Carta abierta a la tercera vía…
El temor a
la Kriptonita. Sergio Massa. Dibujo: Pablo Temes.
Lavagna y Massa se acusan mutuamente de ser los sicarios de la tercera
vía. Lavagna argumenta que siempre desconfió de que Massa se terminaría yendo
con el kirchnerismo, y Massa, que Lavagna, con su protocandidatura, impediría
que creciera la suya y la de los demás candidatos de Alternativa Federal para
luego no estar en Alternativa Federal.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo
02/06/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Paradójicamente, los dos mayores candidatos de
Alternativa Federal, Lavagna y Massa, no competirían en Alternativa Federal,
uno en Consenso 19 y otro en Nueva
Mayoría (?), extraña elección de nombres donde no hay consenso ni mayoría. El
peor escenario para Macri: Lavagna le sacaría votos por su lado y Massa por el
suyo se los sumaría al kirchnerismo. Peor aún para el país, otra vez esclavo
del duopolio electoral.
Es cierto que los votantes de Lavagna son más cercanos
a los de Cambiemos, con su componente radical, y los de Massa, al peronismo más
popular. Pero Lavagna no es Macri ni Massa es Cristina Kirchner, y la apuesta
de la tercera vía era producir un amalgamamiento de la parte progresista de
Cambiemos y la republicana del peronismo que compartieran dos insatisfacciones
fundantes: la corrupción kirchnerista y la ineficacia económica del macrismo.
Massa dice que dijo el martes en Córdoba que el jueves
lanzaría un ultimátum en su convención nacional
Un tercer acusado de ser sicario de la tercera vía es
el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, con quien tanto Massa como Lavagna
son igualmente críticos porque ambos habían delegado en él la tarea de
contención y aglutinamiento de los gobernadores peronistas no kirchneristas y,
tras ser reelecto gobernador, se corrió de la escena a lo Poncio Pilatos,
haciendo coincidir sus vacaciones con los cruciales pocos días que faltan hasta
la inscripción de alianzas electorales, y luego, de los candidatos para las
PASO.
Lavagna
interpreta la actitud de Schiaretti por su cercanía con Macri, con quien se
fotografió la misma semana de su triunfo electoral en Córdoba, y porque sumó su
apoyo a los diez puntos del acuerdo que promueve el Gobierno sin proponer
agregados sobre el empleo, el consumo o el crecimiento, que diferencian a la
tercera vía del oficialismo y justificarían su identidad superadora. También lo
atribuye a que Alternativa Federal fue un espejismo, algo que nunca existió,
porque inmediatamente después de que Cristina Kirchner anunció su fórmula con
Alberto Fernández, diez gobernadores peronistas salieron a apoyarla.
Massa dice que todavía conserva una esperanza y que su
pronunciamiento el jueves pasado en la convención del Frente Renovador no fue
una confirmación de que estaba dispuesto a incorporarse al kirchnerismo sino
“un ultimátum”, buscando hacer reaccionar a Schiaretti y otros gobernadores
peronistas que hasta hace pocas semanas se mostraban convencidos de la
conveniencia de apoyar a Alternativa Federal.
El escenario más probable es que Lavagna deje de ser
protocandidato para competir en las PASO como candidato único de Consenso 19,
integrado por el socialismo, pocos radicales, algunos referentes provinciales y
la mínima parte del Frente Renovador que no aceptaría ir con Massa al
kirchnerismo, cuyo ejemplo más emblemático es Graciela Camaño, mujer de Luis
Barrionuevo, el líder sindical que con más fervor continúa apoyando a Lavagna.
Dicen que nada hará cambiar de idea a Lavagna, a pesar
de los múltiples ofrecimientos que recibe tanto desde el Gobierno como desde
sectores empresarios (en dinero) para que baje su candidatura, ya que sin una
alianza con Massa directamente le restará votos a Macri. Se rumorean ofertas de
8 millones de dólares de un grupo de empresarios para que Lavagna no sea
candidato.
Y por el lado de Massa, es probable que finalmente
encuentre la forma de negociar con el kirchnerismo, lo que no le viene
resultando fácil porque así como a Schiaretti se le fueron los gobernadores
tras el anuncio de Cristina Kirchner de su fórmula con Alberto Fernández, a
Massa se le fueron intendentes y legisladores asustados de quedar a la
intemperie.
Massa está emocionalmente muy afectado. Critica el
“macrismo” de Schiaretti y de Urtubey, de quien dice que no tendría que haber
permitido esa foto familiar con Macri en el living de su casa y solo debería
acompañarlo institucionalmente como gobernador a los actos que el Presidente
realizara en Salta.
Los crujidos de la tercera vía son resultado de los
lógicos tironeos que realizan sobre ella Macri y Cristina Kirchner. Pero ni
Schiaretti, ni Massa ni Lavagna podrían haber esperado algo diferente.
Asumiendo que tanto el peronismo como el radicalismo, al ser grandes partidos,
tuvieron alas de derecha e izquierda, la tercera vía sería, por su terceridad,
constitutiva de un twist que, en su torcedura le permita, en una espiral
ascendente, reconfigurar los dos componentes anteriores, siguiendo el modelo
dialéctico donde la terceridad es una síntesis de tesis y antítesis, pero no
para llegar al fin de la historia sino para avanzar un peldaño donde nuevamente
la bifurcación de las contradicciones produzca una nueva controversia
enriquecedora y no la estancada que hay que dejar atrás.
Los dos principales referentes de una tercera vía hoy
se encuentran prisioneros de su propia razón. Lavagna dice: “Al final yo tenía
razón, Massa se iba con el kirchnerismo y Alternativa Federal no existió
nunca”. Y Massa dice: “Al final yo tenía razón, Lavagna no participaría de la
interna de Alternativa Federal y la destruye”. Ambos razonamientos son
tautológicos, como el ejemplo repetido del paranoico que cree que quien se le
acerca le va a pegar y le pega antes para defenderse, obligando a la persona a
responder la agresión y permitiéndole decir: “Tenía razón, me quería pegar”.
Así, en lugar de parteros de la tercera vía, terminan regalándoles a los polos
su centralidad tupacamaruzada: a un Cambiemos que trata de abrirse y a un
kirchnerismo que muestra su cara más republicana, lo que dejará de ser verdad
cuando se hayan asegurado que la tercera vía está lo suficientemente sepultada
y uno de los dos le gane al otro. En ese contexto, la Argentina corre el riesgo
de vivir los próximos cuatro años bajo la misma agenda de los cuatro años
anteriores, detenida en el terreno de las ideas.
En un reciente reportaje en el programa Corea del
Centro, el ex secretario de Comercio kirchnerista Guillermo Moreno explicó su
rechazo a la candidatura de Alberto Fernández por no ser un verdadero peronista
sino ortodoxo en economía y socialdemócrata en política. Si fuera correcta esa
descripción de Moreno, la tercera vía ya habría florecido en el propio jardín
kirchnerista, pero cuesta mucho creer que su más distinguido jardinero sea
quien fue jefe de Gabinete y principal colaborador de Néstor Kirchner mientras
se organizó el mayor sistema de corrupción del Estado en democracia.
Grupos empresarios le habrían ofrecido a Lavagna 8
millones de dólares para que baje su candidatura.
También cuesta creer que la cúpula del gobierno
nacional haya aprendido la lección y corregido su cerrazón solipsista porque el
miedo que hoy la humaniza precisará de otro combustible para mantener la
soberbia a raya tras una eventual reelección. Lo mismo pasa en Brasil con
Bolsonaro, parece muy difícil superar gobiernos populistas solo a través de la
polarización contando con que la fuerza del opuesto sea el opuesto.
Hace falta un twist superador que nos saque del
primitivo binarismo conceptual.
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