Mugre en campaña...
Probemos con la defensa siciliana.
Alberto Fernández. Pablo Temes.
Unos prefieren ponerla bajo
la alfombra y otros quieren visibilizarla en forma oportunista.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 04/03/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
La acepción segunda de la palabra energúmeno arroja
la siguiente definición: persona colérica que, al enojarse, se expresa con
violencia. Es un significado que cuadra a la
perfección para reflejar el brutal ataque verbal a la Corte Suprema
–institucionalmente grave– que protagonizó el presidente Alberto
Fernández en su lamentable discurso de apertura de las sesiones ordinarias del
Congreso del miércoles pasado. Fue, además, una muestra más de la contradicción
y la mentira con la que se maneja de manera habitual el Presidente. No fue la
única mentira que se expresó en ese discurso. Hubo tantas que se hace tedioso
contarlas. El abanico de faltas a la verdad y tergiversaciones fue tal que, no
solo a todos los opositores, sino también a muchos oficialistas generó
indignación.
A lo largo de esas dos horas
de tedio, AF describió un país que es inexistente para un porcentaje creciente
de la población. Nada significativo se dijo de la falta de seguridad y de la
inflación. Esas realidades fueron pasadas por alto. Es la apología del relato.
El mismo AF que supo fustigar esa metodología maniquea del kirchnerismo terminó
siendo uno de sus exégetas. Más aún, el primer mandatario hizo el ridículo
–otra vez– cuando al poco tiempo de terminar su discurso la realidad lo
desmintió categóricamente con el enorme apagón que dejó sin energía a más de 20
millones de argentinos. Su divorcio con la realidad es alarmante.
La balacera contra el
supermercado propiedad de la familia de Antonela Rocuzzo, esposa de Lionel
Messi, dejó al Gobierno desnudo ante la dura evidencia de los hechos. ¨Algo más
habrá que hacer¨, dijo el Presidente al referirse vagamente a la dramática
situación que se vive en una Rosario que está a merced del narcotráfico y el
sicariato. “Los narcos ya ganaron¨, otra de las frases lamentables que
pronunció sin ruborizarse Aníbal Fernández, hubiera significado en cualquier gobierno
con algo de sensatez y vergüenza la renuncia del funcionario. Como es público y
notorio, nada de ello va a ocurrir. Lejos de eso, el ministro fue confirmado.
¿Qué se puede esperar de alguien que confiesa tamaño fracaso?
El líder de una de las bandas narcos que asola Rosario, Ariel Cantero, tenía un
teléfono fijo en su celda. ¿Es esto casual? Una de las discusiones absurdas de
este tiempo es el permiso para que presos de cualquier calaña tengan teléfonos
celulares. La evidencia es abundante en casos de delincuentes que, desde sus
celdas, pergeñan delitos de alto impacto y gran violencia. Los fiscales y
jueces honestos que persiguen a los narcotraficantes deben luchar contra un
sistema de corrupción fenomenal que comienza en el poder político, pasa por miembros
de las policías de todos los rangos y alcanzan también a jueces
corruptos.
La absurda disputa política entre el gobierno nacional, el gobernador de
la provincia, Omar Perotti, y el intendente de Rosario, Pablo Javkin, es de no
creer. La mera existencia de una Unidad de Investigación y Juicio especializada
en Balaceras parece sacada de una novela del surrealismo mágico.
La degradación de las capas
sociales es el caldo de cultivo perfecto para que narcotraficantes y sicarios
no encuentren mayores dificultades a la hora de reclutar gente. En su mayoría
se trata de jóvenes que ya han visto una generación familiar al servicio de la
delincuencia. Esto, claro está, no es fruto de la realidad actual sino de más
de 25 años de decadencia. Rosario tiene –además-–una ubicación estratégica que
beneficia al crimen organizado y el tráfico de drogas: es una de las grandes
terminales portuarias de Argentina –cruzada por el polo agroexportador– y está
atravesada por las principales rutas nacionales provenientes del norte, que
desembocan en diferentes centros del país. Por otra parte, la ciudad es un
lugar de convergencia de circuitos internacionales gracias al río Paraná y su
cercanía con la Capital Federal. Nada de esto es una novedad. No había que ser
un especialista para prever lo que podría ocurrir. Esto pone de manifiesto muy
claramente la connivencia grosera de los distintos estamentos de nuestra
dirigencia. La pregunta es la siguiente: si no se pone manos a la obra y de
manera seria, ¿cuáles serán las próximas ciudades en caer? ¿Buenos Aires,
Córdoba?, y una larga lista de etcéteras.
La política inescrupulosa no
quiere ver que no se trata de Rosario y Santa fe; es un problema que pronto
puede extenderse a todo el país. Eso sí, AF, cuya imagen personal y su lenguaje
corporal indican que le cuesta cada vez más sostenerse al frente de la gestión,
ha descubierto que los rosarinos “también son argentinos”, reflexión que no
hace más que confirmar su pensamiento decadente teñido de impericia.
La campaña política funciona
como una divisoria de aguas entre quienes prefieren barrer la mugre debajo de
la alfombra y aquellos que buscan visibilizar el tema de forma tardía y
bastante oportunista. Unos y otros son responsables en diferente forma y grado.
Una cosa es segura: sin un plan serio, sin profesionalismo, y sin una política
de combate del narco sostenida en el tiempo por más de un gobierno –sea del
color que fuere– a nuestra querida Argentina no le espera nada bueno.
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