Continúa de ayer: “El odio”
Fotografía: Noticias Argentinas.
Leo a la mañana a un
importante colega remarcar que la CNN tituló “La vicepresidente argentina
sobrevive a un aparente intento de asesinato” connotándolo con versiones que
circulan por las redes sociales sobre que no se trató de un atentado verdadero
sino de un montaje para favorecer al Frente de Todos y perjudicar a la
oposición.
© Escrito por Jorge
Fontevecchia el sábado 03/09/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de
las/os Argentinas/os.
Creer en un otro
(el kirchnerista, el peronista, el comunista) capaz de fraguar algo así es un
síntoma en parte producto del odio sobre el que reflexionamos en la columna de ayer con
la ayuda de Baruj Spinoza y su Tratado teológico-político,
que comienza así: “Si los hombres pudieran conducir todos sus asuntos
según un criterio firme, o si la fortuna les fuera siempre favorable, nunca
serían víctimas de la superstición. Pero, como la urgencia de las
circunstancias les impide muchas veces emitir opinión alguna y como su ansia
desmedida de los bienes inciertos de la fortuna les hace fluctuar, de forma
lamentable y casi sin cesar, entre la esperanza y el miedo, la mayor parte de
ellos se muestran sumamente propensos a creer cualquier cosa”.
Desde estas páginas venimos bregando siempre por una oposición convergente y no
divergente. Por un periodismo constructivo y no destructivo. Como es
imprescindible el disenso para enriquecernos mutuamente con la razón del otro,
es también imprescindible ejercitarlo con modos que no promuevan la violencia.
Para Cornelius Castoriadis, la cortesía fue una herramienta imprescindible de
la civilización, para poder reunir en ciudades a los solitarios habitantes de
la ruralidad primigenia, habitada por salvajes atrapados en su mera
supervivencia. Sin cortesía no habría ciudad ni civilización.
Disenso,
ensayos sobre estética y política es el título de uno de los
libros de Jacques Rancière. Allí se dice: “El tipo específico de conflicto que
trae consigo el disenso político no tiene nada que ver con las formas de lucha
asociadas a la supuesta separación entre amigo y enemigo”. Continua Rancière:
“Cuando la política se identifica con el ejercicio del poder y la lucha por
conseguirlo, se prescinde de ella desde el principio. Más aún, cuando se la
concibe como una teoría del poder –o como una investigación de los terrenos de
su legitimidad– también se prescinde de su forma de pensamiento”, haciendo
referencia a Aristóteles, para quien el dominio político se distinguía de otros
tipos de dominio por ser un dominio entre iguales y no vencidos.
La obsesión con Cristina Kirchner de una parte de la oposición no hace más que
colocarla en el altar de primus inter pares: “La democracia –escribe Rancière–
se inicia con el asesinato del rey, cuando lo simbólico se derrumba para
producir una presencia social incorpórea”.
Argentina precisa desarrollar formas más avanzadas de un estado consensual, con
la escenificación de un nosotros y de un otro más hospitalario.
Argumentos que pretenden escindir por completo el atentado de Fernando Sabag Montiel del clima de época atravesado por
el discurso del odio apelando a que Alfonsín padeció tres atentados cuando, por
entonces, no había grieta omiten que sí había un clima de época violento por
entonces, encarnado en una dictadura que no se resignaba a fenecer y una
democracia que recién estaba naciendo. Claramente, Fernando Sabag Montiel
parece más un border line que un militante o un sicario a sueldo de alguna
organización. Pero eso no quita que el discurso del odio está presente.
La inconciliabilidad de los sectores extremos de las coaliciones oficialista y
opositora es lo patológico que hay que curar. Dado que el ser es
conflictividad, la función de la política es venir a resolver o minimizar la
conflictividad pero no a disolverla aniquilando al otro. La polaridad indica la
inclusión del otro y no su extinción. Las aposiciones polares pueden no ser
necesariamente conflictivas ni de mutua exclusión sino que, también, pueden
resultar complementarias como la clásica armonía de los contrarios de
Heráclito.
El papel del periodismo como “perro guardián” garante del control de gobierno
no implica ser un periodismo conflictivista. La diputada Amalia Granata,
primera en decir públicamente que no creía que el atentado a la vicepresidenta
fuera real, respondió así ayer las críticas que recibió: “No me busquen, porque miren que voy a empezar a hablar de todos sus
‘chanchurrios’, voy a empezar a hablar de sus amantes, miren que
conozco todo lo que pasa... Sé todo en lo que andan, y voy a meterme no solo
con sus amantes, también con sus familias, madres, hijos, con todos... No se
olviden que además de política soy periodista e investigo...”. Pobre periodismo
de investigación.
La ética no es natural, es una creación de la cultura, casualmente porque la
conflictividad es inevitable y, en lugar de exacerbarse, precisa ser atenuada.
La política como moral no implica ser una filosofía de la ingenuidad.
La violencia no busca resolver los conflictos sino disolverlos y, en su utopía,
no logra más que maximizarlos. Las armas siempre terminan volviéndose en contra
de quienes las empuñan. Los mayores desastres de la humanidad surgieron de la
búsqueda de eliminar definitivamente los conflictos: el orden perfecto congela
la vida.
El Otro no es
como el pan que como y me sacio. Ese Otro no llena sino que ahonda
El filósofo
lituano/francés Emmanuel Lévinas estuvo confinado en un campo de concentración
en el que murió casi toda su familia y dedicó sus reflexiones a la reconstrucción
de un pensamiento ético después de la Segunda Guerra Mundial. Hizo grandes
contribuciones en el campo de la otredad y la hospitalidad. En su libro
Totalidad e infinito, en su capítulo “Mismo y Otro” escribe: “El Otro no es
otro como el pan que como (...) de ese tipo de realidades puedo saciarme y en
una medida muy amplia satisfacerme como si sencillamente me hubiera faltado
(...) tiene una intención distinta: desea lo de más allá de todo cuanto pueda
completarlo (...) lo deseado no lo llena sino que lo ahonda”. Por eso la
transcendencia es “trans”-“ascendencia”, una forma del ser humano de ascender.
Por eso el vínculo entre uno Mismo y Otro es un acto político de alteridad
metafísica.
Los medios –medium– somos mediadores continuos entre Mismo y Otro. No se es uno
suprimiendo o poseyendo al otro sino siendo con el otro, juntos. Lección que
debemos aprender y continuamente recordar como sociedad. Ese fue el
triunfo de la democracia. Esa fue la lección de Alfonsín.
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