Con el enemigo no se dialoga…
“Sacándole viruta al piso”. Cristina y Alberto Fernández. Dibujo: Pablo Temes.
Para el kirchnerismo los opositores son malos por el simple hecho de pensar distinto. Y los necesita para crear su mística.
Escrito por Nelson Castro el sábado 11/12/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
La
democracia es un logro que se conquistó con el esfuerzo de todos, y que llevó
años de lucha y consolidación. Esto no es compartido por el kirchnerismo quien,
en su pensamiento con aires de mesianismo, cree que la Patria nació con ellos.
Por eso, el Gobierno celebró el Día de los Derechos Humanos y los 38 años del
regreso de la democracia con un festival organizado por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner convocando
y llevando a la militancia a un acto político partidario de carácter
excluyente. Si queda alguna duda del tinte del encuentro solo basta
recordar el pedido de Máximo Kirchner hace algo más de una semana: “Hay que
reventar en serio la Plaza de Mayo”. Objetivo que en la tarde del viernes
repitió y que, finalmente, no logró. La Plaza no reventó. El pedido que el
líder de La Cámpora había hecho a sus acólitos para que se movilizaran hacia el
acto, que tuvo como oradores a su madre, al Presidente bendecido por ella, al
ex presidente de Brasil Luis Ignacio “Lula” da Silva y el de Uruguay José
“Pepe” Mujica, no dio resultado. En definitiva, el acto
del viernes fue un acto faccionario, porque ni siquiera incluyó a todo el
peronismo. Otra paradoja más del relato kirchnerista, un gobierno que llama a
defender la democracia, uno de los valores por los que menos ha trabajado, como
se desprende de la siguiente enumeración:
- Ausencia
de diálogo político.
- Concepción del adversario como un enemigo.
- Generación y sostenimiento de la grieta.
- Utilización de la mayoría parlamentaria
convirtiendo al Congreso en escribanía.
- Degradación de la Justicia.
- Reformas en el Consejo de la Magistratura
que facilitan la concentración del poder oficialista.
- Elución de juicios y condenas, sin que se
completen los procesos judiciales, como ocurrió en las causas Memorándum con
Irán, Hotesur y Los Sauces.
- Una de las características sobresalientes
del kirchnerismo es su amnesia política.
Tiene su explicación: el archivo los condena ya que
expone sus contradicciones y mentiras.
¿Cómo olvidar que tanto CFK como su esposo,
Néstor Kirchner, fueron parte del menemismo?
¿Cómo olvidar que Alberto Fernández fue
funcionario del menemismo?
¿Cómo olvidar que CFK y Néstor Kirchner
supieron derrochar elogios a Domingo Cavallo en sus años de ministro de
Economía?
¿Cómo olvidar que durante sus años como
gobernador de Santa Cruz, para Néstor Kirchner el tema de las violaciones
a los Derechos Humanos sucedidas en la brutal última dictadura no estuvieron en
su agenda pública?
La intención del acto del viernes nada tuvo que ver con
el festejo del renacimiento de la democracia argentina. Tuvo que ver, en
cambio, con la interna sórdida por la que atraviesa el oficialismo.
Como no
podía ser de otra manera, el discurso central del acto fue el de la ex
presidenta en funciones. La devaluación que ha sufrido la palabra del
Presidente –abundante en mentiras– le ha conferido una robusta intrascendencia.
El primer
rasgo que surge claro de la alocución de CFK es que habló todo el tiempo de
ella. Nada que sorprenda: es una muestra indeleble de su patológica
personalidad. Su egocentrismo permanece intacto.
Según la
vicepresidenta, en todo lo ocurrido durante los doce años del kirchnerato, la
Argentina fue un paraíso.
Olvidó mencionar las deudas que dejó con
los “fondos buitre”, el mal arreglo con el Club de París, los altos índices de
pobreza y de inflación, la corrupción y la persecución y hostigamiento a jueces
y periodistas independientes. Recuérdese cuando se quiso eyectar de la Corte
Suprema al Dr. Carlos Fayt, persona de honestidad y convicciones republicanas
intachables.
En este
discurso típicamente kirchnerista, otro de los ejes fue la imprescindible presencia
de los enemigos. Sin el concepto del enemigo, no hay posibilidad de crear
mística. El elenco de enemigos de la vicepresidenta es siempre el mismo: el
FMI, los jueces, los opositores, los medios y los periodistas. Los jueces malos
son los que deciden investigarla y/o juzgarla en las varias causas que aún debe
afrontar. Los que la absuelven sin juicio, son buenos. Los opositores son malos
por el solo hecho de pensar distinto. Y los medios y periodistas malos, son los
que la critican y/o investigan, los hechos de corrupción sucedidos en sus
gobiernos. Los otros, son buenos.
En su
tergiversación de los hechos, culpó al Fondo Monetario Internacional de haber
sido el responsable de las crisis que desencadenaron la entrega del poder
anticipada por parte del Dr. Raúl Alfonsín y de la caída del Dr. Fernando
de la Rúa. Olvidó mencionar que, en ambos casos, el
peronismo tuvo un rol activo que fue decisivo para precipitar los hechos.
Y, lo
último –pero no menos importante– fue el desprecio exhibido hacia la mayoría de
la ciudadanía que no votó por el kirchnerismo. A esa ciudadanía no se la
convocó al festejo del Día de la Democracia. A esa ciudadanía se la
ignoró.
Para
CFK quienes no coinciden con ella están equivocados.
El
pensamiento distinto no forma parte de su pensamiento. Por eso nada de lo que
dijo es creíble cuando, en su perorata del viernes, apareció la convocatoria a
todas las fuerzas políticas a discutir la búsqueda de un acuerdo de cara a la
negociación con el Fondo Monetario Internacional.
Es muy
difícil creer en la voluntad de diálogo de un gobierno que trata a sus
opositores como enemigos y no como adversarios. Con el adversario se dialoga.
Con el enemigo, no.
El acto
del viernes demuestra que el kirchnerismo volvió tan malo como lo fue siempre.
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