sábado, 4 de marzo de 2023

Desde la Socialdemocracia tenemos que hacernos cargo de nuestras inconsistencias y proponer una nueva utopía… @dealgunamaneraok...

 Desde la Socialdemocracia tenemos que hacernos cargo de nuestras inconsistencias y proponer una nueva utopía… 

“Friday for Future” es una expresión global de participación juvenil reclamando medidas frente a la crisis climática. 


¿Por qué la izquierda democrática ya no enamora tanto a las juventudes? ¿Por qué no canalizan las ideas progresistas a través de los partidos políticos? La vicepresidenta de la Internacional Socialista Joven (IUSY) propone volver a conectar con las preocupaciones, necesidades y aspiraciones de las juventudes.


© Escrito por Agustina Rodríguez Biasone (*) el martes 28/02/2023 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

En todo el mundo las derechas avanzan, es un fenómeno que se manifiesta en distintas geografías, tanto que parece una obviedad decirlo. No es original ni exclusivo de nuestra época, y en cada momento tuvieron sus particularidades. Nos tienen que preocupar en tanto y en cuanto representan una idea del mundo, de la vida y de la sociedad que, a quienes pertenecemos al amplio arco de la izquierda democrática, nos resulta vergonzoso. Frente a ello, recaen sobre nosotros dos tareas inexorables: hacernos cargo de nuestras responsabilidades e inconsistencias y animarnos a proponer una nueva utopía.

En términos objetivos, la desigualdad en todo el mundo alcanza tasas alarmantes, nuestra casa común cada día presenta serios riesgos de fragilidad frente al avance estrepitoso de la degradación del medio ambiente, las condiciones laborales, lejos de evolucionar en un sentido positivo y de conquistas, se tornan cada vez más abusivas y precarias.

Es decir, las generaciones más jóvenes, que no vimos momentos de plenitud del Estado de bienestar, pero que pudimos disfrutar muchas de sus conquistas, somos espectadores de que muchas de las cuestiones que parecían estar definitivamente consolidadas han desaparecido o se encuentran en crisis.

De ahí que tenemos plena conciencia de los supuestos mínimos e irrenunciables que deben garantizar los Estados en orden a derechos sociales, económicos, políticos y culturales, y no podemos consentir que quienes se encuentran al frente de los mismos, bajo una batería de justificaciones, nos digan que los presupuestos no alcanzan, que no es posible reducir inequidades, y que, en el mejor de los casos, se preocupen solamente de mantener un status quo intolerable y creciente.

FALTA DE EXPECTATIVAS SOBRE EL FUTURO.

Las generaciones más jóvenes vivimos en un mundo que no entiende del respeto al tiempo, que no sabe lo que es una pausa. La tecnología nos induce a estar todo el día conectados, a lo líquido, efímero e instantáneo. Pareciera que todo se reduce a un tweet, una foto o a un reel sobre lo que nos sucede. ¿Es realmente lo que comunicamos en redes, lo que nos pasa? Lo que mostramos ocurre porque la monocromía de la sonrisa al calor de los dictados mediáticos, esconde una dictadura del éxito, la ideología que tolera y moldea en base a rostros o experiencias de presunta felicidad. Subirse desde ese mandato, nos da comunidad. Aquí (de manera ubicua) y ahora. El futuro es incierto e inestable por tanto genera incertidumbre, tanto, que es mejor no avanzar. 

Estamos llamados a canalizar nuestra energía y superar la oferta de partidos políticos vetusta, burocráticos, liderados por mayores, especialmente varones, que en nada interpela a las juventudes.

Esta falta de expectativas hacia lo porvenir obtura proyectos de mediano y largo plazo, utopías colectivas, gestas transformadoras. Esta es nuestra gran responsabilidad como socialdemócratas: la ausencia de un claro mensaje esperanzador. No alcanzar la denuncia, la visión de un mundo mejor de realizaciones es nuestra tarea. 

Traigo a Pablo Stefanoni en su libro 
“¿La rebeldía se volvió de derecha?” Cuando nos dice que las derechas le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer transformaciones posibles. Esto es así, en parte, porque la izquierda milita una normatividad políticamente correcta, lo que hizo que perdiera su histórica imagen de desobediencia y rebeldía.

Aparecen, entonces, derechas que se ubican por fuera del conservadurismo tradicional y llevan adelante prácticas de cuestionamiento que han sido propia del sentido común del progresismo, resultando por ello mismo disruptivas. 

Es decir, hoy hay derechas que generan tensión al interior de su propio campo porque trabajan temas de justicia social, igualdad de género, ambiente, por nombrar algunos, y que descolocan a las fuerzas que tradicionalmente eran las voces cantantes sobre estos temas.

La derecha está logrando captar a las juventudes inquietas con un mensaje de individualismo y libertad personal, muy diferente a la rigidez de los partidos políticos tradicionales.

El panorama, a las claras, complejiza la capacidad de las izquierdas democráticas de atraer militantes y votantes jóvenes. La derecha está logrando captar a las juventudes con inquietudes por una variedad de razones.

Una posible explicación es que a menudo ofrecen un mensaje de individualismo y libertad personal, que puede ser atractivo para los jóvenes que buscan definir su propia identidad y expresarse de manera única. Sumado a ello, promueven políticas económicas que, bajo las falsas bondades del libre mercado, atraen a quienes buscan oportunidades para emprender y tener éxito individual, tan valorado en escenarios donde lo colectivo no nos conduce a ninguna parte. 

No es justo ni moralmente aceptable que en la era de mayor desarrollo tecnológico y educativo, los y las jóvenes no tengamos derecho (y no obligación) a ser felices, no tengamos derecho al tiempo del disfrute.

Pero no todo es tan desesperanzador, puesto que existen una gran cantidad de jóvenes que luchan por revertir esta situación.

Sobrados ejemplos de ello hay en nuestro país y en el mundo.

Frente a las diferentes crisis del capitalismo, las organizaciones de las juventudes se hicieron presentes en el Occupy de Wall Street, en el hartazgo de Chile que obligó a reformar la Constitución, las movilizaciones contra el golpe en Perú protagonizadas por el movimiento estudiantil, las marchas por el Friday for Future, las organizaciones de mujeres jóvenes por el derecho al aborto y a vidas libres de violencia, y más recientemente, no solo en la Argentina sino en todo el mundo, las manifestaciones por la defensa de la salud pública y sus trabajadores luego de las pandemias.

El listado es innumerable, en cada rincón del mundo hay semillas de libertad, transformación y futuro. Hay juventudes movilizadas jugando un rol central en la denuncia y modificación de las condiciones en las que vivimos y tratando de conformar una agenda que potencie cambios en el tiempo.

OFERTA DE PARTIDOS VETUSTA

Entonces, no es tanto que los jóvenes en su conjunto no se involucran, porque la realidad nos demuestra que si se conmueven y empatizan con situaciones que les duele, o con causas que creen merecen la pena para vivir vidas más plenas y libres. El problema es que aquellos que comparten nuestra mirada del mundo, que defienden causas comúnmente progresistas, no canalizan su activismo vía partidos políticos. 

Ante este escenario, estamos llamados a canalizar nuestra energía y superar la oferta de partidos políticos vetusta, burocráticos, liderados por mayores, especialmente varones, que en nada interpela a las juventudes. Aquí reside el desafío.

Rompamos nuestra burbuja, dejemos los discursos pesimistas y abracemos la idea de que un mundo mejor no solo es posible, sino necesario. Estamos pisando el primer cuarto de siglo, como socialdemócratas debemos aspirar a que la política del siglo XXI se haga cargo de frenar las desigualdades. No es justo ni moralmente aceptable que en la era de mayor desarrollo tecnológico y educativo, los y las jóvenes no tengamos derecho (y no obligación) a ser felices, no tengamos derecho al tiempo del disfrute. Hay que volver a conectar con las preocupaciones, necesidades y aspiraciones de los jóvenes, proponiendo vías de transformación posibles. Y finalmente, hay que hacerlo con la convicción de que se puede, de que nuestra herencia ideológica nos exige poner a la persona en el centro, que nuestra existencia sea humana, sea vivible.

(*) Agustina Rodríguez Biasone. Vice Presidente Internacional Socialista Joven (IUSY). Abogada. Magister en Políticas Públicas. Integrante del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y la Red de Acción Política (RAP).


   

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