sábado, 19 de agosto de 2023

Lecciones de Malvinas... (Segunda Entrega) @dealgunamaneraok...

 Malvinas: el engaño al pueblo argentino y la crónica de un final anunciado…

Plaza de mayo. Embriagado de poder por el baño de multitudes, el general Galtieri lanzó una proclama belicista que dejó sin margen de negociación a la Argentina.

Primeras “torpes decisiones de la Junta Militar”, la segunda entrega de Martín Balza. Los altos mandos estaban convencidos de que no se llegaría a una guerra. Pero Londres tenía su plan de ataque listo.

© Escrito por Martín Balza, Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el viernes 05/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Del 8 al 30 de abril de 1982. El 7 de abril asumió el general Mario Benjamín Menéndez como gobernador de las islas. Para el canciller Nicanor Costa Méndez la designación de un militar no era conveniente, pues abandonaba la idea de ocupar para negociar. Al día siguiente, el Reino Unido (RU) notificó, a través de la embajada de Suiza en nuestro país, el establecimiento unilateral de una zona de exclusión marítima en un círculo de 200 millas náuticas, con centro en las Malvinas, que iba a entrar en vigencia en tres días.

La intención de la alicaída gestión de la primera ministra, la señora Margaret Thatcher, era por demás evidente: escalar la crisis. El 9 de abril, Alexander Haig, un reconocido europeísta, arribó por primera vez a Buenos Aires y se iniciaron las inconducentes negociaciones. En el gobierno no había una idea definida sobre el proceder británico.

Al día siguiente se produjo una multitudinaria concentración en la Plaza de Mayo. El presidente Galtieri –un fanfarrón–, desde un balcón de la Casa de Gobierno, afirmó: “La dignidad y el honor de la Nación no se negocian. Si quieren venir, que vengan. Les presentaremos batalla”. Con ello hirió innecesariamente el orgullo del pueblo británico y limitó la capacidad negociadora del gobierno.

Lecciones de Malvinas

El 19 de abril se llevaron a cabo, sin éxito, las últimas conversaciones con Haig en Buenos Aires, quien reconoció que la señora Thatcher le había pedido, “desde el inicio, el retiro de todas las fuerzas de Malvinas, y el restablecimiento de la presencia británica como requisitos previos y condicionantes para iniciar negociaciones”.

La flota británica, desde la isla Ascensión, cedida por los EE.UU., había puesto proa hacia el Atlántico Sur. Simultáneamente, el RU amplió la zona de exclusión a toda nave o aeronave que se acercara a la Fuerza de Tareas británica, conformando el cerco marítimo y aéreo sobre nuestras fuerzas en las islas. Al mismo tiempo, atacaron las islas Georgias del Sur y obtuvieron la rendición de la pequeña guarnición al mando del teniente de navío Alfredo Astiz.

El 26 de abril, en Washington, el canciller Costa Méndez en la XX reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), expresó: “La bandera argentina no será arriada mientras corra una gota de sangre por las venas del último soldado argentino que defiende las islas Malvinas”. Indudablemente se trató de una estúpida arenga bélica, que comprometió nuestra postura. El mes de abril continuó sin avance alguno en la negociación con el RU, y la incomprensible inacción política, diplomática y militar argentina.

Además de la Junta Militar, Galtieri, Anaya y Lami Dozo, los principales altos mandos en el continente eran, entre otros: los generales Osvaldo J. García, José A. Vaquero, Cristino Nicolaides, Juan C. Trimarco y Edgardo Calvi; y los vicealmirantes Juan J. Lombardo y Leopoldo Suárez del Cerro. 

Malvinas: el precio del colonialismo

Ellos eran los responsables de la estrategia nacional y militar, que implica, entre otros aspectos, disponer el empleo del potencial nacional y de las Fuerzas Armadas para concretar la obtención de un objetivo nacional o político, libremente en amplio dominio de los factores espacio y tiempo, con miras a un fin futuro definido o no. 

La táctica es la conducción que se realiza en los niveles inferiores de la conducción y se sintetiza en reglas a que deben ajustarse las operaciones de combate en una situación definida en el espacio-tiempo, y en el terreno donde se efectúa el choque. 

San Martín, cuando concibió su genial Plan Continental, era un estratega; pero cuando condujo la Batalla de Chacabuco, era un táctico. En ese ámbito operaron en las islas, entre otras unidades, los regimientos de infantería, incluido un batallón de infantería de marina, los grupos de artillería de campaña y la artillería antiaérea de las tres FF.AA.

Las torpes decisiones de la Junta Militar, Carl von Clausewitz las hubiera calificado como “un insulto a los principios de la estrategia”. Los altos mandos citados –y en las islas los generales Mario B. Menéndez, Oscar Jofre y Omar Parada– evidenciaron una obediencia patológica y paralizadora, y nunca se atrevieron a expresar opiniones contrarias a las directivas y órdenes recibidas a pesar que las circunstancias lo exigían. 

El falaz argumento de moda que usan los malvinenses para justificar la permanencia británica en Malvinas

No dudo que estaban convencidos de que no se llegaría a una guerra, a lo sumo a un “duelo a primera sangre”, y después se negociaría. No se previó ni aplicó el poder de combate disponible en el continente. El hecho concreto es que a las islas no llegaron, entre otros materiales: ni blindados (tanques), cañones pesados (155 mm y 20 km de alcance), artillería antiaérea, radares, vehículos de distinto tipo, material para prolongar la pista del aeropuerto, helicópteros suficientes, y apoyo logístico acorde con los efectivos.

El principio de “unidad de comando”–vigente desde Alejandro Magno– brilló por su ausencia, en cambio, se instrumentó una ingeniería operativa curiosa, desconcertante e inservible. La experiencia demuestra que nunca suceden bien las cosas que de muchos dependen, y obviamente atentan contra el cumplimiento de la misión. 

Una de ellas fue el Plan Esquemático N° 1/82, emitido el 12 de abril por el comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur, el vicealmirante Juan José Lombardo, que, entre otros aspectos, disponía: “Desarticular y/o rechazar cualquier forma de ataque. Ejecutar tiro de artillería de defensa de costas. Mantener una fuerte reserva. Construir obras de defensa de costas y fortificaciones de playa”. ¿Recursos asignados? Ninguno. 

Es lamentable que Lombardo desconociera la Operación Overlord, ejecutada por los Aliados el 6 de junio de 1944 sobre las costas de Normandía, Francia, que enfrentó exitosamente el Muro del Atlántico de los alemanes, cuya construcción había demandado dos años. 

A 41 años del fin de la Guerra de Malvinas, ¿terminó el conflicto?

El 21 de abril, Nicolaides visitó Puerto Argentino, permaneció unas pocas horas y a su regreso al continente expresó: “He visto una fortaleza inexpugnable”. En rigor de verdad, la posición defensiva era una “tela de cebolla”. Al día siguiente, lo hizo Galtieri, que tampoco se reunió con los jefes de las unidades tácticas y dispuso el envío de otras unidades que no respondía a planificación alguna y agravó la difícil situación logística.

El 30 de abril el cerco marítimo y aéreo estaba consolidado. Casi estábamos solos ante el mundo. Las sanciones de la OTAN en el campo económico y militar se concretaron. La crisis había finalizado. La incapacidad e incompetencia de los altos mandos en el continente y en las islas era evidente. Continuaban creyendo que no habría enfrentamiento y se había perdido durante todo el mes de abril un tiempo irrecuperable. 

Los altos mandos en el conflicto. Hasta el 30 de abril los altos mandos de las Fuerzas Armadas todavía estaban persuadidos de una solución negociada. Su inacción era evidente. Los jefes de unidades tácticas éramos testigos de todo tipo de improvisaciones y de haber cedido totalmente la iniciativa a los británicos. Como consecuencia de lo expresado, y del cerco marítimo y aéreo, se agudizó seriamente la situación logística. 

No es un dato menor recordar que el almirante británico Sir Timothy McClement aseguró que desde mediados de abril operaron en el conflicto cuatro submarinos nucleares. Está probada la presencia de armamento nuclear en buques de la Task Force (fuerzas de tarea), aunque esas armas no se usaron. Desde el inicio de la crisis (20 de marzo) se evidenciaron notorias falencias por parte del Comité Militar.

En el continente se constituyeron trece comandos operativos. La mayoría de ellos solo incrementaron la anarquía y la superposición de esfuerzos. Me limitaré a señalar algunos de ellos: Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (vicealmirante Leopoldo Suárez del Cerro); Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (vicealmirante Juan J. Lombardo); Teatro de Operaciones Sur, (general de división Osvaldo J. García); Fuerza Aérea Sur, (brigadier Ernesto Crespo); Flota de Mar (contraalmirante Walter Allara); Centro de Operaciones Conjunto en Comodoro Rivadavia (general García, vicealmirante Lombardo y brigadier Helmut Walter). 

Lecciones de Malvinas: una huella imprescriptible de la historia argentina

Dos principios vigentes a través de la historia de las guerras, entre otros, son: “unidad de comando y economía de fuerzas”. Ambos brillaron por su ausencia. En cambio, se instrumentó una ingeniería operativa poco efectiva que, en lugar de soluciones y fluidez, afectó negativamente los principios citados. 

Recuerdo que el mariscal Alfred von Schlieffen (1833-1913), dijo: “Uno por lo menos del Comité Militar, que actualmente debe reemplazar al estratega, debe haber recibido un poco de óleo sagrado de Saúl”. No era nuestro caso. Además, el ministro de Defensa, Amadeo Frugoli, el secretario de Inteligencia de Estado, general Carlos A. Martínez, y el secretario de Información Pública, Rodolfo Baltiérrez, fueron marginados de los asesoramientos que durante el conflicto adquirían relevante importancia.

Galtieri seleccionó mal a los altos mandos del Ejército y a varios regimientos enviados a las islas; algunos dotados de soldados que no habían completado la instrucción elemental. Impuso un despliegue inadecuado, invadió jurisdicciones con decisiones inconsultas y erróneas, incomprensiblemente aceptadas por los altos mandos. El Ejército participó con menos del 10% de su capacidad operativa y logística. 

Anaya sustrajo a la flota de superficie de las operaciones, cediendo totalmente el control del mar al enemigo. Su Fuerza participó, con gran eficiencia, con un batallón de infantería de marina y la aviación naval. 

Lami Dozo, para muchos, no arbitró las medidas para el alargamiento de la pista de Puerto Argentino, que podría haber intentado disputar la superioridad aérea local al enemigo, lo cual era muy difícil. No obstante, asumió la responsabilidad de hacer intervenir a la Fuerza Aérea durante todo el conflicto, y fue el moderador dentro del Comité Militar.

Cada Fuerza libró su propia guerra: “el accionar militar conjunto” fue ignorado. El nivel táctico, que el general francés Antoine H. Jominí definió “como el arte de pelear en el terreno donde se realiza el choque”, soportó la incompetencia y limitada profesionalidad de “generales de escritorio” que –reitero–, nunca creyeron que se llegaría al enfrentamiento y privilegiaban un éxito diplomático.

El Comité Militar se aferró a concepciones estáticas superadas desde la época de Julio César y, durante la crisis, olvidó una vieja prescripción reglamentaria. “Las energías de la tropa deben conservarse frescas para las circunstancias decisivas (…) El que somete a una tropa a esfuerzos innecesarios conspira contra el éxito perseguido” (Reglamento de Conducción del Ejército, 1955). 

Tercera entrega: lecciones de Malvinas

En las islas, los altos mandos eran: el general Mario B. Menéndez, jefe de la Guarnición Militar y gobernador; el general Oscar Jofre, jefe de la Agrupación Ejército; el brigadier Luis Castellanos, jefe de la Agrupación Aérea; y el contraalmirante Edgardo Otero, jefe de la Agrupación Naval.

Una reflexión de Juan Pablo ll, a priori, de todo lo expresado: “La estupidez también es un don de Dios, pero no hay que hacer mal uso de ella”. La mala praxis debe tener, en todas las profesiones y actividades, su condena jurídica y social, pero a veces pienso que, en Malvinas, en algunos casos, fue premiada. Galtieri falleció el 12 de enero de 2003, durante un gobierno constitucional. El Ejército, con el aval político, le rindió los máximos honores militares y en su sepelio se lo calificó “como soldado ejemplar”.

El 1° de mayo de 1982 se inició la guerra. Hasta 48 horas antes algunos altos mandos del continente visitaron Malvinas y no obviaron sacarse fotografías. Cuando empezó el ruido del combate ninguno de ellos pisó las islas. Se hicieron merecedores del viejo aforismo militar que dice: “Mantenerse lejos de las bombas y la metralla hace llegar a viejos a los generales”. Hubo miles de casos, en otras jerarquías –soldados, suboficiales y oficiales– que combatieron con un valor que recuerda la hidalguía de los guerreros de nuestra independencia.



   


Malvinas: the deception of the Argentine people and the chronicle of an announced end...

May Plaza. Intoxicated with power by the crowds, General Galtieri launched a warmongering proclamation that left Argentina with no room for negotiation.

First "clumsy decisions of the Military Junta", the second installment of Martín Balza. The high command were convinced that there would be no war. But London had its plan of attack ready.

© Written by Martín Balza, Former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Friday 08/05/2023 and published by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic.

From April 8 to 30, 1982. On April 7, General Mario Benjamín Menéndez took office as governor of the islands. For Foreign Minister Nicanor Costa Méndez, the appointment of a soldier was not convenient, since he abandoned the idea of occupying to negotiate. The following day, the United Kingdom (UK) notified, through the Swiss embassy in our country, the unilateral establishment of a maritime exclusion zone in a circle of 200 nautical miles, centered on the Malvinas, which was going to enter effective in three days.

The intention of the depressed management of the Prime Minister, Mrs. Margaret Thatcher, was more than obvious: to escalate the crisis. On April 9, Alexander Haig, a renowned Europeanist, arrived in Buenos Aires for the first time and the fruitless negotiations began. In the government there was no definite idea about the British procedure.

The following day there was a massive concentration in the Plaza de Mayo. President Galtieri –a braggart–, from a balcony of the Government House, affirmed: “The dignity and honor of the Nation are not negotiated. If they want to come, let them come. We will present battle to them." In doing so he needlessly injured the pride of the British people and limited the government's bargaining power.

Lessons from the Malvinas

On April 19, the last conversations with Haig in Buenos Aires were held, without success, who acknowledged that Mrs. Thatcher had asked him, "from the beginning, the withdrawal of all forces from the Malvinas, and the reestablishment of the British presence as prerequisites and conditions to start negotiations.

The British fleet, from Ascension Island, ceded by the US, had headed towards the South Atlantic. Simultaneously, the UK extended the exclusion zone to any ship or aircraft approaching the British Task Force, establishing the air and sea siege on our forces on the islands. At the same time, they attacked the South Georgia Islands and obtained the surrender of the small garrison under the command of Lieutenant Alfredo Astiz.

On April 26, in Washington, Foreign Minister Costa Méndez, at the XX meeting of the Organization of American States (OAS), expressed: "The Argentine flag will not be lowered while a drop of blood runs through the veins of the last Argentine soldier who defends the Falkland Islands”. Undoubtedly it was a stupid war harangue, which compromised our position. The month of April continued without any progress in the negotiations with the UK, and the incomprehensible Argentine political, diplomatic and military inaction.

In addition to the Military Junta, Galtieri, Anaya and Lami Dozo, the main high command on the continent were, among others: Generals Osvaldo J. García, José A. Vaquero, Cristino Nicolaides, Juan C. Trimarco and Edgardo Calvi; and Vice Admirals Juan J. Lombardo and Leopoldo Suárez del Cerro.

Malvinas: the price of colonialism

They were responsible for the national and military strategy, which implies, among other aspects, arranging the use of the national potential and of the Armed Forces to materialize the achievement of a national or political objective, freely in a broad domain of space and time factors. , with a view to a defined future purpose or not.

The tactic is the conduct that is carried out in the lower levels of the conduct and is synthesized in rules to which the combat operations must adjust in a defined situation in space-time, and in the terrain where the clash takes place.

San Martín, when he conceived his brilliant Continental Plan, was a strategist; but when he led the Battle of Chacabuco, he was a tactician. In this area, the infantry regiments, including a marine infantry battalion, the field artillery groups and the anti-aircraft artillery of the three armed forces, operated on the islands, among other units.

Carl von Clausewitz would have described the clumsy decisions of the Military Junta as "an insult to the principles of strategy." The aforementioned high commands –and on the islands the generals Mario B. Menéndez, Oscar Jofre and Omar Parada– showed a pathological and paralyzing obedience, and never dared to express opinions contrary to the directives and orders received despite the fact that the circumstances demanded it.  

The fallacious fashionable argument used by the Malvinas to justify the British permanence in the Malvinas

I do not doubt that they were convinced that it would not come to a war, at most a "duel at first blood", and then it would be negotiated. The combat power available on the mainland was not anticipated or applied. The concrete fact is that they did not reach the islands, among other materials: neither armored vehicles (tanks), heavy cannons (155 mm and 20 km range), anti-aircraft artillery, radars, different types of vehicles, material to extend the airport runway , enough helicopters, and logistical support commensurate with the troops. 

The principle of “unity of command” – in force since Alexander the Great – was conspicuous by its absence, instead, a curious, disconcerting and useless operational engineering was implemented. Experience shows that things that depend on many never happen well, and obviously threaten the fulfillment of the mission. 

One of them was Schematic Plan No. 1/82, issued on April 12 by the commander of the South Atlantic Theater of Operations, Vice Admiral Juan José Lombardo, which, among other things, provided: "Dismantle and/or reject any attack form. Execute coastal defense artillery shot. Maintain a strong reserve. Build coastal defense works and beach fortifications”. Assigned resources? None. 

It is unfortunate that Lombardo was unaware of Operation Overlord, carried out by the Allies on June 6, 1944 on the coast of Normandy, France, which successfully confronted the German Atlantic Wall, whose construction had taken two years. 

41 years after the end of the Malvinas War, has the conflict ended?

On April 21, Nicolaides visited Puerto Argentino, stayed a few hours, and upon his return to the mainland, he expressed: "I have seen an impregnable fortress." In truth, the defensive position was an “onion cloth”. The next day, Galtieri did, who also did not meet with the heads of the tactical units and ordered the dispatch of other units that did not respond to any planning and aggravated the difficult logistical situation. 

On April 30, the maritime and air siege was consolidated. We were almost alone before the world. NATO sanctions in the economic and military field materialized. The crisis was over. The inability and incompetence of the high command on the continent and on the islands was evident. They continued to believe that there would be no confrontation and irrecoverable time had been lost throughout the month of April. 

The high command in the conflict. Until April 30, the high command of the Armed Forces were still convinced of a negotiated solution. His inaction was evident. The heads of tactical units were witnesses of all kinds of improvisations and of having completely ceded the initiative to the British. As a consequence of what has been said, and of the sea and air siege, the logistical situation seriously worsened. 

It is not a minor fact to remember that British Admiral Sir Timothy McClement assured that four nuclear submarines had operated in the conflict since mid-April. The presence of nuclear weapons on Task Force ships has been proven, although these weapons were not used. Since the beginning of the crisis (March 20) there were evident shortcomings on the part of the Military Committee. 

Thirteen operational commands were set up on the continent. Most of them only increased lawlessness and overlapping efforts. I will limit myself to pointing out some of them: Joint Staff of the Armed Forces (Vice Admiral Leopoldo Suárez del Cerro); South Atlantic Theater of Operations (Vice Admiral Juan J. Lombardo); South Theater of Operations, (Major General Osvaldo J. García); South Air Force, (Brig. Ernesto Crespo); Sea Fleet (Rear Admiral Walter Allara); Joint Operations Center in Comodoro Rivadavia (General García, Vice Admiral Lombardo and Brigadier Helmut Walter). 

Lessons from Malvinas: an imprescriptible trace of Argentine history

Two current principles throughout the history of wars, among others, are: "unity of command and economy of forces." Both were conspicuous by their absence. Instead, an ineffective operational engineering was implemented that, instead of solutions and fluidity, negatively affected the cited principles.

I remember that Marshal Alfred von Schlieffen (1833-1913) said: "One at least of the Military Committee, which is currently to replace the strategist, must have received a little holy oil from Saul." It was not our case. In addition, the Minister of Defense, Amadeo Frugoli, the Secretary of State Intelligence, General Carlos A. Martínez, and the Secretary of Public Information, Rodolfo Baltiérrez, were marginalized from the advice that during the conflict acquired relevant importance. 

Galtieri poorly selected the high command of the Army and several regiments sent to the islands; some staffed soldiers who had not completed elementary instruction. He imposed an inadequate deployment, invaded jurisdictions with unconsulted and erroneous decisions, incomprehensibly accepted by the high command. The Army participated with less than 10% of its operational and logistical capacity. 

Anaya removed the surface fleet from operations, fully ceding control of the sea to the enemy. His Force participated, with great efficiency, with a marine infantry battalion and naval aviation. 

Lami Dozo, for many, did not arbitrate the measures for the lengthening of the Puerto Argentino runway, which could have tried to dispute the local air superiority to the enemy, which was very difficult. However, he assumed the responsibility of involving the Air Force throughout the conflict, and was the moderator within the Military Committee. 

Each Force waged its own war: "joint military action" was ignored. The tactical level, which the French General Antoine H. Jominí defined "as the art of fighting on the ground where the clash takes place", endured the incompetence and limited professionalism of "desk generals" who -I repeat- never believed that they were would come to confrontation and privileged a diplomatic success. 

The Military Committee clung to static conceptions outdated since the time of Julius Caesar and, during the crisis, forgot an old regulatory prescription. "The energies of the troops must be kept fresh for decisive circumstances (...) Whoever subjects a troop to unnecessary efforts conspires against the success sought" (Army Conduct Regulations, 1955). 

Third installment: Malvinas lessons 

On the islands, the high commands were: General Mario B. Menéndez, head of the Military Garrison and governor; General Oscar Jofre, head of the Army Group; Brigadier Luis Castellanos, head of the Air Group; and Rear Admiral Edgardo Otero, head of the Naval Group. 

A reflection of John Paul II, a priori, of all that has been said: "Stupidity is also a gift from God, but we must not misuse it." Malpractice must have, in all professions and activities, its legal and social condemnation, but sometimes I think that, in Malvinas, in some cases, it was rewarded. Galtieri passed away on January 12, 2003, during a constitutional government. The Army, with political endorsement, gave him the highest military honors and at his funeral he was described as "an exemplary soldier." 

On May 1, 1982, the war began. Up to 48 hours before, some high command from the continent visited the Malvinas and did not forget to take pictures. When the noise of combat began, none of them set foot on the islands. They earned the old military aphorism that says, "Keep away from bombs and shrapnel makes generals grow old." There were thousands of cases, in other hierarchies –soldiers, non-commissioned officers and officers– who fought with a courage that recalls the nobility of the warriors of our independence.


"THE MALVINAS ISLANDS WERE, ARE AND WILL BE FOREVER ARGENTINE" 

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