miércoles, 28 de octubre de 2020

Volver. Carta abierta de un “Quemero” a un “Cuervo”… @dealgunamanera...

Volver. Carta abierta de un “Quemero” a un “Cuervo”… 


Un Hincha de Huracán deja de lado la rivalidad y se alegra por la vuelta de San Lorenzo a Boedo. Entonces va y se mete, se infiltra, como el que sabe que no tiene que estar ahí, pero aun así no puede evitarlo. Escribe Marcelo Guaglianone. 

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno…” 

© Escrito por Marcelo Guaglianone el jueves 05/12/2019 y publicado por  LÁSTIMA A NADIE, MAESTRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Y, sí. 

Volviste una noche. 

Vos sabés que vivo cerca, casi pegado a tu casa, y ayer armaste un lindo lío, de los grandes, de esos que jamás se olvidan. 

Y como los regresos nunca son como las despedidas, anoche había mil veces más gente esperándote que la tarde que te fuiste. 

Porque estaban todos: los bisabuelos, los abuelos, los hijos, los nietos, los amigos, los primos… no faltaba nadie, ¡y claro! ¡Casi 40 años pasaron viejo! Mucho tiempo. 

Mirá, te voy a contar un secreto. Por favor te pido, no se lo cuentes a nadie. Era tanto el alboroto en el barrio, que salí de casa y me fui a ver qué pasaba. Casi ni escuchar la tele se podía. Caminé algunas cuadras y, casi sin querer, me encontré en medio de la fiesta. ¡Te juro que nunca quise ser parte de eso, ni loco! Por respeto viste, esas cosas son muy íntimas… qué se yo… 

Pero ahí estaba, como uno más, y reconocí viejos rostros, que de tanta emoción que tenían por verte volver a casa, miraban sin ver. Estaban idos, como hipnotizados. 

Me sonó en la mente “la vieja calle donde me cobijo, tuya es su vida, tuyo es su querer”… ¡ese tango encajaba perfecto! 

Seguí por Inclán, tratando de apartarme del quilombo porque, te repito, a mí no me correspondía estar allí, pero era más fuerte que yo. 

No sé… 

Y a medida que avanzaba por ese túnel del tiempo, entendí todo. Todo. 

Vi a lo lejos un tipo llorando, igualito al tío Andrés, el primo hermano de mi abuela, que con su bigote bien recortado siempre me hablaba de vos. Y me pateaba penales en el patio del antiguo caserón con una pelota “pulpo” marrón, en la casa de la calle Guayaquil, ahí en Primera Junta. 

Me invadieron los recuerdos. Volví a ver a Isidoro, uno de los dos mellizos, “los canosos” de la barrabrava Cuerva… ¡cómo lo quise a ese pibe! Cosas de la juventud, yo también fui un Quemero picante en la cancha. Y, cosas también del destino, resulta que Isidoro se fue una tarde en mis brazos, en el hospital Ramos Mejía. Lo vi cerrar sus ojos, mientras lo abrazaba en mi pecho, como queriendo contagiarle mi vida. 

Lo vi a mi amigo el Búfalo, abrazado con su hijo Lauti, sacándose fotos con todos los parientes, ¡ja... ja... ja...! 

Recordé la delicada pluma de Fabián, periodista azulgrana exquisito, garabateando desde Mendoza sus emociones profundas como el mar. 

Y supe que sos parte de mi más linda historia. 

De mi infancia, de mis alegrías y mis dolores, parte de mí ser. 

Me di cuenta que todo lo que a vos te acontezca, a mí me toca. Son muchos años jugando juntos. 

Perdoname si en algún momento me alegré con tu desgracia. Hoy entiendo que eso es de mediocres. Yo te perdono tu altivez hacia mi pobreza, sabés que nunca nos sobró nada. 

Pero todo está como era entonces, en paz. 

Volviste al barrio, y me alegro de corazón. 

Hasta se me piantó una lágrima al ver a los viejos con los pibes, aplaudiendo tu retorno. 

Me gustan los reencuentros. Me pareció ver al vasco Lángara, entre la multitud, al tucumano Albretch y el cordero Telch. 

Te saludan Tucho Méndez y el loco René. Masantonio y Manzi también…  ¡y Ringo! 

Ya tengo ganas de volver a jugar en el patio de tu casa… en la Ciudad

¡Abrazo, viejo ciclón de Boedo! 



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