Las peligrosísimas imprecisiones y vaguedades de Mauricio Macri...
En
todas sus intervenciones, el ex presidente es muy enfático cuando se trata de
despotricar contra el kirchnerismo y el populismo. Pero, ¿qué va a hacer cuando
llegue al poder, si es que le toca? ¿Cuáles serán las medidas concretas?
© Escrito
por Ernesto Tenembaum el domingo 23/10/2022 y publicado por el Diario
Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Hace muy poquito tiempo, apenas siete
años, la sociedad argentina -o una enorme parte de ella- estaba cansada de Cristina Kirchner. En todos los estudios de
opinión se expresaba una mayoritaria voluntad de cambio.
Luego de un trabajo constante, valiente y muy esforzado, Mauricio Macri logró transformarse en
la expresión política de ese deseo. Así, llegó a Presidente de la Nación. Algo
parecido intenta ahora. En cada una de sus apariciones vocifera en contra del
actual estado de cosas. Se trata de un método que ya le funcionó hace unos
años. ¿Por qué no iría a funcionarle ahora que la voluntad de cambio es mucho
más fuerte?
En aquel 2015, Macri también era
bastante ambiguo respecto de lo
que haría cuando llegara al poder. Casi nadie le preguntaba demasiado, porque
la sociedad privilegiaba su necesidad de cambio. Y a él no le convenía ser muy
preciso. Al fin y al cabo, el deseo de cambio unía desde Hugo Moyano hasta Elisa Carrió. Las precisiones, en cambio,
podían dividirle al electorado. Sin embargo, había algo que tenía en claro:
eliminaría el control de cambios -el
famoso cepo- apenas asumiera. El “cepo”
era un símbolo rechazado por los argentinos y el candidato se aprovechaba de
eso para consolidar votos.
Mucha gente seria le advirtió que no
lo hiciera. Los escépticos tenían argumentos muy razonables. Existía una
demanda de dólares que había
sido reprimida durante cuatro años. Si levantaba el cepo los dólares volarían y
él tendría que tomar deuda a
corto plazo y alto interés para
cubrir el bache. Ese escenario sería explosivo. Ante cualquier inconveniente,
habría una corrida. Macri respondía
que él generaría la confianza necesaria
para que eso no ocurriera.
Se confirmaron los peores vaticinios.
No fue casualidad. Fue una catástrofe
muy previsible. Había mucho material escrito sobre qué ocurre cuando se
elimina livianamente un régimen de control de cambios. Solo era cuestión de
escuchar a economistas diferentes a aquellos que creen que todo se resuelve con
un “presupuesto equilibrado”, esos que el prestigioso director de Fiel,
Fernando Navajas, describe como “monetaristas de una sola neurona”.
Dado ese antecedente, la pregunta es
obvia: ¿la Argentina no estará por repetir esa
experiencia? ¿Hay algún elemento que permita deducir que, esta vez, las cosas
se están pensando con más seriedad?
Alfonso Prat-Gay, ministro de Economía de Cambiemos, juntos al
ex presidente Mauricio Macri y al ex jefe de Gabinete Marcos Peña (AP)
En todas sus intervenciones, Macri es muy enfático cuando se
trata de despotricar contra el kirchnerismo, denunciar la falacia de las ideas
progresistas, luchar por lo que él define como libertad y contra el populismo. De esta manera, intenta
interpretar, como en aquel entonces, el espíritu de la época. Pero, ¿qué va a
hacer cuando llegue al poder, si es que le toca? ¿Cuáles serán las medidas
concretas? ¿Cómo lo va a hacer?
En la gira mediática que hizo para
presentar su libro, el ex presidente ofreció indicios preocupantes. En una
entrevista con Jonatan Viale, Macri explicaba con soltura que la Argentina no
puede vivir con tantos tipos de cambio,
que así nadie va a invertir nunca y que en un país normal hay un solo tipo de
cambio.
Cierto.
Viale entonces le preguntó:
-Si
unificás el tipo de cambio quiere decir que vas a devaluar el oficial. O sea:
si ustedes son Gobierno, ¿eso quiere decir que va a haber una devaluación?
Era una pregunta sencilla para un
hombre con tanta experiencia. Se trataba apenas de responder con un monosílabo:
sí o no. Tal vez con una aclaración posterior. La respuesta completa de Macri
es muy ilustrativa de que algunos temas centrales no están resueltos.
-Primero
hay que restablecer la confianza con una idea clara de lo que vamos a hacer…
Así arrancó: de la devaluación, nada.
--…Por
eso el “para qué” (muestra la tapa de su
libro titulado de esa manera)…¿Para qué vas a usar el poder? Para que se sepa que
vamos a lograr en la Argentina tener un presupuesto sano. Eso significa que no
vamos a gastar más de lo que ingresa…
¿Y el dólar, ingeniero? ¿Qué va a
hacer con el dólar?
Para qué, el segundo libro de Mauricio Macri
Sigue Macri:
--…Vamos
a cobrar impuestos razonables. Vamos a hacer una emergencia
laboral para que la gente pueda entrar al mercado en blanco. Hoy más
de la mitad de la gente está en negro…
Eso, sin duda, es un problema. Pero
no era la pregunta.
Continúa el candidato:
--…Acá
siguen defendiendo el privilegio de unos poquitos dejando afuera a una mayoría
de argentinos. Y vamos a tratar de tener una justicia ordenada porque nadie va
a invertir en un país si un juez laboral saca un fallo que hunde a una Pyme. Y
eso pasa todos los días. Entonces todas esas cosas las tenemos que arreglar…
A estas alturas ya era inútil tener
la esperanza de que Macri iba a aclarar cómo unificaría el tipo de cambio.
Pero él seguía:
--…Dejame
decirte una cosa. De vuelta, para la positividad. He viajado mucho por Medio
Oriente. He viajado por los Estados Unidos, por Europa, en China mantengo las
relaciones…
Ajá.
--…Todos
siguen pensando, más después de la guerra, que una zona de paz como América
Latina para proveerse de alimentos y energías es estratégica. Ahora: no están
dispuestos a darnos más plata para que despilfarremos el dinero en corruptelas,
no están dispuestos a poner plata en un país donde ellos, sus ciudadanos se
ajustan el cinturón y nosotros no estamos dispuestos a pagar las tarifas que
corresponden. Están dispuestos a financiar a un país con gente normal…
Macri hizo, como quien dice, un gran
firulete pero evitó responder un planteo sencillo y definitorio. Si el cepo
está mal, ¿va a unificar? ¿eso
significa que va a devaluar? Es un
problema complejísimo: si no unifica deberá seguir conviviendo con múltiples tipos de cambio; si lo hace la inflación puede ser tremenda. Por eso
son necesarias más explicaciones. Algo más que eso al menos. Un pequeño
esfuerzo que aclare, al menos, que entiende el problema, que reconozca que no
basta con principios generales para gobernar.
-El
levantamiento del cepo: ¿inmediato? ¿A mediano plazo?—le preguntó Diego Shenkman unos días después.
Macri hizo una pausa.
-Va
a depender de…de qué…de cuál es la situación de partida, de cuál es el apoyo
externo que se va a tener, que va a ser poco…y además, de cuan profundo sea
el…el…el…el vértice…o la fuerza fiscal, ¿no? Nosotros tenemos que lograr el equilibrio fiscal en el momento cero.
No puede esperarse gradualmente. Eso
tiene que ser desde el momento cero. Nosotros tenemos que decirle al mundo que
nos curamos. No somos más borrachos.
Recorrida de Mauricio Macri junto al diputado Cristian Ritondo
por San Nicolás
Pareciera ser, entonces, que si no
hay dólares, Macri no levantaría el cepo. Pero, entonces, sería necesario
explicar cómo se conseguirían esos dólares y en cuánto tiempo. Las cosas, como
se ve, se empiezan a complejizar. No son tan sencillas. Al parecer, además,
Macri vincula el levantamiento del cepo con el equilibrio fiscal. Si no hay
déficit, eso generaría confianza y eso permitiría levantar el cepo. ¿Será así?
Hay economistas muy serios que no ven una relación tan lineal entre ambas
cosas. ¿No sería mejor explicarlo mejor?
Hay otro problema con las propuestas
generales de Macri. Esta misma semana, el mundo se estremeció con la renuncia
de Elizabet Truss como primera
ministra británica, apenas 45 días después de haber asumido el cargo. Para
conseguir su nombramiento, Truss propuso una drástica reducción de los
impuestos, entre ellos, de los impuestos a las personas más ricas (“impuestos
razonables”, en la jerga de Macri) y un “presupuesto equilibrado”. En un
célebre debate, su competidor -el ex ministro de Finanzas conservador, Rishi Sunak- se burló: “Pero Liz, si haces
eso, van a subir las tasas de interés y vas a mandar a la quiebra a miles de
familia”. Liz no escuchó, como Macri en el 2015 al levantar el cepo y, al mismo
tiempo, reducir las retenciones. Los mercados reaccionaron violentamente cuando
percibieron los efectos fiscales del recorte de impuestos. Subió la tasa de
interés. La libra se devaluó. Truss
renunció.
Lograr un presupuesto
equilibrado –mucho más en un marco de reducción de impuestos- es una
operación muy sofisticada, que puede salir mal. Truss ahora, como Macri
entonces, asumieron con una retórica pro
mercado pero fueron abandonados, justamente, por los mercados. Si un
gobierno recorta gastos puede ocurrir que provoque una recesión y que eso reduzca la
recaudación. Así las cosas, no se reduciría el déficit: sería una medida
dolorosa e inútil a la vez. Macri propone en su último libro abrir la economía y que las empresas
que no puedan competir cierren. “Ya les dimos demasiado tiempo”, advirtió. “No
puede ser que los argentinos paguen precios más altos porque las industrias son
ineficientes”. Eso significaría que habría que importar lo que se dejaría de
producir acá. Pero no hay dólares. ¿Y entonces?
Las imprecisiones y vaguedades de Macri además, aparecen en
todos los ámbitos. Macri explicó, por ejemplo, que hay que darles más
facultades a las Fuerzas Armadas para
que los “pseudomapuches” no interfieran
con el desarrollo de Vaca Muerta. Es
confuso: Vaca Muerta está viviendo en estos meses un proceso de crecimiento
explosivo. Nadie está frenando eso. O sea, que mandaría militares para
solucionar a tiros un conflicto que, al menos en los términos en que lo
plantea, no existe.
Macri dijo que se pone a llorar cada
vez que ve cómo los jóvenes argentinos se van al exterior. “Antes del 2019 se
iban los narcos, ahora se van ellos”, dijo. Desde la dirección de Migraciones
le respondieron con estadísticas concretas. Antes del 2015, emigraban 50
personas por día, ahora solo 18.
Tal vez esos números estén fraguados.
Puede ser que Macri tenga razón.
O no.
Pero, ¿Cuáles son sus números
concretos?
Ninguno.
El libro que acaba de publicar Macri
es un ejemplo muy elocuente de esas limitaciones. En la anteúltima página (258)
se lee textualmente: “He dejado para el final el tema de la educación porque es el más importante
de todos”. Pero le dedica apenas un párrafo de 10 líneas. Su experiencia en la
presidencia de Boca Juniors, en
cambio, mereció 80 páginas. Apenas diez páginas, en cambio, alcanzan para que
Macri explique todo lo que hay que hacer en el país. En ningún lugar el libro
da cuenta de las dificultades, de la complejidad de cada medida, de las
posibilidades de que, aún con las mejores intenciones, todo termine con más inflación y más pobreza, como sucedió en su mandato
anterior. Tal vez no tuvo ganas de dedicarle mayor esfuerzo. Seguramente le
resultaban más atractivas las anécdotas que compartió con Riquelme, Palermo,
Bianchi o el eterno ajuste de cuentas con su padre ya fallecido. Las páginas
pasan y pasan. Macri está siempre en el centro de la escena como un líder
inteligente, tolerante, humano, con capacidad de aprendizaje. Pero en ese
recorrido el país, sus problemas, sus desafíos aparecen apenas como telón de
fondo.
Mauricio Macri, ex presidente de la Nación
En este contexto, hay una oración que
ubica a Macri en uno de los lugares más extremos de la historia del pensamiento
capitalista. Javier Milei aún
no llegó tan lejos. Los debates serios acerca de la participación del Estado en
la economía han sido siempre muy complejos porque las economías capitalistas,
en general, son mixtas. El ejemplo clásico para disuadir a las concepciones más
opuestas a la participación estatal es el chileno,
donde el Estado es el principal exportador de cobre.
Sin embargo, es cierto que algunos teóricos consideran que el Estado solo
debería tener cuatro funciones: salud, seguridad, justicia y educación. Macri
va aún más allá que ellos. Escribe textualmente: “Pasar de la lógica de un
Estado paternalista a uno que se ocupe solo de sus funciones esenciales como
son la seguridad, la educación y la justicia requiere un apoyo profundo y un
compromiso explícito por parte de los ciudadanos”. ¿No falta una de las
funciones esenciales? ¿No se olvidó de la salud
pública? ¿Cuál sería la propuesta concreta? ¿Qué se desmantelen todos los
servicios de salud que brinda el Estado? ¿No merece un poquito más de
desarrollo una idea tan novedosa? ¿Lo haría el primer día como sugiere que hay
que hacer todo?
Durante una campaña electoral, es
sencillo evitar respuestas complicadas y reemplazarlas por esloganes y banderas
ideológicas. Si se quiere, es una de los elementos que se le atribuyen
habitualmente al populismo, sea de
derecha –como en este caso- o de izquierda. Se elige un enemigo real o ficticio
y se lo ataca. Eso llena páginas y páginas de libros y minutos y minutos de
entrevistas. El enemigo tal cosa y tal otra. Pero, después, llega el momento de
gobernar y pasan cosas. Ahora, ¿no será al revés? ¿No ocurrirá que esas
heroicas banderas se levantan como una cortina de humo para no tener que
explicar demasiado lo que va a hacer?
En las últimas décadas, la Argentina
ha pagado un costo muy alto por votar a personas que llegaban con discursos a
favor de la justicia social y la distribución del ingreso, pero no sabían cómo
alcanzar esos objetivos y provocaban un desastre. Y a otras que llegaban
proponiendo construir una economía normal que asegurara la estabilidad y el
crecimiento, pero tampoco tenían idea de cómo llegar hasta allí y provocaban
otro desastre. Cada tantos años, los argentinos votamos a unos para sacarse de
encima a los otros, o viceversa. Siempre con el mismo resultado.
Macri quiere volver al poder envuelto
en banderas antipopulistas.
Pero cuando le preguntan qué va hacer
con el dólar responde que ha viajado mucho por Medio Oriente.
Qué tranquilidad.
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