Una vacuna, muchas dudas…
Con sus idas y
vueltas, el Gobierno montó un auténtico aquelarre, innecesario e inentendible,
en torno a la Sputnik V.
Por la misma
vereda viene caminando Vladimir Putin. Ya el nombre de la vacuna devela esa
intencionalidad. Llamar a la vacuna Sputnik V significa traer al presente aquel
penoso y desgraciado tiempo de la Guerra Fría. El Sputnik fue la primera nave
espacial que orbitó la Tierra en 1957 en tiempos en que la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas se disputaba con los Estados Unidos la supremacía sobre
el mundo.
La vacuna rusa es
motivo de controversia desde el mismo momento en que Putin la anunció. En
realidad, lo que hizo fue comunicar el registro de una vacuna en investigación.
Falsamente dio a
entender que ya estaba lista y que no tenía necesidad de atravesar la Fase 3,
clave para la aprobación de cualquier vacuna. No bien se conoció la noticia, en
los ambientes científicos se comenzó a buscar información referida a la
investigación, hecho que derivó en una experiencia ciertamente decepcionante.
La búsqueda en las distintas revistas científicas de referencia internacional
fue un fiasco. Nada había que diera algún indicio serio de la experimentación
en curso.
Recién hace unas
semanas apareció en la edición online del 4 de septiembre de The Lancet, una de
las publicaciones médicas más prestigiosas del mundo, un artículo sobre la
seguridad y eficacia de la vacuna rusa, firmado por los doctores Logunov,
Dolzhikova, Zubkova y colaboradores, cuyo título en inglés es: “Safety and
immunogenicity of an rAd26 and rAd5 vector-based heterologous prime-boost
COVID-19 vaccine in two formulations: two open, non-randomised phase 1/2
studies from Russia”.
El artículo
mereció una carta de respuesta muy crítica de un grupo de científicos
revisores, integrado –entre otros– por los doctores Enricco Bucci, Konstantin
Andreev, Anders Björkman, Rafaele Adolfo Calogero, Ernesto Carafoli y Piero
Camici.
Hechos y
datos.
El 11 de agosto
pasado Vladimir Putin anunció que los organismos de regulación de Rusia habían
aprobado la vacuna contra el Covid-19 desarrollada por el Instituto Gamaleya de
Investigación en Epidemiología y Microbiología dependiente del Ministerio de
Salud Pública de ese país. La Organización Mundial de la Salud reaccionó con
sorpresa ante el anuncio debido a la ausencia de datos correspondientes a la
Fase 3.
Este apuro por
aprobar la vacuna motivó la renuncia a su cargo en el Comité de Ética del
Ministerio de Salud de Rusa del profesor Alexander Chuchalin, quien, al
hacerlo, señaló que él era muy crítico de los dos científicos que estaban al
frente de la investigación, el profesor Alexander Gintsburg, director del
Instituto Gemaleya, y el profesor Sergei Borisevich, coronel médico y destacado
virólogo del Ejército Ruso. “¿Han ustedes pasado por todos los pasos necesarios
de aprobación requeridos por la legislación de la Federación Rusa y la
comunidad científica internacional? Ese trabajo no ha sido hecho y así se ha
violado uno de los axiomas clave de la medicina “primero no dañar”, dijo
contundentemente el profesor Chuchalin.
¿Cuáles son las
críticas puntuales que el equipo revisor de The Lancet realizó a la
investigación sobre la vacuna? Son fundamentalmente cuatro. Veamos:
- Falta de datos numéricos de cada uno de los individuos
que participaron en la investigación relacionados a la evolución de sus
niveles de linfocitos T CD4 y CD8. Para explicarlo con simpleza, esos
linfocitos son células que tienen un papel muy importante en el sistema
inmunitario.
- Falta de claridad en la comparación entre los
niveles de anticuerpos de un grupo de 4.187 habitantes de Moscú
seleccionados por haberse contagiado el coronavirus y haberse recuperado,
y los 72 voluntarios que recibieron la vacuna.
- Falta de precisión en cuanto a la fecha en la que
cada uno de los 72 voluntarios ingresó al estudio. Esto es importante
porque para el desarrollo de anticuerpos se considera que es necesario que
transcurran 42 días desde el momento de la inoculación de la vacuna. La
crítica es muy puntual. Las fechas que se mencionan de incorporación de
los “voluntarios” van desde el 18 de junio hasta el 3 agosto. Teniendo en
cuenta que el artículo se publicó el 4 de septiembre, esa precisión es
clave.
- No está claro si la información del artículo de Lugonov y colaboradores es un estudio de las dos fases que componen la Fase 1 o si lo es de Fase 1 y Fase 2.
Como se ve, las
críticas son muy puntuales y significativas. Tanto es así que al comité de
revisores del trabajo de Logunov les llamó la atención que una revista del prestigio
de The Lancet lo haya publicado.
Estos son los
datos duros de lo que se sabe de la vacuna rusa hasta hoy.
Si esto resulta
de por sí ya nebuloso, el Gobierno, con sus idas y vueltas, terminó haciendo un
fenomenal aporte a la confusión general. El viaje secreto a Moscú –que después
no fue secreto– de la secretaria de Acceso a la Salud de la Nación, Carla
Vizzotti; el Dr. Alberto Fernández hablando el lunes de los 25 millones de
dosis que se comprarán; la vocería presidencial afirmando que, en realidad,
iban a ser 10 millones de dosis; el ministro de Salud, Ginés González García,
aclarando luego que se comprarán solo si son aprobadas por la Anmat; unos
diciendo que la vacunación será obligatoria; otros, que no; un comunicado de
prensa insólito del Fondo Ruso de Inversión Directa en el que asevera que “las
encuestas en la Argentina muestran una muy favorable recepción de su vacuna”,
hecho que desmienten todas las muestras de opinión que se vienen realizando
aquí.
En fin, un verdadero aquelarre inentendible e innecesario. Es el peor escenario posible para una situación con el dramatismo del presente. Ojalá la vacuna rusa sea una gran vacuna porque el mundo va a necesitar de la disponibilidad de todas las que sean aprobadas por ser eficaces y seguras. Para saberlo, hace falta la experimentación científica documentada. Es lo que hasta aquí le falta a la vacuna rusa cuya única certeza por el momento es la duda.
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