Reflejo de los
mayores. La culpa no es del espejo…
Jóvenes. Entre las causas de muerte de chicos
figura el consumo de alcohol y drogas. Fotografía: CEDOC.
El consumo abusivo de alcohol es el primer factor de
riesgo de muerte para los jóvenes argentinos de entre 10 y 24 años. El segundo
es el consumo de drogas.
© Escrito por Sergio Sinay
el domingo 02/02/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República de los Argentinos.
Los accidentes de tránsito, el suicidio y la violencia
interpersonal constituyen, además, las tres primeras causas directas de muerte
en esa franja etaria. Las cifras corresponden a un estudio mundial sobre las
causas de muerte en la población joven realizado en 2016 por el Instituto para
la Medición y Evaluación de la Salud (IHME), de la Universidad de Washington, y
publicado por entonces en la británica The Lancet, la más importante revista
médica del mundo.
A falta de
estadísticas serias y confiables en el país, puede considerarse alguna posible
variación no significativa producida desde esa fecha en este ranking macabro y,
quizás, un empeoramiento en las cifras concretas. En todo caso, estos recuentos
son el mapa de un territorio trágico. Y suele ocurrir que los territorios, cuando
se los recorre de cuerpo presente, empeoran el dibujo de los mapas.
Batallas entre
pandillas adolescentes y juveniles (con creciente participación de mujeres),
madrugadas de epidémicos comas alcohólicos o por sobredosis de drogas, choques
y vuelcos seguidos de muerte que riegan con sangre joven las calles y rutas de
todo el país en las noches y amaneceres de los fines de semana, suicidios de
chicos y chicas y accidentes evitables protagonizados por esa franja de la
población debidos a la falta de límites y a la asunción inconsciente de riesgos
absurdos, son todas cuestiones instaladas y naturalizadas en la vida de la
sociedad. Algunos de estos episodios adquieren notoriedad. La mayoría solo se
conoce y se sufre en los círculos de allegados.
¿Qué pasa con los
jóvenes de hoy?, se preguntan frecuentemente adultos desorientados. “En nuestra
época no era así”, acotan muchos con cierto aire de superioridad. Desde esa
perspectiva, habría un problema con los jóvenes, o ellos mismos serían el
problema que perturba al mundo adulto. Pero los jóvenes no nacen de repollos ni
son alienígenas que descienden de platos voladores durante la noche, mientras
los adultos duermen sueños inocentes, pacíficos y serenos.
En cualquier
sociedad los jóvenes, son espejos que reflejan la realidad de los adultos entre
quienes crecen, se forman y construyen sus identidades. El caso de la manada de
machitos de Villa Gesell que segó la vida de Fernando Báez Sosa resultó la más
reciente y horrorosa tragedia de esta permanente saga que difícilmente termine
ahí.
Hubo y habrá otras, en donde los jóvenes devuelven a la sociedad adulta la
imagen de un comportamiento cotidiano que se da en todos los niveles sociales,
culturales y económicos. Intolerancia, resolución violenta de los desacuerdos, anomia,
abuso de los fuertes sobre los débiles, celebración de la transgresión,
complicidades criminales, discriminación, adicciones socialmente aceptadas,
estimuladas y publicitadas, negación a asumir la consecuencia de los propios
actos (el flamante ex presidente del país dio esta semana una prueba aberrante
de esta costumbre nacional), conversión de responsabilidades propias en culpas
ajenas, desconocimiento o no aceptación de normas, leyes y límites, bullyng
escolar, laboral, deportivo, estatal y de todo tipo. Las imágenes se
multiplican.
Los jóvenes actúan sin maquillaje aquello que los adultos
disimulan con hipocresía, indiferencia y desidia.
El problema no
está en el espejo. Este devuelve lo que se pone ante él, en este caso los
ejemplos con los cuales se lo educa, se lo modela o se lo incorpora al mundo en
el que se desempeñará como adulto en diferentes funciones. Si no nos gusta lo
que el espejo muestra, de nada servirá cambiarlo, taparlo, destruirlo,
considerarlo fallado, ocultarlo o tirarlo por la ventana.
Hay que transformar
el cuerpo que se coloca frente al espejo. Se trata de un deber peligroso y
criminalmente pendiente para una masa crítica de padres, dirigentes y adultos
en general. Es un deber de todo adulto frente a los jóvenes que, mientras tanto,
siguen muriendo dolorosamente en una sociedad que se acostumbró a devorar a sus
hijos.
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