Un experto de
Zimbabwe peina el suelo de Malvinas con un detector de metales. Fotografía: Rubén
Digilio
Personal experto de Zimbabwe realiza la difícil tarea de remover los
explosivos que están enterrados en el suelo.
© Escrito por Marina Aizen
el jueves 10/05/2018 y publicado por la Revista Viva de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Del
otro lado de la bahía, Puerto Argentino parece una pintura bucólica. El mar,
las montañas, las casitas... Pero caminar aquí puede ser mortal. Literalmente.
El sitio tiene un nombre sin espíritu: “Minefield 67” (campo minado 67). Fue su
ubicación estratégica (su cercanía con la ciudad) lo que lo convirtió en un
lugar tan peligroso.
Ex militares
británicos explican cómo se hace. Fotografía: Rubén Digilio.
Cualquier ejército hubiera hecho lo mismo: llenar de explosivos ocultos
este acceso desde el mar para evitar un asalto anfibio a la capital. Y eso es precisamente lo que hicieron los argentinos en 1982. Me lo
explican dos ex militares británicos retirados, ahora a cargo del proceso de
desminado. Ellos van en unos cuatriciclos de lo más cancheros, surcando la
turba poceada que desafía a cualquier cuatro por cuatro. Pero los que ponen el
lomo sacando cada explosivo vienen de Zimbabwe.
Hablan shona (una lengua bantú de ese país) por radio. Ininteligible. Van vestidos con tanta protección que parecen robots. Y son los mejores
del mundo haciendo esto. Aprendieron el oficio cuando tuvieron que desminar la frontera
con Mozambique, que tuvo una guerra que duró décadas. Morris Gunamombe (42)
está entre ellos. No se queja de lo que tiene que hacer, aunque pase unos nueve
meses en Malvinas, lejos de casa.
“En las islas, se colocaron 25 mil explosivos, entre minas antipersonales y
anti vehículo. Fue para defender lugares estratégicos y posiciones de
infantería.”
Un miembro del
operativo de desminado, en las cercanías de Puerto Argentino. Fotografía: Rubén
Digilio
Volver al Africa desde aquí es un
dolor de cabeza. Pero no se queja, aunque ellos
sufren lo mismo que los soldados argentinos: el clima y el terreno. En un
día tenés cuatro estaciones diferentes. El suelo es pantanoso. Y, como si fuera
poco, hay desafíos ambientales también: una playa con pingüinos, por ejemplo,
no se puede perturbar mucho. Hay que esperar que las aves migren para poder
acceder a ella.
Algunos de los trabajadores que
vienen de Zimbabwe terminan quedándose. Es el caso de Shupi Chipunza, quien
tras participar de las tareas de desminado, trajo a su familia (esposa y tres
hijos) y se dedicó a colocar alfombras. Tienen los mismos derechos que un
nativo.
La familia
Chipunza, originaria de Zimbabwe, terminó radicándose en Malvinas. Fotografía:
Rubén Digilio
En las islas, se colocaron 25 mil
explosivos, entre minas antipersonales y anti vehículo. Fue para defender
lugares estratégicos y posiciones de infantería. En total, se detectaron 122
campos minados y diez áreas sospechosas. Algunos de ellos fueron limpiados en
1992. Pero los récords fueron mal asentados. Lo que se dice: “Una herida
autoinfligida”, me explican. Los mapas que hicieron los soldados argentinos
resultaron muy útiles para volver sobre estos terrenos.
La mayor parte de las minas eran de
Fabricaciones Militares de la Argentina. Pero también había de España e Italia.
Hasta ahora lograron remover un 70% del total, pero lo que queda es desafiante.
Para quienes hacen el trabajo, el sueldo
que se cobra en libras es un tesoro. Es que Zimbabwe sabe tanto de inflación
como la Argentina. Algo que nos une.
Provincia de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur a la que pertenecen las Islas Malvinas.
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