El día que Osvaldo Bayer contó la verdad sobre el abuelo
de Kirchner…
En el café
literario que llevaba su nombre en el edificio de la Asociación Madres de Plaza
de Mayo, 2002. Hoy ese lugar se llama "El Revolucionario". Fotografía:
Gentileza Ediciones Continente.
El editor de Política de la Revista Noticias recuerda una
desopilante charla con el recién fallecido autor de “La Patagonia Rebelde”.
© Escrito por Franco
Lindner el lunes 24/12/2018 y
publicado por la Revista Noticias de la Ciudad de Buenos Aires.
Corría 2005 cuando entrevisté por primera
vez a ese gran escritor e historiador que fue Osvaldo Bayer.
Recuerdo que fue en su casa del barrio de Belgrano, cuyo frente estaba cubierto
de graffitis, y recuerdo también que me convidó whisky. Ese día
hablamos de todo, pero lo más revelador de la charla fue un comentario
que se le escapó casi por casualidad.
–¿Usted sabe que mi padre y el abuelo
de Kirchner eran conocidos? –me sorprendió, y completó la historia sin hacerse
rogar–. Como los dos hablaban alemán, se juntaban a charlar. Y un día
el abuelo de Kirchner le pidió prestados 10 mil pesos. Era mucha plata, con eso
se podía comprar una casa. Después nunca se la devolvió… Por eso era la
persona que más odiaba mi padre. Bayer se sonrió, esperando la repregunta.
–¿El abuelo de Kirchner era alemán?
–Suizo –respondió–. Era prestamista, o usurero, como se decía en aquella época.
Y tenía un restaurante con señoritas en Río Gallegos. ¿Me entiende?
–Creo
que sí.
–No me haga hablar más. Un día, Cristina Kirchner me cruzó en un programa de cable al que nos habían
invitado a los dos. “¿Por qué escribiste eso de que el abuelo de mi marido
era usurero?”, me increpó fuera del aire, furiosa. Yo le contesté:
“Vamos, el abuelo de tu marido era un atorrante”. Y ella reculó: “Bueno,
atorrante no, era un pícaro…”.
El autor de “La Patagonia Rebelde” ya había narrado en
alguno de sus textos lo que sabía de primera mano sobre Karl Kirchner, el
abuelo de Néstor. Escribió que la Sociedad Obrera de Río Gallegos por
esa época repartía panfletos en los que llamaba al boicot contra el inmigrante
helvético y otros cinco grandes comerciantes de la ciudad, a los que
acusaba de “explotadores” y “zánganos de la colmena social”.
Una vez que Kirchner, el nieto, lo invitó a la Casa
Rosada cuando ya era presidente,trató de subsanar el entredicho con una
mentirita. Lo abrazó a Bayer y le susurró al oído: “El usurero no era mi abuelo
sino su hermano, mi tío abuelo”.
–¿Y usted le creyó? –le pregunté.
Bayer resopló:
–Yo lo miré como diciéndole: “Vamos, a tu familia la conozco bien”.
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