La trampa está servida...
La diestra,
siniestra. Dibujo Pablo Temes.
La mesa está
preparada para que los sectores más radicalizados dominen la escena. Hay una
bomba que hay que saber desactivar.
© Escrito por Carlos De Angelis (*) el viernes 02/09/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de las/os Argentinas/os.
Cuando
alguien le apunta con un arma a la cabeza de otra persona se
suspende la política. Quedan como abstracciones flotantes las instituciones y
sus códigos organizadores. Es un punto de disolución de toda comprensión.
Ética y política. Si en cualquier
situación la diferencia entre la vida o la muerte es todo, cuando la víctima
posible es un líder político, la situación se complejiza mil veces y la
probabilidad de establecer distancias analíticas se hacen mínimas. Desde ya el
repudio es un deber ético, pero no puede cancelar el análisis político. La
respuesta más próxima y fácil es buscar responsables y culpables, respuesta que
puede ser adecuada para observar, desde una perspectiva forense, la escena
donde ocurrió el intento de asesinato, pero no alcanza para tratar de entender
la intensidad del fenómeno desde una mirada histórica y estructural.
Desde la perspectiva histórica
no se puede obviar que lo largo del siglo XX la política argentina estuvo
dividida en dos facciones: en la primera mitad del siglo entre personalistas y
antipersonalistas (defensores de Hipólito Yrigoyen y sus detractores), y en la
segunda mitad entre peronistas y antiperonistas. En ambas situaciones la
violencia política fue casi una constante, y ambos procesos políticos fueron
terminados con golpes de Estado, cárcel y persecuciones. Incluso en 1935 el
senador electo Enzo Bordabehere fue muerto a balazos en el propio recinto por
el ex comisario Ramón Valdés Cora.
El restablecimiento de la democracia tampoco estuvo exento de hechos de
violencia, tanto por las resistencias de los militares a los juicios iniciados
por Raúl Alfonsín y por las condenas subsiguientes. El peronismo quedó con una
mancha indeleble por haber bloqueado una bicameral para investigar los crímenes
de la dictadura.
Luego vinieron otros hechos, en parte inexplicables, como la toma del
regimiento de La Tablada por parte del MTP, y las voladuras de la Embajada de
Israel y la AMIA, de las cuales todavía la sociedad espera que se identifique a
los culpables frente a la inacción, impericia y desinterés de la política y la
Justicia. Tampoco se puede dejar de nombrar la muerte del fiscal Nisman que
sigue dividiendo a la sociedad como el primer día.
Nos, los
indiferentes. Evidentemente
la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo tiñó la política argentina desde
2008, con el inicio del conflicto contra los sectores agropecuarios. Incluso la
lógica del enfrentamiento encontró sustento en los escritos teóricos de Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe que plantean un modelo de democracia no liberal a la
que denominan “radical”. y que se basa en el “reconocimiento de la
especificidad de los antagonismos constituidos a partir de diferentes
posiciones de sujeto y, de tal modo, a la posible profundización de una
concepción pluralista y democrática” (Hegemonía y estrategia socialista, 1987,
pág. 11).
No obstante, y a diferencia de otros tiempos el antikirchnerismo encontró
dentro del sistema político un efector electoral competitivo, con la emergencia
de Mauricio Macri. La trascendencia de ambos liderazgos se da
precisamente porque ambos agrupamientos tienen núcleos duros irreductibles
(¿35, 40% en total del electorado?) mientras que el resto de la sociedad no
involucrada en la maquinaria antinómica puede decidir en forma flotante, lo que
da un aire competitivo al sistema electoral.
Mirar a este sector que oscila entre la indiferencia y el hartazgo puede
resultar instructivo ya que puede votar a Juntos por el Cambio, sin ser macrista o antikirchnerista, o
tal vez elegir al Frente de Todos, sin ser peronista o kirchnerista.
La existencia de
este espacio despolarizado (¿50-60% del electorado?), fue la razón de la
existencia de un Alberto Fernández como presidente, cuyo peso
evidentemente cae en el momento que no puede transformar a este espacio, darle
nombre propio, ni es capaz de generar políticas que den cuenta de sus demandas
efervescentes, muchas de las cuales son hoy más atendidas por los referentes de
JxC, antes que por los del FdT atados a recetas hoy inocuas. Pero también “los
indiferentes” son la razón de ser de la candidatura de Horacio Rodríguez
Larreta. Como se ha podido observar estas semanas Patricia Bullrich está mejor
equipada retóricamente para la confrontación total. ¡Radicalizados a
confrontar! Luego de la larga siesta gubernamental de casi 33 meses, arrullado
por la aflautada voz de Martín Guzmán el kirchnerismo sale del letargo, no por
los problemas propios de la administración (que por otra parte se fue
transformando en un lastre inexplicable) por el pedido de condena de los
fiscales de la Causa Vialidad.
Este hecho es casi contemporáneo con el traspaso del timón económico a Sergio Massa. Mientras éste hace malabares tratando de poner
un corsé a una economía desquiciada –y recibirá en Estados Unidos todo tipo de
interrogantes políticos–, el alegato de Cristina Kirchner por YouTube (y que el
TOF 2 no permitió que fuera dentro del proceso de la causa) planteó dos cosas:
1. El Tribunal es ilegítimo (“La
sentencia ya estaba escrita”).
2. Este episodio es solo el
comienzo de una lucha de largo aliento (“vienen por todo el peronismo”).
En los días pasados emergían dos estrategias posibles tras su discurso: 1)
negar la actuación judicial; 2) ser la candidata en 2023. Ambas estrategias son
contradictorias y tienen sus problemas, pero hoy no hay tiempo para
profundizarlas.
El llamado a la movilización general de las filas del peronismo buscando un
nuevo 17 de octubre también hace escalar en espejo a los anticristinistas (rama
radicalizada de los anti-K) con la generación de un nuevo topos político,
Juncal y Uruguay, el domicilio de la ex presidenta, espacio de acampe y
pernocte de los intensos y de la insensata represión de la Policía de la Ciudad
(¿No tienen personal más capacitado? Ese lugar también se transformó en la
trampa que le permitió a Sabag Montiel apuntar con su arma en la cabeza de CFK (¿Dónde
estaban los custodios federales?).
La mesa está servida para que los sectores radicalizados sigan dominando la
escena. La Argentina tiene frente de sí un artefacto explosivo de esos como se
ven en las películas del que hay que saber qué cables cortar para desactivarla.
Pero esos cables deben ser cortados por la política, mejor dicho, por los
líderes políticos del oficialismo y la oposición. ¿Será posible?
(*) Sociólogo (@cfdeangelis).
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