La forma de la flor...
Juan Carlos Zabalza,
fundador del Partido Socialista Popular en 1972, en la despedida a Miguel
Lifschitz
En este hombre
que sostiene una rosa roja en la mano se condensan mil significados. En 1972,
hace casi 50 años, fue de los miembros fundadores de un partido.
© Publicado el martes 11/05/2021 por el Diario La Capital de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe de la Veracruz, República de los Argentinos.
Difícilmente alguien podría haber dicho en ese momento que
bajo ese emblema político Rosario sería gobernada treinta años y la provincia
durante tres períodos. Algo que en la odiosa humedad de la mañana seguía
sonando a sorpresa.
Juan Carlos Zabalza fue protagonista
y testigo de ese tiempo echado a la aventura en aquel acto fundacional.
Seguramente algunos de sus sueños de hace cinco décadas se
habrán encarnado, seguramente otros no. El devenir de las acciones públicas
encuentra aciertos y desaciertos.
A veces se quiere y no se puede. Otras veces se puede, se quiere y falta algo. En la vida política, como en las de las personas, las satisfacciones conviven con desdichas.
En esa mueca que aguanta el sollozo, en las manos que
sostienen la rosa, una pizca de eso parece atisbarse. Algo de uno siempre se
marchita con la melancolía velada por el compañero perdido.
En este caso, aquel con el que se frecuentaba cada
miércoles en las reuniones de gabinete en la Intendencia entre 1995 y 2003. Al
que trató en los plenarios partidarios, con el que habrá cavilado más de una
vez, acordando o disintiendo, en cada ocasión brava o en el posible albor de
una victoria.
Por descontado Zabalza sabe que la
política es siempre hacer y rehacer. El compañero al que despide estaba hace
apenas un mes en la perspectiva de un renacer político bien alto pensable y
factible. Y en un soplido todo se derrumba en una renovada incertidumbre.
Pensar en eso sin embargo vendrá después. Al fin de cuentas ni en la política
ni en la vida nada está nunca asegurado.
La foto captura el momento de
despedir al amigo. Pero la juvenil forma de la flor en las manos de un hombre
con motivos para estar triste habla de un tiempo que no está caduco. Y que no
es el tiempo de este o aquel partido, sino de las mujeres y los hombres que,
con pegadas y mancadas, le dan su vida a la política. Y que venga lo que venga,
la seguirán haciendo.
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