Una agonía premeditada...
Propaladora del odio. Dibujo: Pablo Temes.
El plan Batakis y su ortodoxia solo buscan calmar a los mercados y ganar tiempo. A la jefa no le conviene un colapso prematuro.
© Escrito por Nelson
Castro el sábado 16/07/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, República de las/os Argentinas/os.
CFK es un animal
político sin un pelo de ingenuidad. A la ministra de Economía la enviaron a dar
las señales correctas a los mercados con la finalidad de ganar tiempo. A la
jefa no le conviene el colapso prematuro. Una agonía premeditada cargada sobre
las espaldas del presidente nominal sería un escenario viable, siempre y cuando
la ex presidenta en funciones pueda resurgir durante los meses claves de la
campaña electoral como la única líder política capaz de ordenar el desastre
autoprovocado. “Ya lo tiene todo calculado. Está siempre un paso adelante, más
activa que nunca, y sabe que todos la miran, no importa lo que diga el resto.
Va a regular sus mensajes en el momento adecuado. La preocupación por su
silencio y el de los suyos es siempre una señal de centralidad que la mantiene
vigente”, apunta un peronista que sabe hacer equilibrio entre ambos lados del
oficialismo.
Es una jugada de riesgo,
ante la cual siempre está a mano el recurso de echarle la culpa a su criatura.
La pelea política con el presidente nominal –fuente
de toda desconfianza– no se ha resuelto y, especulaciones al margen, está claro
que no se resolverá jamás. El furibundo tuit de CFK en la mañana del jueves,
utilizando la cuenta del Senado, por medio del cual intentó desmentir la
reunión del miércoles por la noche en la quinta de Olivos, en la que junto a AF
y Sergio Massa se habló del tema de los ajustes tarifarios, fue producto de su
enojo, causado por la filtración de la información cuya fuente todos coinciden
en atribuirle al doctor Fernández.
Todo esto no hace más que ahondar la falta de confianza hacia el
Gobierno. Este es el principal problema que afecta la gestión de Batakis. En su
peregrinar por ayuda y comprensión, hubo tensión en uno de los encuentros más
dramáticos, como el que tuvo con los representantes de los bancos. Ahí se
sinceró y expuso con crudeza que el iceberg forma parte del horizonte cercano
del presente. Se topó allí con cuestionamientos y, principalmente, dudas. En el
balance final, se llevó un apoyo que fue clave para sortear la licitación del
miércoles pasado. Fue un auxilio que la ministra necesitaba para darle oxígeno
al plan “vamos viendo” que viene ejecutando el Gobierno desde el momento mismo
de su llegada al poder.
En el kirchnerismo duro
las opiniones hacia Batakis vienen siendo
críticas. “Al final esto es lo mismo que quería hacer Guzmán. Ahora tenemos una
‘Guzmanita’”. Esto es algo de lo que se escucha por los pasillos del Instituto
Patria.
Las consecuencias
políticas del ajuste van erosionando la cohesión interna del Frente de Todos
contra Todos. La necesidad de CFK de despegarse de este devenir cuesta abajo,
que se ve reflejado en varios frentes, es desesperante. Uno de esos coletazos
es el que se observa en el variopinto universo de las organizaciones sociales
cooptadas por dirigentes políticos afines al oficialismo. La calle habrá de ser
el escenario en donde se despliegue esa conflictividad creciente. Empujada por
esta circunstancia, la misma CGT se ha visto obligada a ordenar una
movilización para el 17 de agosto.
El dólar blue rozando los 300 y
el riesgo país por las nubes son un síntoma de esta realidad. El 5,3% de
inflación de junio será anecdótico dentro de un mes, cuando el Indec publique
los números de julio, mes clave por la disparada de precios y del dólar luego
de la renuncia de Martín Guzmán. “En el Gobierno ya lo tienen claro. Pero esta
vez tienen al culpable perfecto. Van a volver a cargar contra el ex ministro
por su supuesta irresponsabilidad, al que tildaron de conspirativo y
destituyente”, aseguró un economista que conoce al dedillo la película.
Hicieron todo lo posible para limarlo, cansarlo, vaciarlo de poder y vencerlo;
sin embargo, su rendición también será su culpa.
Sergio Massa, hábil piloto de tormentas, volvió a recobrar cierto grado
de centralidad política al recuperar su silla en el triunvirato del poder, más
parecido a una monarquía. Alberto Fernández resiste los cambios en el gabinete
pero el tiempo lo empujará a lo inevitable. Massa, al igual que CFK, juega su
propio partido. Un poco de orden para el caos para alimentar la ilusión de
llegar mejor posicionado a 2023.
Los efectos nocivos de
toda esta crisis los está sintiendo, como siempre, el ciudadano de a pie. Surge
de esa realidad un nivel creciente de rechazo no solo hacia el oficialismo sino
también hacia la dirigencia política en general. Una de las medidas que más
indignación han producido en estas horas es el aumento salarial del 69%
dispuesto por CFK y Sergio Massa para los empleados del Congreso. Además de
consagrar un privilegio, esta disposición impacta en el salario de los
legisladores, para cuyo cálculo se toma el cargo de director de alguna de las
áreas del Congreso, que está encuadrado en la categoría 1, la más alta del
escalafón.
Hasta el momento de
escribir esta columna, no se ha escuchado ninguna voz crítica hacia esta medida
por parte de ninguno de los bloques opositores, con la excepción del diputado Florencio Randazzo y
la diputada Graciela Ocaña. Es notable observar la disociación de la realidad
de penuria por la que atraviesa la mayoría de la ciudadanía que exhibe la clase
política en general. En un tiempo de ajuste drástico como el que se vive, el
gasto político, que en la Argentina es muy alto, no deja de crecer. Que CFK
siga cobrando su pensión como ex presidenta simultáneamente a la pensión de su
difunto esposo, Néstor Kirchner, habla de una inmoralidad sin límites ahondada
por el contraste con aquellos jubilados y pensionados sumidos en la miseria.
“Nadie piensa donde
todos lucran, nadie sueña donde todos tragan” (José Ingenieros).
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