Escribe Cristina Kirchner…
Las contradicciones atraviesan a las dos coaliciones que se disputan el poder. La debilidad de Alberto Fernández.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 31/10/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
En el teatro, en
el cine y en la ópera, la carta suele generar un momento de inflexión a través
del cual la trama de la obra experimenta un cambio fundamental. Un secreto que
se devela, una intención aviesa que se confiesa, un amor que se declara, una infidelidad
que se descubre, un plan que se explica, una sospecha o un secreto a voces que
se confirma, representan el espectro de las alternativas que plantean algunas
de esas misivas que devinieron famosas.
Carta. En la
historia pequeña de la Argentina habrá un lugar para la carta que Cristina Fernández de Kirchner le envió a Alberto
Fernández en la víspera del día en que se cumplieron diez años del
fallecimiento de Néstor Kirchner. A lo largo de sus páginas y de su
cuidada redacción se despliegan con amplitud los rasgos psicológicos de la
personalidad de la ex presidenta en funciones. Aparecen allí el Hubris, la
contradicción, la admonición y el rencor. A modo de muestra, veamos uno de sus
párrafos, en el que se lee: “En este marco de derrumbe macrista más pandemia,
quienes idearon, impulsaron y apoyaron aquellas políticas hoy maltratan a un
presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más
allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me
atribuían y que, según no pocos, eran los problemas centrales de mi
gestión”.
La confusión de
conceptos de CFK es, una vez más, proverbial e inquietante. A lo que llama ella
“maltrato” es a las críticas. Le cuesta aceptar que, por más duras que sean,
son parte esencial de la democracia. ¡Como si ella no criticara con igual
dureza –y absoluta legitimidad– a sus adversarios! ¿Alguien ha escuchado en los
últimos años –el término “últimos años” debe aplicarse aquí a un lapso que va
desde 2003 hasta el presente– tener una actitud de “buen trato” para alguno de
sus adversarios –internos y externos– a los que, en realidad, ella considera
como enemigos?
El encomillado de
la palabra “defectos” –como se sabe, una de las funciones de las comillas es
marcar que una palabra se usa en sentido irónico o con un significado especial
y opuesto a su significado real– es una definición de su Hubris que expone su
egocentrismo y su falta de autocrítica. La falta de diálogo con propios y
ajenos fue un problema esencial de su gestión y cuyas consecuencias aún hoy se
padecen. La división que generó su uso despótico del poder es algo que llevará
años superar. “Cuando nos obligaban a venir a esas puestas en escena que se
hacían en la Casa Rosada durante aquellos años, nos ponían en exhibición en un
corralito, no teníamos más remedio que hacer de aplaudidores y ni nos
saludaba”, recuerda un gobernador peronista hablando de los “Aló Presidenta”
reminiscentes del chavismo que durante los dos mandatos de CFK fatigaron la
Cadena Nacional de Radio y Televisión.
Lo de
“funcionarios o funcionarias” que no funcionan apunta al corazón de la gestión
de Alberto Fernández. Se sabe que la ex presidenta en funciones despotrica en
voz alta contra el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, contra el ministro de
Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, contra la ministra de Justicia, Marcela
Losardo, contra la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, contra el
presidente del Banco Central, Miguel Pesce, contra la ministra de Desarrollo
Territorial, María Eugenia Bielsa, y el ministro de Transporte, Mario Meoni,
por señalar algunos.
Curiosamente,
ninguno de ellos pertenece al kirchnerismo duro.
No hay una sola
crítica de la vicepresidenta al sistema de loteo de los ministerios que ella
impuso como requisito en el reparto del poder que hizo y que tan dañino está
siendo para el rumbo del Gobierno. Hablando de Vilma Ibarra e incorporándola al
elenco de los señalados con el dedo admonitorio en la carta, ahora saben
–por si alguna duda les cabía– que el rencor que les guarda la vicepresidenta
será para siempre.
Albertismo. De las
dos respuestas que desde el albertismo se ensayaron para responder a la carta
de CFK, con el correr de los días gana adeptos la no oficial. Frente a la
utópica creencia de que “a la carta se la había sentido como un apoyo” –más que
utópica, fantasiosa–, se abren paso aquellos que sostienen que fue una jugada
de CFK que “sigue minando el radio de acción del Presidente”, porque cualquier
movida que surja del primer mandatario será interpretada como un acto
espasmódico para cumplir los deseos de la vice. “No vamos a hacer nada en el
corto plazo. Cristina propuso un doble juego: la crítica y la distancia, y nos
tenemos que salir de esa dualidad”, señala una voz cercana al Dr. Fernández.
No fueron
casuales las ausencias de la ex presidenta en funciones en los actos
conmemorativos del 17 de octubre y del décimo aniversario del fallecimiento de
su esposo. “Ahora sabemos que la carta era la frutilla del postre. Si AF
se enoja, sería funcional al juego de ella. Por eso salió a decir que la sentía
cercana, “como un apoyo”, reconoció la misma fuente.
Donde dos y dos
son tres. Una de las palabras más escuchadas en la última semana fue diálogo.
Habló de diálogo CFK en su carta; habló de diálogo Mauricio Macri; habló de
diálogo Roberto Lavagna y habló de diálogo Alberto Fernández. ¡Qué verborrea!
Todos hablan de
diálogo pero… los peros son tantos que el resultado será uno: la nada.
Las
discusiones y contradicciones internas atraviesan a las dos coaliciones que se
disputan el poder.
La figura de
Mauricio Macri agita las procelosas aguas por las que navega Juntos por el
Cambio. La reunión del viernes en la casa de Elisa Carrió en Exaltación de la
Cruz dejó una foto que habla. Hubo ahí un mensaje para el ex presidente. “Nadie
le puede negar a Macri un lugar de preponderancia pero su liderazgo unipersonal
acabó”, señaló una voz que conoce lo que pasa en el universo de JxC.
Más allá de
la interna, en esa bucólica tarde con aires campestres se habló del momento de
debilidad política que vive el Presidente. Al que la carta de CFK profundizó
aún más. Por lo tanto se tomó una decisión: evitar las posturas extremas.
“Nosotros vamos a mantenernos alejados de los discursos duros. Si el Presidente
se quiebra, lo que viene es peor”, señaló con contundencia uno de los
participantes del encuentro.
¿Quo vadis
Alberto Fernández? Esa es la pregunta de cada uno de los días de este gobierno.
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