No es por 30 centavos sino por 30 años…
Rodeado de militares, Piñera firma estado de sitio. Fotografía: CEDOC
“Estoy totalmente en contra de las dictaduras como instituciones de largo
plazo, pero una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de
transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra
forma de poder dictatorial. Es posible que un dictador pueda gobernar una
economía liberal como también es posible una democracia gobernada con falta de
liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a
un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente. En Chile, por
ejemplo, seremos testigos de una transición de un gobierno dictatorial a un
gobierno liberal. Y durante la transición puede ser necesario mantener ciertos
poderes dictatoriales, no como algo permanente sino como un arreglo temporal”.
(Friedrich von Hayek, inspirador del neoliberalismo, en abril de 1981)
Traducción: Si los socialistas entendieran
economía, entonces ellos no serían Socialistas.
(Agrego para don Fiedrich... Si los liberales como usted entendieran a los pueblos, seguramente no sería lo que fue, un fascista encubierto)
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado
26/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Chile es el país más neoliberal del mundo. Es el país
donde está privatizada la mayor proporción de la vida pública, desde las
jubilaciones hasta la mayoría de la educación y la salud: hay 2,5 millones de
personas en espera para una consulta médica gratuita, y las AFP
(administradoras de fondos de pensión, nuestras ex AFJP), tras varias décadas
desde que las impusiera Pinochet en 1981 (capitalizando al 2% anual mientras
que la población, cuando toma un crédito, que indirectamente surge de los
mismos fondos, debe afrontar tasas del 20% anual), les pagan al 90% de los
chilenos una jubilación menor de 144 mil pesos, 64% del salario mínimo. Eso es
equivalente a 198 dólares, no muy distinta a la jubilación mínima actual en
Argentina, de 13 mil pesos, equivalentes a 200 dólares a 65 pesos pero muy
distinta a la que un jubilado argentino tenía antes de las devaluaciones, en 2017,
cuando era más del doble: 450 dólares, equivalentes a 7.200 pesos a un dólar de
16 pesos.
Pero el “modelo chileno” de movilidad ascendente, donde
la aplicación de políticas neoliberales –con las matizaciones que le aplicaron
la llegada de la democracia desde 1990 y los gobiernos de la Concertación, la
coalición de centroizquierda que gobernó Chile ininterrumpidamente hasta 2010
con sus cuatro presidentes (Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y
Michelle Bachelet)– logró mejoras concretas, como bajar la inflación del 30% al
2%, la pobreza del 40% al 15%, y el desempleo del 15% al 7%, murió con las
violentas manifestaciones que comenzaron en Chile la semana pasada.
Murió y ahora se reclama un nuevo pacto social que
reconozca los efectos secundarios de aquellos aciertos, expresados básicamente
en su incapacidad para seguir mejorando un grado de desigualdad que no logra
perforar. Palabras como hastío, cansancio, agotamiento, malestar sintetizan la
idea de un ciclo cumplido sin que nadie sepa muy bien cómo debería ser el
próximo.
La alcaldesa de Providencia, equivalente al intendente de
Vicente López en Buenos Aires, Evelyn Matthei, del partido de derecha que apoyó
al presidente Piñera, pidió un “profundo” cambio de gabinete pero con
integrantes “que vengan de la clase media, que se hayan formado en educación
pública, que no sean todos de la Universidad Católica o de la de Chile, que no
veraneen en Zapallar (su Punta del Este), gente que haya nacido en provincia y
en el fondo tenga mucha más calle”.
Es que Piñera, más allá de sus esfuerzos, representa una
especie de neopinochetismo, falto de sensibilidad para entender la época, y él
mismo y algunos de sus colaboradores son percibidos como los verdaderos
“alienígenas”, y no los manifestantes, así bautizados por la primera dama.
Piñera no calibró el significado que tendría enviar a los militares a
reemplazar a las fuerzas policiales en el control del orden público.
La historia de Chile es la historia de sus militares: a
diferencia de los argentinos, que perdieron en Malvinas, los militares chilenos
ganaron todas sus guerras, ampliando su territorio en detrimento de Bolivia y
Perú. Cuando Piñera dijo que Chile estaba en “guerra” volvió a encender el
fuego que trataba de apagar porque sus militares están mentalmente formateados
por la omnipotencia, y la sociedad civil, a pesar de que les teme, no está
dispuesta a la misma sumisión de la época de la dictadura, que fue una
verdadera fábrica de pobres.
Los militares son una casta privilegiada, primero porque
a su presupuesto va directamente el 10% de la venta de cobre, el principal
producto de exportación de Chile, equivalente a que en Argentina recibieran el
10% de las exportaciones de soja, y son los únicos que tienen un sistema
jubilatorio estatal por fuera de las AFP, a las que el resto de la población
está obligada.
Las AFP son el síntoma de la falla, la punta del iceberg
de un descontento sumergido que ahora sale a la superficie con espasmos de una
violencia inimaginable. No son 20 sino 41 estaciones de subte las que
padecieron incendios que tuvieron una acción coordinada y el uso de precursores
para generar fuegos de una magnitud imposible para una turba espontánea.
Mientras las fuerzas de seguridad iban a reprimir las manifestaciones a Plaza
Italia, formalmente Plaza Baquedano, porque allí está el monumento al general
del mismo nombre, artífice de la victoria chilena en la mencionada guerra
contra Bolivia y Perú entre 1879 y 1884 (nuevamente los militares), los
anarquistas quemaban estaciones de subte. La idea que difundió el canciller
argentino, Jorge Faurie, sobre que podría tratarse de desestabilizadores cubano-venezolanos
no fue compartida por el canciller chileno, el conservador Teodoro Ribera
Neumann. El anarquismo es más relevante en Chile que, por ejemplo, Quebracho en
Argentina, porque encontró en las reivindicaciones mapuches una causa
permanente donde anidar.
A pesar de que su economía creció 4% en 2018 y 2,5% en
2019, en Chile la agenda política cambió de un día para el otro. La alternancia
entre dos presidencias de Bachelet y dos de Piñera, una con foco en la
redistribución y otra, en el crecimiento, con la que concluyó el período de
hegemonía de la Concertación, tendrá que dar paso a otra forma de equilibrio
político aún no creada. Mientras tanto, Chile vivirá una situación difícil
donde la mayoría de la población reclama que los ricos (los “momios”, así
llaman a la derecha conservadora), como en la época de la Revolución Francesa,
pierdan privilegios de manera ejemplar y el presidente, quien como en una
monarquía reina y gobierna, pierda el absolutismo, primero con un gabinete de
coalición y luego con una reforma de la Constitución, todas medidas difíciles
de instrumentar.
Los disturbios graves bajaron de 126 diarios a 61 y se
produjo antes de ayer solo una de las 19 muertes acumuladas, pero puede ser un
impasse para que vuelva la protesta con más fuerza.
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