La
interpretación de la puteada…
Mauricio Macri. Presidente de la República Argentina. Imagen: https://redonline.com.ar
Lógica
del futbol, “permitidos” del tablón, opinión crítica hacia el Gobierno: las
posibilidades son varias pero todos coinciden en que no es posible que el
fenómeno sea manipulado por un grupo político. Cientistas sociales y semiólogos
analizaron los insultos a Macri en las cancha.
Fotografía: Diario Página/12
© Publicado el domingo 04/03/2018 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
¿Un fantasma recorre las
canchas argentinas? Con al menos una decena de episodios registrados a un mes
de su inicio, los cantos con insultos contra el presidente Mauricio Macri en
los partidos de fútbol insisten con un mensaje. Pero, ¿qué es el emisor: hincha
o votante? ¿Pueden separarse? Este fenómeno reciente, en ciertos rasgos
inéditos, surge de las entrañas del mismo mundo en el que Macri dio sus
primeros pasos como dirigente. Su trayectoria en ese ámbito fue en parte su ticket
de entrada a la política. ¿Qué implica, entonces, el coro de hinchadas que lo
insultan? En diálogo con Página12, especialistas de las ciencias sociales y la
semiología aportan su mirada sobre el fenómeno.
A la hora de interpretar,
los especialistas en sociología del deporte Rodrigo Daskal y Mariano
Gruschetsky inician con una advertencia: el fútbol es un mundo con lógicas
propias. Ahí el rival es un “enemigo”, al que vale decirle cualquier cosa que
hiera. “En la cancha se ponen en suspenso muchos valores y prácticas de la vida
cotidiana. Como todo ritual, lo que hace es habilitar ‘permitidos’”, explica
Gruschetsky. En esa dinámica, un mismo atributo es valorado negativamente en el
rival y usado como insulto, y sin mediar contradicción, elogiado y resaltado
cuando se presenta en el equipo propio. Incluso muchas veces se usan como
insulto rasgos que identifican al propio hincha, como por ejemplo su
nacionalidad. Los insultos al presidente son, desde esta mirada, un “permitido”
de cancha.
Para Daskal, el insulto
forma parte de la lógica de la cancha, como la ironía y la agresión. “Ese mundo
tiene criterios muy particulares, desde cómo se coloca una bandera, qué dicen
las canciones y hasta quien las inicia. Es en esa lógica que se inscriben estas
canciones. Si la entendemos podemos salir de la idea de que eso está
manipulado, ya sea por una barra brava o un grupo político”, explica Daskal.
Al igual que Gruschetsky,
Daskal se muestra escéptico de que en los orígenes del canto haya un trasfondo
político. “No creo que haya un vínculo directo. Quien insultó podría
tranquilamente ser un votante macrista, pasado o futuro. No hay que entender al
fútbol como un apéndice de la política. Sí está relacionado, todo fútbol es
político de alguna manera, pero hay un grado de autonomía muy grande”, afirma
el sociólogo que, además, preside el Museo River Plate. Daskal no descarta que
muchos de los hinchas sumen a los motivos para su insulto el descargo por una
visión crítica del gobierno, pero insiste: “Lo importante es comprender que
ambas cosas caminan paralelas, una no decide la otra. Lo que unificó a los
hinchas es una visión de desigualdad en la organización del fútbol”.
La doctora en Ciencias
Políticas Cecilia Abdo Ferez tampoco cree que el canto exprese, en un primer
momento, una arenga política. Para interpretarlo, advierte que lo que pasa en
un cancha es fruto de la mezcla de cuestiones vinculadas a la identidad futbolística:
sus rasgos lúdicos, de irreverencia o carnavalescos. La identidad que se pone
en juego en ese cantar también es resaltada por el semiólogo Oscar Steimberg
que, al pensar los cantos, afirma que más que un hacer, lo que se pone en juego
es un ser.
“Las hinchadas actúan pertenencias tan genéricas y diluyentes de
diferencias históricas como para que los bosteros (en principio populares ¿no?)
deban fatalmente reconocer la cercanía de tribuna de un personaje de
la más simple pertenencia de derecha”, asegura.
Mauricio Macri y Carlos Tévez. Fotografía: Diario Clarín.
La política tal vez no
estuvo en el origen de los cantos, pero sin dudas está y estará presente en sus
repercusiones en el resto de la sociedad. Daskal le otorga al fenómeno un
“efecto político importante”, aunque limitado: “no creo que defina una elección”.
Para el sociólogo, los insultos son un importante obstáculo para los intentos
del oficialismo de sacarse la etiqueta de “gobierno para ricos”. En la misma
línea, Abdo Ferez sostiene que fueron sus efectos fuera de la cancha los que
tornaron político el fenómeno: “Cuando se replica tantas veces, incluso en
otros ámbitos como subtes o marchas, cuando salen funcionarios o personas
cercanas al gobierno a evitar, de cualquier manera, que se lo lea como una
muestra de descontento social, o cuando el sindicato de árbitros dice que
pretende parar el fútbol, entonces se torna políticamente relevante. La
réplica, el intento de focalizarlo, la búsqueda de censura lo tornan
político”.
Una vez politizado afuera,
el canto en las canchas, ¿va a seguir siendo “apolítico”? Como hipótesis para
reflexionar Mariano arriesga que no. “El canto ahora va a tener una conciencia
más clara que en un típico canto futbolístico. Ese efecto, por ejemplo, se ve
en los casos de quienes se proponen, antes incluso de empezado el partido, ir a
cantarla políticamente, y también en quienes creen que el canto ya no va a
prender por la posición política de los hinchas”.
En ese “salir afuera” de
los cantos, las redes sociales tuvieron un rol central, exponenciando el
fenómeno. Steimberg destaca cómo a partir de ese “juego”, de la coincidencia en
un enojo en principio poco definido, pueden abrirse escenarios inesperados. “De
los palpitares de la improvisación contemporánea puede salir cualquier cosa;
pero las coincidencias en una cosa cualquiera pueden abrir la posibilidad de
descubrimientos imprevisibles. Tal vez sea uno de los modos en que se conversa
o se vuelve a conversar en momentos en que se buscan modos de volver a
compartir el discurso”.
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