Los nuevos desafíos formativos de la educación superior
en la era digital…
En clases. La mayoría de los trabajos profesionales son crecientemente
“híbridos”, y requieren interactuar con programas informáticos y con tecnología
de alguna manera. Fotografía: Gentileza UCEMA
Las casas de altos estudios tienen que actualizarse a los
tiempos del mundo del trabajo; por ello es fundamental motivar a los alumnos
con las nuevas tecnologías y en habilidades de programación y gestión de datos.
©
Escrito por María A. Alegre, Directora de las Licenciaturas en Negocios
Digitales y en Administración de Empresas de la Universidad del CEMA, el sábado
09/11/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
La transformación
digital de la economía está reescribiendo las reglas de los negocios en mayor o
menor medida en todas las industrias y sectores, y ha impuesto un ritmo de
cambio e innovación vertiginoso, que hace difícil proyectar el futuro. La
educación universitaria no escapa a este fenómeno.
Está claro que el mundo de
la educación cambió, y que este cambio apenas comienza. Como en tantos otros
sectores, se trata de un proceso de cambio donde abundan las preguntas y son
pocas las certezas. Sin embargo, hay algunas conclusiones y aprendizajes que
pueden empezar a extraerse con cierto grado de certidumbre.
Cambios. Como el tema es enorme,
me voy a enfocar en un aspecto más específico: los objetivos de aprendizaje,
las competencias y habilidades que tiene sentido priorizar en la enseñanza
universitaria. No cabe duda que la nueva economía requiere definir objetivos de
aprendizaje diferentes respecto de aquello que tuvo sentido impulsar en otros
tiempos.
Para empezar,
está claro que la acumulación y memorización de información fáctica ha perdido
enorme relevancia, en un mundo donde cualquier dato puede “googlearse” y
tornarse disponible en un instante. Se ha achicado muchísimo la ventaja de los
“memoriosos”.
En contraste, cuando el 49% de los pedidos de empleo en EE.UU. en
el cuartil de posiciones mejor pagas indica como requisito excluyente
habilidades de programación, el mundo del “coding” no puede quedar acotado al
escaso puñado de ingenieros informáticos y científicos computacionales que
logran egresar de estas carreras cada año. Hay cantidades de competencias que
son esenciales en el mundo del trabajo de la nueva economía, y que apenas
registraban hace cinco años.
Por ejemplo, el
manejo de herramientas de visualización de datos como requisito solicitado en
una búsqueda laboral creció +2.574% en los últimos cinco años. Podemos
identificar una secuencia de cambios concatenados en el mundo del trabajo que
están reescribiendo las reglas en materia de preparación universitaria
requerida:
(1). Muchas tareas
predecibles y relativamente lineales que antes realizaban las personas se están
automatizando de la mano de la tecnología;
(2).
Esto amenaza con hacer desaparecer por completo algunos puestos, pero
principalmente está reemplazando algunas tareas en casi todos los puestos;
(3). En consecuencia, la mayor parte de
los trabajos profesionales son crecientemente “híbridos”, y requieren
interactuar con programas informáticos y con tecnología de alguna u otra
manera;
(4). La era digital es la
era de los datos: las nuevas tecnologías generan cantidades crecientes de
información, la cual se utiliza, de la mano del data mining y la inteligencia
artificial, para construir ventaja competitiva en todos los sectores y en la
mayoría de las profesiones. Esto explica por qué, habilidades de programación y
de gestión de datos se “cuelan” en una cantidad creciente de puestos.
Si la educación
superior pretende servir los requerimientos del mundo del trabajo, está claro
que este tipo de competencias deberán permear un número creciente de programas
académicos, como en otros tiempos ocurrió con las habilidades de escritura, el
manejo de planillas de cálculo tipo Excel, o el manejo de idiomas.
Pero la
historia no termina aquí, hay un factor adicional que es aún más disruptivo que
la secuencia anteriormente señalada: en un mundo donde todo cambia, las
habilidades de innovación, y la capacidad de aggiornar competencias y seguir
aprendiendo a lo largo de la vida resultan fundamentales.
Casi todos vamos a
trabajar de una forma significativamente diferente en diez años respecto de
cómo lo hacemos hoy. Y si vamos a mantenernos profesionalmente vigentes, no
queda otra que seguir aprendiendo.
Nuevas formas. El desafío más
profundo y estructural de la formación universitaria actual es enseñar a
aprender. Una parte de este desafío pasa por alimentar la curiosidad, generar
experiencias de aprendizaje que sean desafiantes y a la vez placenteras, en las
que se generen muchas preguntas y se obtengan limitadas respuestas, pero
también donde se vivencie cómo las limitadas respuestas que tenemos nos
permiten operar sobre la realidad y tener un impacto transformador.
Otra parte
igualmente importante de enseñar a aprender es romper con el esquema en el cual
el profesor lleva de la mano a los alumnos en cada paso del proceso de
aprendizaje: los alumnos tienen que aprender a investigar, a nutrirse de
diversas fuentes, saltar al vacío y toparse con el mar de información que
existe, aprender a identificar lo esencial, lo relevante, a distinguir qué
fuentes de información son confiables.
Y cuando hablamos de fuentes, esto
involucra tanto libros y publicaciones científicas como sitios online, tanto
los autores reconocidos como el testimonio vivo de los profesionales ya
egresados que ponen todo ese capital intelectual en uso todos los días en el
mundo del trabajo.
Aprender con
otros y aprender de otros, saber nutrirse de pares, del equipo, y también de
mentores.
Finalmente, una
dimensión crítica para aprender a aprender que debemos desarrollar en la
Universidad es el método y la disciplina. La paciencia para dedicar a un tema
muchas horas por día durante un período sostenido de tiempo. La atención y el
foco. La práctica de entrenar lo aprendido hasta hacerlo carne. En esto no hay
atajos.
En algún sentido,
podría decirse que aprender nunca fue tan fácil, ni estuvo a disposición de
tanta gente. Hay cantidades enormes de cursos gratuitos online disponibles, en
plataformas de muy buena calidad como EdEx o Coursera por nombrar algunas. Sin
embargo, el 95% de los enrolados en cursos online de nivel universitario han
recibido alguna formación universitaria presencial previamente. Y aun así la
tasa de deserción de los cursos online ronda el 90%: muchos los inician, pero
casi nadie los completa.
Las personas que
más beneficio obtienen de estos nuevos recursos educativos digitales son
mayormente quienes ya se educaron. Los previamente entrenados en el arte de
aprender.
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