Ingratitudes y traiciones…
Hasta que rompa el hervor. Ilustración: Pablo
Temes
La campaña genera demasiadas preguntas ante
una realidad dura que no ofrece respuestas al ciudadanía.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 20/05/2023 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
“Tenemos
que entrar en el ballottage”, fue la frase con la que Cristina Fernández de Kirchner reconoció la posición de
debilidad en la que se encuentra el Frente de Todos contra Todos. Y, al
hacerlo, confirmó implícitamente la razón por la que decidió no presentarse como
candidata a la Presidencia en las elecciones de octubre próximo: el objetivo
del oficialismo ya no es ganar.
“Se bajó, porque no le dan los números y
encima está molesta porque siente que todos en el peronismo están tratando de
exprimir hasta la última gota del limón” –dijo un dirigente que la conoce bien
y agregó: no puede seguir cobijando al movimiento detrás de su pollera, más aún
cuando siente que nadie, pero nadie, se jugó por ella en estos cuatro años para
el olvido”. Ella sabe que el FdT se encamina a perder. Sabe también que no hay magia
posible que pueda revertir la debacle económica que castiga a los sectores más
pobres de la sociedad, a los que la vicepresidenta dice cuidar.
La aparición televisiva de CFK en C5N, en lo que quiso
disfrazarse de una entrevista a la que ella manejó en todo momento y con total
comodidad, generó mucha atención mediática, a la vez que careció de peso
político. La expresidenta en funciones ha perdido poder. Es el resultado obvio
de una gestión gubernamental catastrófica de la que, por más relato que haya,
no se puede despegar. Alberto Fernández es a quien ella designó como candidato
hace cuatro años. Sergio Massa es ministro de Economía porque ella lo
decidió y dio su visto bueno.
Lo más notable de las apariciones y
manifestaciones públicas de CFK es que generan un zafarrancho interno que hacen
más compleja la complicada situación interna del FdT. Viene el tiempo de los
hijos de la generación diezmada, dijo, y mencionó a su hijo Máximo –cuya
relevancia deviene del hecho de ser su hijo y ninguna otra cosa más– a Eduardo “Wado” de Pedro y a Andrés Larroque.
La pobreza de ese elenco habla a las claras
de la falta de visión política de CFK, y a la ausencia de figuras con llegada real al
electorado. Es lo que le ocurre cada vez que se siente arrinconada. Nada que sorprenda.
Esa falta de visión política y esa angurria de poder y plata del matrimonio
político que constituyó con Néstor Kirchner, está en la base del fracaso del
proyecto que intentó imponer el kirchnerismo.
No fue precisamente un tono de alegría el
que utilizó el ministro Massa en su perorata del viernes pasado, para fustigar
a quienes pretenden competirle en la interna. El exintendente de Tigre estaba
exultante con el elogio que le prodigó CFK cuando dijo que “había agarrado una
papa caliente”. Sin embargo, no lo incluyó dentro de la lista de posibles
presidenciables. No es un dato menor. El efecto “humo” de toda la gestión de
Massa se va diluyendo día tras día. Se hace un despliegue sobreactuado de
reuniones, declaraciones y medidas que tiene efectos escasos o directamente
nulos. Claro ejemplo fue lo que pasó a comienzos de la semana con las
inspecciones a los que importan frutas y verduras en el Mercado Central, cuando
una veintena de camionetas con agentes de la AFIP y de la Aduana ingresaron en
medio de un gran aspaviento para controlar tan sólo diez puestos de venta de
verduras y frutas.
Tamaño despliegue no hizo más que espantar
a los compradores, lo que generó un enorme perjuicio a la mayoría de los
puesteros que viven al día. Si esa es la metodología con la que el Gobierno
pretende controlar o hacer bajar la inflación, el fracaso está asegurado. Pero
hay otro motivo determinante para que la vice en funciones no termine de
bendecir al superministro. Cristina Fernández no confía en Sergio Massa. Sabe
que si colabora para sentarlo en el sillón de Rivadavia, finalmente la
traicionará. La soledad del poder abraza a la líder del Frente de Todos como
nunca antes. Son horas aciagas que deberá transitar. Ni siquiera la
promocionada marcha del 25 de Mayo podrá llenar ese vacío.
La misma sensación de ingratitud cubre a
varios de los soldados del PRO. La brutalidad de la interna no cesa y sigue
minando las posibilidades de No tan Juntos por el Cambio de volver al poder.
Todos en la coalición opositora siguen con atención las desventuras de los
miembros del equipo amarillo un poco por preocupación y mucho de oportunismo y
sarcasmo. La Unión Cívica Radical espera su momento como si
semejante revuelo no afectara las chances del conjunto.
Ya no se trata de la pelea en la Ciudad
donde Jorge Macri dio a entender que no aceptaría un resultado
negativo de las encuestas que propusieron para dirimir entre su candidatura y
la del ministro de Salud porteño, Fernán Quirós. ¿Para qué tanto revuelo
entonces? ¿El primo Jorge tiene tanto miedo a perder?
También en la provincia de Buenos Aires el
desenlace será áspero y abierto. Patricia Bullrich eligió al intendente de
Lanús, Néstor Grindetti como su delfín. Por estas horas en el
entorno de Diego Santilli se preguntan si no hubiera sido mejor ir por la vía
del acuerdo. Demasiadas preguntas, para una realidad dura que no ofrece
respuestas al ciudadano de a pie.
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