Amistad
afortunada…
‘‘¡OTRA VEZ CON LOS
LIMONES...!”. Mauricio Macri y Donald Trump. Dibujo: Pablo Temes.
Cómo influyó el vínculo con la
Casa Blanca para cambiar los ánimos presidenciales. Las promesas incumplidas.
A Mauricio Macri se lo vio un poco más tranquilo en la conferencia de
prensa del jueves en Mendoza. Venía de días terribles para el país y para
su imagen. Sus dos últimos discursos
habían sido malos. El de 102 segundos que fue la nada misma, y el del lunes
3 –interminable, repetitivo, con
evidencias de mucho coaching, silencios de telenovela y gestos ampulosos y
vacíos– estuvo descontextualizado en el tiempo: era un discurso para enero de 2016. Jaime Duran Barba explica, en uno de sus libros, a qué políticos se
puede dejar hablar sin grabar y a quiénes no. Señala entonces que para hablar
en vivo son importantes el componente emocional y el bagaje intelectual
que tenga el político para manejar situaciones críticas. Por eso Duran Barba, que está lejos de considerar a
Macri un político de raza, le aconsejó que grabara su discurso del lunes pasado
por la mañana, que estuvo precedido, en forma no casual, por la difusión en
las redes sociales de un mensaje de Luciana
Mantero, esposa de Marcos Peña, del famoso discurso "El hombre en la arena", del ex presidente
estadounidense Theodore Roosevelt.
El Presidente venía de un fin de
semana borrascoso, atravesado por una interna feroz que los mismos integrantes
del gabinete se encargaron de hacer conocer a través de las redes sociales
hasta el mínimo detalle. "Me están
contando por WhatsApp lo que se dijeron Dujovne y Caputo palabra por
palabra", contaba azorado un consultor con llegada al
oficialismo. "Me están
llamando varios ministros que no pertenecen al núcleo duro del poder
preguntándome si siguen siendo ministros o no", señalaba el lunes el
director de uno de los diarios de Buenos Aires.
La semana tuvo dos hitos políticos
claves para encaminar las cosas hacia una cierta calma. El primero fue la
conversación de quince minutos que el lunes mantuvieron Macri y Donald Trump. Nunca como en esta
circunstancia pudo haber sido más afortunada la relación de amistad entre ambos
forjada hace treinta años, cuando ninguno de los dos imaginaba este presente.
Los Estados Unidos tienen un papel
clave en la negociación con el Fondo
Monetario Internacional porque son los que, en los hechos, tienen la última
palabra a la hora de autorizar los préstamos que otorga la entidad. Por eso fue
que en la mañana del martes, no bien arribó a Washington, y antes de reunirse
con Christine Lagarde, Dujovne se
encontró con el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steven Mnuchin.
Así las cosas, la negociación con el FMI tuvo otro tono, lo que se vio
reflejado en una mayor comprensión de las necesidades de maniobra del Banco Central y una menor estrictez en
cuanto al uso de reservas para hacer frente a la corrida cambiaria.
El respaldo de Trump ayuda en lo financiero y también en lo político.
El fuerte respaldo norteamericano en la persona de Trump que tuvo Macri le
dio también un espaldarazo de estabilidad política interna, algo que le estaba faltando a su imagen, en función de que tenía
problemas no solo con la oposición sino también en su propio campamento. En el radicalismo se ve con preocupación el
riesgo de una fuga de votantes. Nadie quiere ser socio a pérdida del
Gobierno.
Desde hace treinta días, el Gobierno atraviesa el momento de mayor
debilidad desde el inicio de su gestión. La crisis política que le dio
velocidad a la crisis de credibilidad en los mercados sigue latente. Hay por
estas horas un impasse con miras a no profundizar las dificultades de la
Argentina. Y esto no es por un acto de generosidad, sino porque los fondos que tienen inversiones en el
país no quieren arriesgar más. Hay cinco fondos que tienen más de 35 mil
millones de dólares. De ellos, tres (Black Rock, Allianz y Templeton)
ingresaron, apenas asumió Caputo, 3.500 millones de dólares a un dólar de
24,50/25, por lo que llevan perdido el 30% del dinero que invirtieron.
El rumbo.
Hoy lo que está en juego no es solo
la cuestión económico-financiera sino cuál va a ser el rumbo político del país
a partir del 10 de diciembre de 2019. Esta es la verdadera acechanza que
habrá de acá al comienzo de las PASO, que será fuente potencial de una
inestabilidad permanente. Se podrán lograr los acuerdos que se quieran con el FMI, pero el año que viene –con el
Fondo o sin el Fondo– hay elecciones;
con el Fondo o sin el Fondo se va a
elegir una continuidad o un cambio en la conducción del Gobierno.
Esto es lo que verdaderamente
desvela a todos los agentes financieros, con el agravante de que todos los acuerdos con el FMI se están centrando
en llegar con lo justo y arañando a cerrar las cuentas de 2019. Y este
cierre de cuentas todavía no es claro, porque el Gobierno no ha planteado el programa financiero y lo que ha
dejado transcender de un borrador es un programa financiero al que todavía le
faltan fondos, si es que la Argentina no logra renovar por lo menos un 80%
de los vencimientos de las Letras de Tesorería en dólares que vinieron a
reemplazar a las Lebac.
Por otro lado está la cuestión
política interna. Lo que el mundo
financiero le está pidiendo a Macri es un presupuesto creíble, con metas
trimestrales que se puedan ir cumpliendo para ir reafirmando los objetivos de
inflación, crecimiento, tipo de cambio, contención social, etc. La exigencia es
que el Gobierno arribe a un verdadero acuerdo con los gobernadores. La
otra incertidumbre pasa por la dinámica de la crisis social porque, hasta aquí,
la crisis se ha visto en lo político y en lo económico, pero todavía no se ha
visto con toda dureza en lo social.
En el exterior no se imaginan
invirtiendo en un país con altísima convulsión social y con piquetes, saqueos y
situaciones de mucha volatilidad social. Todos quieren gobernabilidad sin costo
político. Lo quiere el Gobierno y quiere la oposición. Gran dilema de cara a
las elecciones del año que viene, en un contexto en el que hay clases sociales
que están peor que en diciembre de 2015. “Pobreza
0” prometió Mauricio Macri durante la campaña electoral. Al día de hoy, es una
promesa incumplida. Y, lamentablemente, no es la única.
Producción periodística: Lucía Di
Carlo.
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