características de la turba malvinera y, en muchos casos, por los “abrigos” que habíamos construido: obuses y cañones enterrados, posiciones de artillería simuladas, dispersión, pozos de zorro, trincheras y puestos de comando recubiertos con tambores rellenos con tierra y turba, que nos protegieron sensiblemente. 

Para atenuar lo expresado, tres veces le solicité al general Oscar Jofre la posibilidad de contar con artillería pesada, que permanecía en la Patagonia. En la primera oportunidad me respondió: “Para qué los quiere, si enfrentamiento no va a haber”. En la segunda: “Lo que usted me propone es ciencia ficción”. En la tercera fue más lacónico: “Hablemos en serio”. 

Mis argumentos fueron muy simples: “Estoy convencido de que los británicos desembarcarán, que habrá enfrentamiento y que hablo en serio. Ellos tienen artillería de campaña liviana de 105 mm y 17 km de alcance. Sus cañones navales tienen 115 mm y también 17 km. Nosotros, le recuerdo, contamos solo con obuses de 105 mm y 10,2 km de alcance. Estoy solicitando algo muy posible: contar con cañones Sofma de 155 mm y 20 km de alcance. En el continente no habrá enfrentamiento. De contar con ellos hasta finalizaría la impunidad de los bombardeos navales nocturnos. Contamos con radares de vigilancia y adquisición de blancos necesarios”. No obtuve ninguna respuesta.  

Sobrepasando la cadena de mando, y sin el conocimiento y autorización del general Jofre, hablé con el brigadier Luis Castellanos, jefe del componente aéreo en Puerto Argentino, quien comprendió mis argumentos. Así las cosas, los días 14 y 15 de mayo arribaron en aviones Hércules C-130 dos cañones Sofma. ¡Cómo hubiera deseado de tener una docena de ellos!  

Pertenecían al Grupo de Artillería 101 de Junín, y pasaron a constituir la cuarta batería del Grupo de Artillería 3 al mando del teniente primero Luis Daffunchio; entre sus integrantes recuerdo al sargento primero Omar Liborio y a los soldados Héctor López y Raúl Wuldrich.  

El comportamiento y la profesionalidad de sus hombres fueron reconocidos y elogiados por nuestra Armada y Fuerza Aérea, y por el propio enemigo. La impunidad de los bombardeos navales disminuyó sensiblemente y contribuyó positivamente con las medidas de acción psicológica durante todo el conflicto y en la batalla de Puerto Argentino (8 al 14 de junio).  

La noche del 15 al 16 de mayo el enemigo realizó dos operaciones sorpresivas y exitosas. Una de ellas en el estrecho de San Carlos, donde una fragata atacó y hundió el buque mercante argentino Isla de los Estados, que transportaba importantes abastecimientos. La otra, con tropas comando, en la isla de Borbón, donde se había instalado una pequeña base con pista de tierra en la que podían operar aviones livianos, entre ellos los Pucará y los viejos Mentor T-34. Todos fueron destruidos con granadas de mano. La misma estaba a cargo de efectivos de la Armada.  

El 19 de mayo, el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, informó a nuestro país que las negociaciones habían llegado a su fin, “que los británicos habían dicho que tenían un deadline (fecha tope), que era el día de hoy, y que las propuestas argentinas no solo no eran aceptables, sino que tampoco eran enmendables”. Esa actitud la tenían desde el principio. 

Mientras el gobierno argentino creía que conversaba, negociaba y analizaba, la actitud británica era clara: imponer su propuesta e ir a la guerra. Desde el principio era el objetivo de la primera ministra, la señora Margaret Thatcher.  

Hasta ese momento el Comité Militar, Menéndez y Jofre en las islas, continuaban convencidos de que el desembarco se realizaría al sur de Puerto Argentino, donde nosotros éramos más fuertes. A la Bahía de San Carlos, a pesar de que un isleño la había alertado como el lugar más probable para un desembarco, no se le prestó la más mínima atención. Olvidaron que el general británico Basil H. Liddell Hart, dijo: “Lo indirecto de la aproximación es tan significativo como lo decisivo de los resultados”. 

Jofre se justificó diciendo que “el asesoramiento naval con relación a la Bahía de San Carlos fue que no ofrecía características favorables para la operación de los buques”. El 21 de mayo, los británicos desembarcaron en San Carlos.



   

Malvinas Lessons (Third Delivery)


Scene. In General Belgrano, half of the Argentines died in the conflict. Photography: CEDOC

First day of combat. British strategy of attrition, the sinking of the "ARA General Belgrano", the landing in San Carlos. A necessary request that forced the chain of command to be exceeded and the battle at the height –and in part unknown– given by the Argentine forces.

© Written by Martín Balza, Former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Saturday 08/12/2023 and published by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic .

The war starts. A distorted expression of the national being, successful and defeatist par excellence, did not fully rescue the feat of the South Atlantic, despite the fact that the adversary himself recognized, valued and praised the behavior of our forces. Many political leaders are almost completely unaware of how the Malvinas operations were developed.

The first war of the missile era – as described by foreign sources – lasted the same as the one in the Gulf, in 1991, in which the US air campaign lasted 38 days and the ground campaign only four days. In total 42 days, and they had 144 killed in combat. In the Malvinas, the British air and sea campaign lasted around twenty days and the land campaign, 24. In total 44 days, with a balance of around three hundred British dead in combat.

The adversary simultaneously used a strategy of attrition as of April 7: maritime threat, economic sanctions together with its NATO allies, diplomatic efforts and an effective use of psychological action, in the face of an incomprehensible Argentine political, diplomatic and military inaction. As of May 1, the United Kingdom sought the decisive battle.

On the indicated day, at 4:40 a.m., a high-altitude bomber – Vulcan XM 607, belonging to 101 Squadron of the Royal Air Force (British Air Force) – dropped 21 bombs of a thousand pounds each on the peninsula of the Puerto Argentino Airport, sector defended by the 25th Infantry Regiment, commanded by Lieutenant Colonel Alí M. Seineldín: the most important bombing operation carried out after World War II.

The machine was detected by our anti-aircraft surveillance radars, with a range of two hundred miles, but did not come within the range of the Army's modern anti-aircraft weapons systems: Roland missiles (6 km), Oerlikon-Contraves 35 mm guns (4 km ) and portable Blow-Pipe (3.2 km).
That same morning, at 7:45 a.m., I witnessed the first attack by four planes, low-flying, over the airport. And at 0825, there was a second attack with five, both with Sea Harrier fighter-bombers.

The destruction of the facilities was significant, but the runway remained operational. In these actions the anti-aircraft artillery opened fire, shooting down two planes and a third apparently damaged. The latest shootdown occurred on June 8. British losses attributed to anti-aircraft artillery can be seen to have totaled 14 or 15 Harrier aircraft and thirty helicopters under various circumstances.

The anti-aircraft action was one of the few cases of joint activity that was implemented in the Malvinas at a tactical level, and I appreciate that the professionalism and efficiency shown prevented the war from ending on May 1st.

The American Thomas Milton affirmed: "The Argentine anti-aircraft gunners, with inferior means in number and quality, demonstrated such a dangerousness that they forced their enemies to fly at a high altitude, out of the range of their missiles and cannons."

The specialized magazine Armada International, in 1983, stated: “It was always assumed that, for Third World forces, with modest resources in competent troops, training would pose serious drawbacks. However, it seems that, with regard to the missile system and anti-aircraft guns, the Argentine troops were perfectly trained and used their resources efficiently.

Throughout the war, enemy planes required permanent readiness, which demanded a large consumption of fuel for the operation of radars, missiles and anti-aircraft guns, which worked with groups of generators. The approach and detection of any aircraft by surveillance radars (200 mile range) meant a red alert, since it was impossible to determine if the enemy's mission was an attack, a reconnaissance, or a routine patrol.

Another of the drawbacks originated in the ability to respond to electronic warfare that disturbed radars. Against this interference and deception, the most effective defense was the well-known "agility" (changes) of frequency that modern equipment possessed.

Another serious threat were the Shrike anti-radiation missiles (destined to destroy radars attracted by the magnetic emission emitted by the radar itself). The enemy launched five or six of them, but only one, on June 3, in the early hours of the morning, hit a radar belonging to the 601st Antiaircraft Artillery Group, killing Lieutenant Alejandro Dachary, Sergeant Pascual Blanco and soldiers Oscar Diarte and Jorge Llamas.

The Joint Air Defense System, in Puerto Argentino, provided effective protection to the most profitable targets sought by the enemy: the airport (which remained operational throughout the conflict), field artillery, logistics facilities, and command posts. and communications. It also controlled and directed incursions by the Air Force and Naval Aviation, provided navigation aids, and enabled search and rescue operations. It operated from April 2 to June 14, led by Lieutenant Colonel Héctor L. Arias, Lieutenant Commander Héctor Silva and Major Hugo Mayorano.

In the early afternoon of May 1, the British, for the first and only time, brought some frigates close; the silhouettes of three of them were clearly visible over the sea south of Puerto Argentino. The actions of the South Air Force prevented them from doing it again during daylight hours, but at night they got closer and the naval cannonade became an annoying scourge.
At approximately 4:00 p.m., surprisingly, a Mirage, our own interceptor plane that had just completed a mission to attack other ships, flew over our position (Artillery Group 3) at an altitude of 200 meters. It appeared damaged and attempted a frustrated and impossible landing at the local airport. It fell into the sea and its pilot could not be rescued, it was Captain Gustavo García Cuerva.

In the early hours of the night, we were surprised by a naval bombardment, characterized by its high rate of fire –two or three shots per second–, on the position of the 5th Infantry Battalion, under the command of Commander Hugo Robacio, in the mountains Tumbledown and Sapper Hill, where my unit had Advanced Observation Group. The fire lasted between 15 and 20 minutes. The battalion suffered some casualties, among the wounded, Second Lieutenant Juan J. Gutiérrez, from GA 3.

The first day of combat was over. For us it was one of the two longest days of a war that would last another 44 days.

It is curious that, for the Military Committee, according to Mario Benjamín Menéndez, "the hostilities would stop and the negotiations would be reconsidered, with real possibilities for a solution" (book Así lucharon, by Carlos Túrolo). On May 2, the Conqueror submarine sank the cruiser General Belgrano, which caused half of the Argentine deaths in the conflict.

Waiting for landing. The sinking of the cruise ship ARA General Belgrano on May 2, which caused 323 deaths, by the nuclear submarine Conqueror, was a heavy blow and materialized British naval and air dominance. The old cruise ship lies with a large part of its crew at the bottom of the sea, and its location has been, justly, declared a "national historic site and war grave" (National Law 25,554 / 2001).

The cruise had been launched in the United States in 1938 under the name of USS Phoenix, she participated in actions of World War II and in 1941 she was saved from the Japanese attack on the Pearl Harbor naval air base, in the Pacific. Upon being incorporated into the Navy, she was baptized with the name of October 17. In September 1955 she was named Belgrano.

On May 4, an AM39-Exocet air-sea missile, launched by a Naval Aviation plane, sank the destroyer Sheffield. On the 6th, Leslie Gelb, a journalist for The New York Times, summed up Washington's uneasiness, telling that Alexander Haig, US Secretary of State, “had met in Buenos Aires with a gang of thugs (a band of scoundrels) without clear ideas about anything, willing to make war among themselves in any moment. They have no one to negotiate with, due to the tremendous division of the military leadership”, according to what was published in the magazine Actualidad Española on May 6, 1982.

The following days our intermittent attacks on the enemy fleet continued, which, despite various successes, frigates sunk, damaged and combat casualties, did not modify the siege on the islands. The British continued with their air attacks and naval bombardments on our positions, with the aim of harassing and wearing down, affecting our troops more mentally than physically, disrupting rest, logistical activities and movements.

The air patrols made up of two Harrier planes operated during the daylight hours and, during the dark hours, the enemy resorted to harassing naval fire, with its 4.5-inch (115 mm) guns and 17 km range.

Fortunately, the latter were not as effective as it would seem, as a result of their light caliber, their "laying" trajectory, the characteristics of the Malvinera mob and, in many cases, because of the "shelters" we had built: howitzers and buried cannons. , simulated artillery positions, dispersion, foxholes, trenches and command posts covered with drums filled with earth and peat, which protected us significantly.

To mitigate what was said, three times I asked General Oscar Jofre for the possibility of having heavy artillery, which remained in Patagonia. At the first opportunity, he answered me: "Why do you want them, there will be no confrontation." In the second: "What you propose to me is science fiction." In the third he was more laconic: "Let's talk seriously."

My arguments were very simple: “I am convinced that the British will land, that there will be a confrontation and that I am serious. They have 105mm light field artillery with a 17km range. Their naval guns are 115 mm and also 17 km. We, I remind you, have only 105 mm howitzers with a range of 10.2 km. I am requesting something very possible: to have 155 mm Sofma guns with a 20 km range. There will be no confrontation on the continent. If they counted on them, the impunity of the nocturnal naval bombardments would end. We have surveillance radars and acquisition of the necessary targets”. I did not get any response.

Bypassing the chain of command, and without the knowledge and authorization of General Jofre, I spoke with Brigadier Luis Castellanos, head of the air component in Puerto Argentino, who understood my arguments. Thus, on May 14 and 15, two Sofma cannons arrived in Hercules C-130 planes. How I wish I had a dozen of them!

They belonged to the 101st Artillery Group of Junín, and became the fourth battery of the 3rd Artillery Group under the command of First Lieutenant Luis Daffunchio; among its members I remember first sergeant Omar Liborio and soldiers Héctor López and Raúl Wuldrich.

The behavior and professionalism of your men were recognized and praised by our Navy and Air Force, and by the enemy himself. The impunity of the naval bombardments decreased significantly and contributed positively with the psychological action measures throughout the conflict and in the battle of Puerto Argentino (June 8-14).

On the night of May 15-16, the enemy carried out two surprising and successful operations. One of them in the San Carlos Strait, where a frigate attacked and sank the Argentine merchant ship Isla de los Estados, which was carrying important supplies. The other, with commando troops, on the island of Borbón, where a small base with a dirt strip had been installed where they could operate light aircraft, including the Pucará and the old Mentor T-34. All were destroyed with hand grenades. It was in charge of members of the Navy.

On May 19, the Secretary General of the United Nations, Javier Pérez de Cuéllar, informed our country that the negotiations had come to an end, "that the British had said they had a deadline, which was the day today, and that the Argentine proposals were not only not acceptable, but also not amendable.” They had that attitude from the beginning.

While the Argentine government believed that it was talking, negotiating and analyzing, the British attitude was clear: impose its proposal and go to war. From the beginning it was the goal of the Prime Minister, Mrs. Margaret Thatcher.

Until that moment, the Military Committee, Menéndez and Jofre on the islands, continued to be convinced that the landing would take place south of Puerto Argentino, where we were stronger. Despite the fact that an islander had alerted it as the most probable place for a landing, the Bay of San Carlos was not given the slightest attention. They forgot that British General Basil H. Liddell Hart said: "The indirectness of the approach is as significant as the decisiveness of the results."

Jofre justified himself by saying that "the naval advice in relation to the San Carlos Bay was that it did not offer favorable characteristics for the operation of the ships." On May 21, the British landed at San Carlos.


"THE MALVINAS ISLANDS WERE, ARE AND WILL BE FOREVER ARGENTINE" 

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