Más allá del voto…
El
día después de estas PASO, el día después de las elecciones de noviembre y más
aún de las elecciones de 2023, valdrá la misma pregunta: cómo hacer para que
–al igual que desde hace cincuenta años– más allá de quién sea triunfador y
perdedor, al gobernar todos terminen derrotados y perdemos con ellos.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 11/09/2021 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Se asocian o distancian partidos que construyen nuevas alianzas, cambian los nombres de las colaciones y sus conformaciones internas, pero se repiten las mismas dos explicaciones –narrativas– sobre la causa de nuestra decadencia. Unos la explican a partir de que a mediado de los años 70 en Argentina se comenzaron a aplicar ideas neoliberales abandonando las “keynesianas” del peronismo de mediados de siglo pasado. Otros, que la continua aplicación de esas ideas desde 1945 terminó por consumir los stocks de capital acumulados a principio de ese siglo dejando exhausta a la Argentina a mediados de la década del 70 y ya sin más recursos para volver a crecer.
Tanto con una u otra la explicación al punto de inflexión
se produce a mediados de los años 70 cuando la Argentina tenía solo 4% de
pobreza, la que desde allí subió de manera sostenida multiplicándose por diez.
Difieren las interpretaciones de las causas que la producen, difieren los
remedios que proponen, pero coinciden en el fracaso de sus terapias
probablemente porque ambas narrativas estén equivocadas.
A mediados de los setenta algo mucho
más importante que cierta hegemonización de las ideas de la escuela económica
de Chicago –neoliberalismo– fue que Estados Unidos decidió promover el
desarrollo de China para separarla de la ex Unión Soviética y desarmar la
amenaza militar de ésta última.
La muerte de Mao en 1976
y poco después las frases de su sucesor Deng Xiaopin “enriquecerse es glorioso”
y “no importa que el gato sea blanco o negro sino que cace ratones” hicieron
que parte de los 1.300 millones de chinos pasaran a integrarse a la producción
capitalista con jornadas laborales de 54 horas semanales que se mantienen hasta
hoy.
En estos 50 años China
agregó a la producción mundial industrial, tanto como lo que la humanidad había
producido hasta entonces, afectando a todos los países industrializados del
mundo. Japón, Europa y Estados Unidos en ese orden. Muchos de nuestros vecinos
latinoamericanos no se vieron afectados porque no tenían industrias y
recibieron las mejoras del aumento del precio de sus materias primas.
Argentina era el único
país latinoamericano que había desarrollado a mediados del siglo pasado un
fuerte sector industrial, sindicatos y un incipiente Estado del bienestar que
la globalización fue arrasando. Como los otros países latinoamericanos siempre
tuvieron a la enorme mayoría de la población en trabajos informales, sector
primario, servicios y cuentapropismo, la globalización no los empobreció.
Parte del error de
diagnóstico consiste en confundir neoliberalismo con globalización. Se
pueden no aplicar políticas económicas neoliberales, pero no se pueden eliminar
los efectos de la globalización.
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