Los que fallan…
Nicolás Dijovne. Dibujo: Pablo Temes.
Actitudes confusas de Dujovne y
Servini. La eterna pelea de Carrió contra Lorenzetti.
© Escrito por Nelson Castro y publicado el domingo 15/05/2018 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Un
poco de historia.
El
presupuesto de 2018 elaborado calculaba la inflación en 15,7%. Al mismo tiempo,
el Banco Central daba una cifra que variaba del 8% al 12% anual. A esta altura,
está claro que las dos proyecciones del Gobierno han fallado. Hoy, solo los más
optimistas hablan del 18. El resto se va al 20 y a hasta al 23. A principios de
marzo, Mauricio Macri recibió un informe reservado del Indec que le
advertía que la inflación de marzo rondaría el 2,3%. En los últimos días de la
semana que pasó, recibió otro que le indica que la de abril sería aún mayor.
El
ajuste de los precios relativos como los que necesita nuestro país deriva en
procesos inflacionarios. Sabido eso, lo que se espera de un gobierno es un plan
sólido para enfrentar la contingencia con medidas que permitan acotar su efecto
nocivo sobre el bolsillo de los ciudadanos. Y esto es lo que no se percibe.
El
ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, habla como si fuera un comentarista de la realidad, su
anterior oficio. La tarea de un ministro es otra. Debe para ello tener solidez
técnica y volumen político. De esto último carece absolutamente. Y mucho menos
después de la investigación periodística publicada por Noticias –que no fue
desmentida– en la que se denuncia la calidad de evasor del ministro hasta el
blanqueo de 2016, dispuesto por el actual gobierno.
Es
difícil que quien tiene la mayoría de sus fondos en el exterior y fue hasta
ayer nomás un evasor pueda ser reconocido como una persona de jerarquía moral
para ocupar un ministerio, y mucho menos para el de Hacienda, que es el que
precisamente se encarga, en última instancia, de velar por la recaudación
fiscal.
Gente
de ley.
Semanas
atrás hablamos de la muerte de Montesquieu, el padre de la división de poderes.
Dos semanas después, Montesquieu ha vuelto a morir. La intervención de la jueza
electoral María Romilda Servini al Partido Justicialista traspasó de manera
dantesca los límites de nuestra democracia. Con frases como “la historia del
peronismo se encuentra plagada de traiciones” y “el peronismo anhela la unidad
nacional y no la lucha” intervino el PJ, en un fallo de tono político y de
notable inconsistencia judicial.
La
jueza Servini es una jueza amiga del poder. De lazos fuertes
con José Torello, apoderado del PRO y de Daniel Angelici, el operador de Macri
en Comodoro Py, se mueve cómoda en las sendas del oficialismo. En 2016,
propuesta por Juan Mahiques –representante del Poder Ejecutivo en el Consejo–,
fue nombrada jueza subrogante electoral de la provincia de Buenos Aires,
sumando así esta competencia a la nacional y a la de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde el interior del PJ denuncian que existe un accionar conjunto entre el
Gobierno y la jueza detrás de esta decisión. La designación de Luis Barrionuevo
como interventor desinfla esa aseveración.
De
todos modos, una oposición fragmentada sin la posibilidad de elegir un
candidato en una gran interna es la clave que, según el oficialismo, necesitan
para un Macri 2019. “Intervinieron para que estemos de cautelar en cautelar,
mientras el PRO esté en plena campaña; y si logran que Barrionuevo se
quede, buscan que el PJ no se presente a la unidad” –se quejan referentes
opositores. Eso le serviría al Gobierno si ganase en primera vuelta, no es tan
claro qué pasaría de haber segunda vuelta.
Elisa Carrió, uno de los eslabones más importantes de Cambiemos,
arremetió otra vez contra el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti. La relación (o no relación) de Lilita con el juez de la
Corte comenzó alrededor de 2004 cuando Lorenzetti era candidato a presidirla, en
un encuentro en el Instituto Hannah Arendt, en donde –aseguran desde el entorno
del alfil de Cambiemos– no hubo una primera buena impresión. Desde ahí, Lilita
denunció varios hechos que desembocaron en lo que es hoy: el pedido de juicio
político del presidente del Máximo Tribunal.
Furia.
El
primer caso que enfureció a Lilita fue en 2013, cuando Cristina Kirchner lanzó
la reforma judicial llamada “democratización de la Justicia” que buscaba
modificar al Consejo de la Magistratura: se pretendía aumentar sus miembros,
que fueran electos por elecciones populares y bajar las mayorías necesarias
para remover jueces.
De
haber prosperado, el kirchnerismo hubiera quedado con un exagerado dominio
sobre el Consejo.
Jueces
y camaristas se reunieron con los tapones de punta y le presentaron a
Lorenzetti una carta en donde enumeraron todas las inconstitucionalidades del
proyecto, que tenía, sin embargo, un punto que era oportunista, pero
constitucional: le devolvía al Consejo la administración del presupuesto
judicial, que pertenecía a la Corte. Lo que denunció Lilita es que el
magistrado negoció con el kirchnerismo no modificar el proyecto a
cambio de mantener la facultad de administrar el presupuesto.
En
2014 Lilita comenzó a investigar corrupción en la obra pública del Poder
Judicial, en donde denunció que Lorenzetti mantendría una estructura financiera
paralela, manejada a través del comité de inversiones, un ente que se creó bajo
la órbita del Consejo y la Corte Suprema encargado de licitar las obras del
Poder Judicial. En su pedido de juicio político sostiene que el magistrado vive
en un departamento de Puerto Madero que “no incluyó como propio en el apartado
‘bienes inmuebles en el país o en el extranjero’”. El tercer punto de inflexión
en la relación fue el fallo de la CSJN apenas asumido Mauricio Macri como
presidente, que instaba al Gobierno a devolver 45 mil millones de pesos a las
provincias. Esto fue, para Lilita, un claro mensaje de poder de Lorenzetti para
“marcar la cancha”.
Nadie
del Gobierno ha salido a respaldar a Carrió, como tampoco fueron muchos los que la acompañaron
cuando, en sus albores, denunció los hechos de corrupción ocurridos durante el
kirchnerato ante la inacción de muchos jueces y fiscales temerosos, ineptos y/o
corruptos.
Producción
periodística: Lucía Lopreiato.
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