Crisis gubernamental. Se habló de traición…
Acordes. ¿Acordes? Dibujo: Pablo Temes.
El Gobierno está
anclado en el pasado. Lo muestran los cambios que ha implementado en el
gabinete.
Escrito por Nelson Castro el sábado 18/09/2021 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República
de los Argentinos.
En uno de los últimos reportajes que Alberto Fernández le concedió a quien esto escribe, en agosto de 2019, dijo:
—Cristina ha cambiado. Es otra. Aprendió de sus errores.
—No se equivoque. Eso es
absolutamente imposible. Cristina tiene una personalidad patológica que nada ni
nadie podrán cambiar –fue la respuesta.
Por si tenía alguna
duda, el Presidente acaba de toparse con esa realidad. Y vivirla en carne
propia. Cristina Fernández de Kirchner es mala y dañina. Ella lo sabe y lejos
está de querer modificar esa condición suya. Es más, lo disfruta.
Su carta, en la que la
palabra “yo” aparece 19 veces, ha sido un mojón que pulverizó la figura
presidencial. Es una carta asertiva y reivindicatoria.
Cada palabra, cada punto
y cada coma, son la expresión de las características patológicas de la
personalidad de la ex presidenta en funciones: el narcicismo, la obsesión y el
síndrome de hubris. Uno de los síntomas del hubris es que la persona que ocupa
el centro del poder se cree la dueña de la verdad; está convencida de que su
pensamiento es el único que vale; desprecia las ideas ajenas; los errores son
de los otros que, por ende, son la causa de todos los males.
Por supuesto que CFK no está
sola.
La acompaña en esta movida su
séquito de secuaces que siempre han sentido desprecio por AF, a quien nunca le
perdonaron los años en que supo ser crítico de ella y de ellos. A la manera de
unos verdaderos nerones, ni a ella ni a ellos les importaron las consecuencias
que este enfrentamiento tiene para el país. Han vaciado de poder al Presidente.
Si esto se lo hubiera hecho a CFK, lo habrían calificado de “destituyente”.
Finalmente, el
Presidente, a quien desde el mismo momento de ser electo le ha molestado que se
lo tilde de “títere”, ha demostrado serlo. No solo eso: le teme a CFK. Es lo
que se vio a lo largo de todos estos meses en los que se sometió a los
desplantes, las críticas y el ninguneo de la ex presidenta en funciones. Es
algo que no tiene vuelta atrás. Es irremediable.
“Ganó Cristina” es la frase que más
se escuchó por estas horas en los pasillos de la Casa Rosada.
“Siempre se puede estar
peor. Sabíamos perfectamente que venían por nosotros, pero no imaginábamos esta
locura. Es cierto que el albertismo que conocemos hasta hoy ya no existe pero
también es cierto que toda la sociedad vio lo que Cristina es capaz de hacer
cuando no se cumplen sus deseos. Las elecciones las perdimos todos pero el
desequilibrio institucional lo generó ella. Esto no será gratis para nadie”,
reflexionaba un funcionario con despacho en Balcarce 50.
“Alberto es lo que es y hubo
una cantidad enorme de errores no forzados, pero ella está desquiciada. No le
importa ponerse al Gobierno de sombrero. No es capaz de soportar un no como
respuesta”, continuó.
“Alberto podrá conservar
la investidura pero acá terminó su carrera política. La resistencia y los
deseos de mantener su rumbo le duraron 24 horas”.
“La jugada estaba
orquestada desde el lunes, cuando el día pasó de largo y no hubo ninguna
determinación o anuncio oficial después de la derrota. Todos los que salieron a
decir que habían renunciado son unos payasos. Cuando uno renuncia, lo hace de
manera indeclinable como hizo (Juan Pablo) Biondi. El resto fue humo, fue parte
del plan para presionar y desgastar al gabinete. Esto fue contra Alberto pero
los afectados somos nosotros”, señaló con mucho enojo otra fuente cercana a la
cartera de ministros.
“Con el diario del lunes
es más fácil entender todo; ahora se ve todo mucho más claro como si nos
hubieran puesto una lupa. Cristina habló de operaciones en su contra. ¿Por qué
no habló de cómo, desde hace meses, desde el Patria nos vienen operando a
nosotros? Al principio nos llamaba la atención porque no creíamos que fueran
tan sucios pero, por citar un ejemplo, ellos mismos –con jugadores ignotos y
operadores que salieron a chupar las medias por un cargo– publicaban
críticas a la suba de precios, sector por sector, muy detalladamente, a medios
de comunicación amigos y en sus propias cuentas de Twitter. Cuando algo no les
cerraba, empezaban las operaciones de desgaste”, aseguró otro interlocutor con
bronca incontenida.
“Fuimos una coalición
mientras se hizo caso a los caprichos de ella, cuando las cosas se pusieron
difíciles hizo volar todo por el aire. Vamos a ver con qué ánimo siguen los que
quedan. ¿A quién le vamos a responder?”, concluyó.
“Volvimos para ser mejores”, fue uno de los eslóganes de
campaña que más utilizó AF. Muchos votantes independientes, que estaban
enojados con Mauricio Macri, le creyeron. Se ilusionaron con la posibilidad de
alguien que fuera una bisectriz que marcara una alternativa diferente a la
grieta que embrutece. Hace tiempo que está claro que eso era una mentira.
Finalmente, AF resultó ser un mentiroso.
El penoso transcurrir de
estos días, en los que se vio al Presidente en su mendicación para que algún
gobernador aceptara ocupar la Jefatura de Gabinete, evidenció su falta de
poder.
Su gobierno ha quedado
definitivamente anclado en el pasado. Es lo que representan los cambios que ha
implementado en el gabinete. Es un elenco de derrota y fracaso. Con un jefe de
Gabinete, Juan Manzur, y un nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Santiago
Cafiero, sometidos al vilipendio de CFK. Con un nuevo ministro de Seguridad,
Aníbal Fernández, siempre presente en el recuerdo por haber dicho que la
inseguridad era una “sensación”.
“Tengo miedo del
encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida”, reza
la letra de Volver, perfecta síntesis del
triste presente de la Argentina.
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