Trivago argento…
¿Mesaza?. Jaitt
hizo palidecer a Mirtha, la mayor celebridad mediática local, en cuyo programa vociferó
su mensaje indecente con una velocidad de anfetamina. Fotografía: Cedoc
Perfil
El
monólogo de una aventurera que suma a sus ingresos lo que alguien le paga como
espía, se convirtió en una novela seria.
© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 08/04/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La información nos llegó
antes de que la Argentina pasara unos días en el lupanar de las denuncias sobre
pedofilia. Un gran diario le dio su más importante titular en tapa: la Semana
Santa fue una fiesta con récord de turistas y de ventas, como nunca se había
visto antes. Otro gran matutino, usando la discreción, que no es un rasgo menor
en el periodismo, también puso la noticia en tapa, pero en el ángulo inferior y
con una medida más modesta. Igualmente, usó la palabra “récord”.
Tres días después, el
monólogo de una aventurera que suma a sus ingresos lo que alguien le paga como
espía, se convirtió en una novela seria. Ni Coppola, tan acostumbrado a aguas
profundas, pudo soportar el río de inmundicias y acusaciones sin pruebas que
inundó el programa más antiguo de la televisión argentina. Relatos podridos de
actos podridos (para citar a Bukowski). Televisión lasciva.
La política es liviana y
los vientos que soplan en la esfera mediática y las redes no ofrecen al público
condiciones razonables para que los problemas y sus eventuales soluciones se
vuelvan más interesantes que la última aparición de una mujer que enmudeció a
la histórica anfitriona de las mesas donde se come y se conversa. Esa
aventurera, que se siente muy protegida, hizo palidecer a la mayor celebridad
mediática local, en cuyo programa vociferó su mensaje indecente con una
velocidad de anfetamina.
Pero no olvidemos esos
millones de turistas de Semana Santa, porque nos dan pretexto suficiente para
encender las bengalas de un festejo. Mientras tanto, las encuestas indican que
quienes responden a ellas hoy confían más en los denostados sindicalistas que
en los jueces. Con la bancarrota del sistema judicial federal (el de las
grandes causas de Comodoro Py), los tres poderes de la institucionalidad han
perdido una pata del trípode republicano.
Todos los días, un
motivo de indignación: Cristóbal López, los canjes de pasajes de los diputados
y senadores, los abusos sexuales que tuvieron (o tienen) como sede clubes
históricos. Nadie debe extrañarse si el icónico taxista, el pequeño comerciante
o el vecino jubilado dicen: “No le creo a nadie”. La democracia no es solo un
pacto institucional. Es un pacto de confianza. En la Argentina se rompieron
ambos pactos. “Que se vayan todos” acecha, aunque no toque hoy al gobierno de
Macri. Toca, en cambio, la indispensable buena fe que se establece como base de
las relaciones sociales, cuando no se quiere ni la guerra, ni el engaño, ni la
mentira, ni la prostituida irresponsabilidad.
Elisa Carrió, la más
teatral denunciante, dice: “Al ministro X lo considero un poste político” y
revela que le mintieron sus colegas de Cambiemos, Ernesto Sanz y Gil Lavedra.
La desmantelada UCR sigue imaginando, con inigualable tenacidad, un destino
electoral en los puestos premium de la boleta para las elecciones del 2019. No
hay signos de que lo logre. Pero piensa, con cierta razón, que el regalo
ofrendado al PRO en la convención de Gualeguaychú para que Macri ganara las
elecciones de 2015, todavía no recibió un equitativo pago compensatorio.
El Presidente no es
responsable de todo. Pero, si quiso ser presidente, antes debió tener alguna
idea fuerza para encarar los problemas. En campaña, Macri expresó el deseo de
que los argentinos fueran felices y lo repite cuando circula por barrios y
pueblos. La palabra felicidad no es banal. El uso macrista es banal: ¿qué
felicidad? ¿Qué caminos para alcanzarla?
En plena interpelación
parlamentaria, el ministro Caputo tuvo tiempo para mandar un papelito pidiendo
consideración por sus hijas, que también tienen derecho a la felicidad.
¿Torpeza, estupidez o cinismo dulcificado con emoticones?
¿Cómo van a ser felices
los pobres y los indigentes? Bajaron unos puntos según los datos del Indec que
calentaron el corazón del Gobierno. Pero siguen siendo más de 13 millones. Hay
muy poco para celebrar cuando dos millones de personas viajan para honrar la
Semana Santa, y están mal alimentados millones de chicos, cuyas precarias escuelas
no han podido resolver el conflicto entre Estado y sindicalismo. ¿Cómo van a
ser felices tres de cada cuatro chicos que viven en condiciones de privación?
¿Cuánto tiempo falta para que este país deje de ser una ofensa a la ética?
Recomiendo un paseo hasta
la Usina del Arte, en la Boca. Allí, una instalación de Eduardo Basualdo se
llama “La cabeza de Goliat”. Una enorme piedra negra ocupa el espacio del
segundo piso, y cuelga, como una amenaza, sobre las cabezas de los visitantes. La
ambientación musical de Nicolás Varchausky no busca la espectacularidad. Es un
continuo sonoro que envuelve a quienes miran, asombrados, la piedra gigantesca.
Esa cabeza de Goliat no es la que definió Martínez Estrada en su libro famoso.
Su cerebro es otro: el de una sociedad cuyos integrantes están separados por
una fractura que no es política sino social. La Argentina fue un país
relativamente integrado. Hoy son dos repúblicas: la de los que viajan y la de
los que sufren la pobreza.
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