"La Volturno": la
historia de la cafetera industrial más famosa del mundo que fabrica una familia
en Caseros...
Las célebres “Volturno” se fabrican desde hace más
de 60 años en la localidad de Caseros del Gran Buenos Aires (Maximiliano Luna)
Desde hace 68 años, las
célebres cafeteras son producidas en el Gran Buenos Aires por una pequeña
empresa familiar. El curioso origen de un producto que es sinónimo de café.
© Escrito por Flor Migliosirsi el domingo 21/04/2019 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotografías: Maximiliano Luna.
“Nos traen cafeteras de 30
o 50 años para arreglar una manija o cambiarle el embudo”. Son bastante reacios
a tirarlas o a cambiarlas. Es un producto que dura mucho y es de uso diario.
Entonces porque los acompañó durante toda su vida, le han agarrado
cariño. Eso nos reconforta mucho, es un orgullo que los productos que
hacemos tienen tanto impacto en la vida cotidiana de las personas", cuenta
a Infobae Adrián Onada del vínculo emocional que tienen los
clientes con "su" cafetera.
Adrián tiene 36 años, es la segunda
generación de esta pyme familiar y socio junto con sus padres, Antonio
y Ana María Osono. Desde hace 68 años fabrican en la localidad de
Caseros "La Volturno", la cafetera de origen italiano más
famosa del mundo.
Antonio Onoda fue el segundo socio fundador de la
fábrica. Es hijo de padre japonés y madre española
El nombre Volturno se lo
puso Aníbal Dall'Anese, el napolitano que trajo el dominio para
producir la cafetera en Argentina en 1951. Cuando todavía vivía en
Italia, lo enlistaron para ir a la Segunda Guerra Mundial e iba a
zarpar en un acorazado que se llamaba "Volturno".
La historia cuenta que Aníbal estaba
enfermo y no se pudo subir a ese barco que finalmente terminó hundido por los
enemigos.
Cuando inmigró a la Argentina, rememorando
esa anécdota donde le escapó al destino trágico, bautizó a la marca
Volturno. Nombre que también designa a un río del sur de Italia que fue
escenario de las batallas para la unificación el país que encabezó Giuseppe
Garibaldi en 1860.
Hoy Volturno, en Argentina, es
sinónimo de máquina de café.
La empresa fue fundada por un inmigrante italiano y fue creciendo con el
correr de las décadas
Antonio Onoda fue el segundo socio fundador. Es hijo de padre
japonés y madre española. "Yo a los 9 años ya vendía flores. Es lo
que pasaba en una familia media-pobre que huía de la guerra. Subsistimos a
todo", señala a sus 79 años desde su escritorio en el primer piso de
su fábrica Volturno.
Onoda empezó su actividad como industrial
hace 65 años. Ya a los 17 años se había podido comprar su primer torno
y trabajar en el taller del fondo de su casa. Le pidió
entonces trabajo a Dall'Anese y empezó a trabajar las piezas de la
cafetera a destajo.
El volumen de trabajo aumentó y Onoda, en
1951, se asoció con Dall'Anese. Juntos fundaron la marca. Con
apenas dos empleados, muy rudimentariamente empezaron la historia de esta pyme
familiar.
Volturno imita la tecnología de las célebres
cafeteras italianas Bialetti que comenzaron a producirse en la década del ’30
En 1967 la sociedad se amplió: incorporaron
al italiano Antonio Varriale, que provenía del rubro textil, y fundaron la
"Fábrica Argentina de Cafeteras SRL". Los tres socios están
representados en los tres puntos arriba de la "V" del logo de
Volturno.
Ya por 1974 tenían dos locales y 43
empleados. "Y ahí fuimos evolucionando, hemos
hecho nuevas incorporaciones de tecnología, pero después nos estancamos porque
algunas épocas del país no ayudaron mucho", señala Antonio Osoro.
Más tarde, y por diferentes motivos, él les
compra a sus socios las partes de la empresa y la va afirmando como un
proyecto familiar junto con su esposa Ana María, responsable de
comercialización y redes sociales y su hijo Adrián, también a cargo de tareas
administrativas y comerciales.
Antonio es un ejemplo de movilidad social
ascendente de la Argentina de las décadas del '50 y '60. La sociedad de consumo
de esa época, ávida de adquirir los artefactos de la vida moderna, es
clave para el éxito de la marca. Gracias a esto, en 1973 Antonio tiene la
posibilidad de llevar a su padre, después de 55 años de vida alejado de su
tierra natal, a visitar Japón.
La historia de un ícono de la
"modernidad"
Volturno imita la tecnología de la cafetera
italiana Bialetti de 1930. Esta cafetera fue revolucionaria porque
incorporó el concepto de máquina, velocidad en la producción de café y diseño
geométrico y futurista al espacio de la cocina doméstica.
Bialetti es un ícono del diseño y del
renacimiento de la industria italiana en plena depresión económica de los años
´30 y ascenso del fascismo en Italia. Desde ese entonces, nueve de cada
diez hogares italianos tuvieron una cafetera Bialetti en sus casas. Con
esta cafetera se podía obtener una taza muy similar al espresso, de forma
rápida y simple, en la intimidad del hogar. Vapor y aluminio son las
claves de esta democratización en la cultura del café.
La Volturno se convirtió en un objeto tan popular entre los argentinos que
aparece en tiras cómicas
En las cocinas argentinas consiguió tener una
preponderancia similar y llegó acá más que como símbolo de lo italiano, como
expresión de modernidad.
Sobre los efectos de este modelo de cafetera
en el país, Agustina Román, barista y tostadora porteña, comenta:
"Es la cafetera de los abuelos, del hogar, apta para todo público y se
relaciona con el primer contacto o con los primeros pasos que se da con el
café. Es una cafetera histórica emparentada con la intensidad y
concentración de un espresso". Funcional, económica, durable y
moderna, se ganó el corazón de los locales.
Para los dueños de la empresa, los pilares de la marca son la la alta
calidad y la durabilidad de las cafeteras
Los pilares de la marca son alta calidad y
durabilidad. Adrián Onoda sigue la línea fundadora de valores que inspiraron a
esta marca y dice: "Ahora muchos artefactos se hacen para que se rompan en
dos o tres años. Nosotros, por convicción de él (se refiere a Antonio) seguimos
haciendo un producto que dura muchísimo y lo vendemos a un precio accesible.
Si bien en el Rodrigazo y en los noventa que teníamos que competir con lo que
llegaba de afuera o en la crisis de 2001 hubo oportunidad de bajar los
costos, no se hizo porque la calidad es algo que no se negocia".
La fábrica es prácticamente monoproducto.
Realiza cuatro tamaños distintos de cafeteras, tarda 20 minutos por unidad y produce
unas 2000 cafeteras por mes. La fabricación todavía es un proceso muy
artesanal. "No es que hay una máquina donde entra el lingote y sale la
cafetera", aclara Antonio.
El espacio de trabajo está
dividido en diferentes estaciones de producción por donde va rotando cada pieza
hasta el ensamblaje final. Todo empieza en la fundición, de donde salen las
primeras partes de un color metalizado y opaco. Pasan al torno donde se genera la rosca para unir las dos
cámaras de la cafetera. Luego
se pulen cada una de las terminaciones octagonales, se abrillantan, se lavan,
se cubren en aceite para lustrarlas, se limpian con detergente, se deja secar
en una pileta de grano, se le agrega la válvula y así empieza a tomar
forma la Voltuno.
Volturno es una auténtica empresa familiar con empleados que trabajaron
allí toda su vida.
Cada paso tiene un saber y oficio específico
del cual depende todo el proceso, desde el tornero hasta el fundidor, pasando
por la persona que perfora el filtro y graba el logo de la marca. Volturno
hoy cuenta con estructura de 12 empleados, la mayoría con décadas en la
empresa.
"El ultimo que se jubiló hace dos años,
tenía 40 años de servicio", comenta Antonio. "No hemos tenido que
echar gente por falta de trabajo. Si pasó que tenemos menos empleados que hace
dos o tres años. Cuando se fueron jubilando y, viendo que había una perspectiva
económica compleja para la industria nacional, dejamos de tomar gente. Tratamos
de reorganizar, redistribuir, rediseñar procesos para hacer las cosas más
fáciles", agrega Adrián. Hoy están aggiornardo el esquema, la
última gran adquisición fue en 2014 con un torno automático y un brazo robótico.
El clima general en Volturno es muy amigable
y distendido: cada trabajador parece conocer con sumo detalle la rutina
de trabajo y el trato con los dueños es muy cálido e informal. Este enclave
fabril excepcional parece perdido en el lejano siglo XX, lejos de modelos de
trabajo actuales. Al respecto, Antonio hace un comentario muy singular:
"Los obreros son como la familia de uno. Convivimos con ellos,
están acá todo el día, uno los trata como a uno mismo. Sabemos que
depende de nosotros que ellos estén bien y que el crecimiento nuestro es
también gracias a ellos".
En la empresa el espacio de trabajo está dividido en diferentes estaciones
de producción por donde va rotando cada pieza hasta el ensamblaje final
La oficina tiene una atmósfera muy ochentosa,
interrumpida por los colores estridentes de los juguetes de Benjamín, el hijo
de Adrián. La familia sigue creciendo y todos, incluso la esposa de él,
trabajan en esta fábrica. Volturno es más que una pyme familiar, es energía
vital.
"Esto para nosotros es una forma de
vida", comenta Adrián. "Nos gusta levantarnos temprano, venir acá y
laburar. Vengo acá todos los días con mi hijo que tiene un año y 8 meses. El
horno se prende 5:45, nosotros llegamos 6 y media y a las 7 llega todo el
personal y arrancamos a producir". Ana María también remarca:
"Estamos orgullosos de fabricar. A pesar de todas la crisis que
tuvimos, siempre nos mantuvimos muy austeramente porque lo más importante para
nosotros es la fábrica que le da de comer a muchas familias".
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