Sin vueltas: es un impuestazo…
La norma es una brutal transferencia de fondos del sector privado al
Estado. Oposición al garete y una Cristina narcisista como siempre.
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Escrito por Nelson Castro el domingo 22/12/2019 y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Habemus Ley de Emergencia
Económica. El ministro de Economía, Martín Guzmán, lo dijo sin vueltas: esta
ley es para poder abrir las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.
El aumento de las retenciones es algo que había pedido el organismo
internacional; la suspensión de la aplicación del índice para calcular el
aumento a los jubilados, también.
Sacrificios. Todo el paquete
representa una brutal transferencia de fondos del sector privado para cubrir el
déficit fiscal que genera la Argentina. El esfuerzo que se le pide al ciudadano
de a pie es enorme. En cambio, a los legisladores, a los concejales, a los
gobernadores, al Presidente y a la vicepresidenta, a los jueces y a los
fiscales no los afectan ninguna de las disposiciones de esta ley.
En Venado Tuerto,
el concejal Darío Jeannot presentó un proyecto para que los concejales y el
intendente se redujeran las dietas en un 50%. Cuando lo sometió a votación, perdió
nueve a uno. Curiosamente, cuando se trata este asunto no hay “grieta”. Y, lo
más notable y bochornoso es que –salvo excepciones– quienes se benefician con
este privilegio se enojan e indignan cuando se les reprocha por recibirlo. Es
el mundo al revés. Como decía con su maestría y fina agudeza el inolvidable
Atahualpa Yupanki en El Arriero: “Las penas son de nosotros, las vaquitas son
ajenas”.
Ante el impacto
negativo que esto produjo en toda la población, AF decidió extender las
sesiones extraordinarias del Congreso y enviar un proyecto que ponga fin a las
jubilaciones de privilegio. ¡Otra vez! Es una historia de nunca acabar.Habrá
que ver si el Congreso la aprueba y si, una vez aprobada, promulgada y
reglamentada, la Corte Suprema de Justicia la declara constitucional o no.
Superpoderes. El artículo 85,
que finalmente fue derogado, era un peligrosísimo disparate. Superaba –y con
creces– las atribuciones de la Ley de Emergencia con la que gobernó el
kirchnerato. Tanto fue así, que hasta dentro del kirchnerismo hubo quienes
llegaron a inquietarse. “Si no se eliminaba ese artículo, nuestro poder habría
quedado reducido a la nada”, confesaba con alivio un conspicuo senador de neta
filiación K una vez que el artículo fue borrado.
El Presidente
tiene frente a esta Ley de Emergencia un desafío y una oportunidad. El desafío
es demostrar que la enorme masa de recursos que el Gobierno va a tener a su
disposición, sean manejados con estricta observancia de lo que estipula la ley,
con prudencia, honestidad y transparencia.
El desafío, es no
sucumbir a la tentación de no prorrogarla en forma indefinida para usarlo como
un instrumento para la búsqueda de la suma del poder público, tal como ya
ocurrió durante los 12 años del kirchnerato.
No hay que darle
vueltas al asunto: el paquete de medidas aprobadas por el Congreso representa
un impuestazo.
Es lo opuesto a
cualquier proyecto que tenga como objetivo el estímulo a las inversiones
genuinas. Esas inversiones son las que hace años no llegan al país. No vinieron
durante los gobiernos del matrimonio Kirchner como tampoco llegaron durante la
presidencia de Mauricio Macri. Y no vendrán en este gobierno sin un plan
económico serio y coherente.
Porque es eso lo
que está faltando, habiendo quedado claro que, hasta el momento la nueva
administración no lo tiene. Y sin ese plan, todas estas medidas, todo este
enorme sacrifico que se le pide a la ciudadanía será, una vez más, en vano.
Desorientados. De las sesiones
del Congreso del jueves y del viernes quedan algunos hechos que merecen un
párrafo aparte: a nivel nacional, es evidente que Juntos por el Cambio está al
garete. No solo por el viaje de Mauricio Macri a Qatar para ver la final de la
Copa Intercontinental –con tan solo un poco de sentido de común suyo, o de
alguno de sus asesores, habría bastado para advertir que, en el medio del
debate de la ley que es consecuencia de la catástrofe económica que generó su
gobierno, el periplo es un desatino– sino también por lo que se vio en la
disputa interna que se produjo acerca de dar o no dar quórum para permitir la
jura de los diputados suplentes del oficialismo. La actitud de quienes
intentaron obstaculizarlo fue bochornosa.
Una cosa es
oponerse a un proyecto de ley y otra muy distinta, es utilizar esa herramienta
legal –de legitimidad siempre discutible– para impedirle asumir su banca a un
representante que ha sido elegido por el voto de los ciudadanos. Lo primero es
parte de la esencia del debate democrático. Lo segundo es directamente un acto
antidemocrático. La diferencia entre uno y otro es abismal.
En la provincia
de Buenos Aires, en cambio, se vio la mano de María Eugenia Vidal que se
involucró en el tema y habló –y acordó– directamente con Axel Kicillof.
Desprolijidades. El proyecto del Poder Ejecutivo Nacional tuvo “desprolijdades”.
No queda claro si
eso fue producto de la confusión que aún reina en el Gobierno o si fueron
puestas adrede para luego negociarlas, y darle a la oposición algunas
concesiones, y así facilitar la aprobación del proyecto.
Fue curioso, aun
cuando no novedoso, escuchar a diputados del oficialismo defender el ajuste a
los jubilados y criticar el que implementó Macri. Lo mismo se aplica para los
diputados de Juntos por el Cambio que criticaron el ajuste. Este es uno de los
grandes problemas que exhibe gran parte de la dirigencia política vernácula:
sus contradicciones; nadie se hace cargo de sus errores.
El debut de
Máximo Kirchner como jefe del bloque del Frente de Todos fue pobre.
Cristina
Fernández de Kirchner se sintió a sus anchas para desplegar su narcicismo y
voluntad de imponer su poder por sobre todo y todos.
La forma como trató
y chicaneó al senador José Mayans, jefe del bloque del Frente de Todos, cuando
se dirigió a ella tratándola de “presidente” y no de “presidenta” del Senado,
fue una muestra de ello.
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