domingo, 25 de marzo de 2018

“El Loco de la gente”… @dealgunamanera...

“El Loco de la gente”…


Se abren las puertas del cielo y Masantonio recibe a René. En la tierra lo despide Miguel, que lo acompañó hasta el final como ese gran capitán que tuvo Huracán en el ‘73.

Elegiste hasta el día, René: “22”. Justo vos que fuiste el loco de la gente, de La Banda que te vio nacer, en el Bajo Belgrano crecer y en La Quema brillar.

Nadie faltó a tu despedida. Fue en nuestra casa,  debajo de esas tribunas en la que hiciste abrazar y gritar a miles de quemeros.

Al principio, la hinchada se juntó afuera, con camisetas de distintas épocas, pero todas con el 7 en la espalda. La gente, poco a poco, se arrimó a la puerta principal y espero la apertura.

Vos adentro, bajo la custodia del Teniente Coronel Tomás Ducó y la compañía de tus seres queridos, recibiste a todos los que te querían dar el último saludo. Hasta te vestiste de gala con tus dos casacas, las que siempre supiste defender y amar, uniendo las instituciones de Huracán y Excursionistas, que más allá de la diferencia en los colores, ambos supieron entender tu amor compartido.

Todos te vieron, te acariciaron y hasta pudieron darte un beso. En el cierre, esta mañana saliste por la puerta grande del Palacio bajo el grito de “dale campeón”.

Si bien el mundo del fútbol te lloró, nosotros, los que te conocemos, sabemos que te mandaste otra de las tuyas escapándote en un globo blanco de fuego hacia arriba, donde te espera Ringo para alentar juntos a nuestro equipo como lo hiciste siempre desde la popular.

Hasta pronto, René. Te vamos a extrañar. Pero ante todas las alegrías que nos diste, jamás te vamos a olvidar.

Marcelo Adrián Salvio
Gerente de Comunicación del Club Atlético Huracán


“René está presente en cada gambeta”…


César Luis Menotti fue el técnico que marcó a René Orlando Houseman para toda la carrera. Juntos llevaron al Club Atlético Huracán a la consagración en el Campeonato Metropolitano 1973. Cinco años después, “El Flaco” y “El Loco” dejaron bien alta la bandera de la Selección Argentina al cosechar el primer Campeonato del Mundo.

El entrenador se expresó tras hacerse eco del fallecimiento del wing derecho: “Es la vida, venía mal. Nos tenía acostumbrados a estas amenazas en los últimos tiempos, pero siempre salía ileso. Esta vez no pudo”.

“Este tipo de futbolistas, estas personas, que se ligan el cariño de la gente, no se van nunca. Siempre andan por ahí en algún potrero, en algún lugar de la Argentina o ahí en su barrio. Lo tomo como que está presente en cada pase, en cada túnel y cada gambeta. Está su vida ahí”, aseguró el DT en diálogo con Radio Cooperativa.

Además, Menotti recordó las habilidades que tenía El Loco: “Era impresionante. Un futbolista que nacía de la nada. Nunca razonó, era todo fruto de la inspiración. Elegía sin ninguna ayuda lo que era mejor para él, para el equipo, para la belleza y la eficacia”.

César Luis Menotti


#HistoriaQuemera Quién fue (y será) René Houseman…



No hay palabras. Nunca las hubo, hoy menos. Jamás se hallaron aquellas que pudieran describir con completa certeza su figura; en este funesto 22 de marzo, no existen las que describen el dolor de su partida. El corazón de René Orlando Houseman dejó de latir, y el vacío parece entronizarse en el corazón del Globo. No hay palabras…

Una lágrima de tamaño oceánico cae de las mejores páginas de Huracán. Confluye con miles otras de hinchas que sienten la mismísima partida de un familiar cercano. La noticia se disparse, «se nos fue René», y se va el aliento. Se puede escuchar por dentro el estruendo de un silencio que amenaza con ser eterno, y una ráfaga de viento desolado después. Todo es nada, y nada hay, sólo un abismo en el sentir y la caricia envenenada del anonadamiento. «Es imposible». Pero sí, es… Y no hay palabras.

En este otoño, que por estas horas se asemeja más a un invierno polar, las estadísticas resultan demasiado frías. Ellas cuentan que partió la magia de uno de los mejores elencos balompédicos de la historia, el goleador «albiceleste» del Mundial 74, un campeón abanderado del triunfado en 1978, el séptimo artillero de la Selección en esa competencia, el sexto de La Quema y séptimo con más presencias, propio al que más veces citó el combinado nacional. Pero no, Houseman fue mucho más.

Fue fútbol, barrio, villa y potrero. Fue un «Loco». A veces metía golazos y ni siquiera los gritaba. Era capaz de amagar hasta tres o más veces al mismo rival, sin parar hasta verlo encerrado en un chaleco de fuerza. Contagiaba su locura a la hinchada Quemera, y desde las graderías bajaba el «Olé, olé, ¿cómo lo paran a René?». O a los patrios que lo gritaban: «el Loco es lo más grande del fútbol nacional». Fue pícaro y atorrante. Estandarte de indisciplina, no se llevaba bien con el profesionalismo. En las concentraciones, cuando no se escapaba de éstas, compartía habitación con Carrascosa, hombre tranquilo y correcto por demás. Ni eso funcionaba: dormía poco y escuchaba la radio al máximo volumen. Eso sí, en cancha, se amagaba hasta a los pozos… Es que René, como profesional, era un profesional de su propio encanto. Uno que lo hubiera hecho ad honorem, sólo por sincero placer de «ser». Todo eso fue. «Es». Es y será, así el destino haya puesto fecha y clavado flecha.

Nació en La Banda, Santiago del Estero, el 19 de julio de 1953. Dejó a muy temprana edad esos pagos, que de tanto embarrarlo en sus zanjas lo bautizaron «Chancho», para mudarse a la gran ciudad. Su rutina de niñez empezaba a las 6:00hs., cuando se despertaba para patear su pelota con ambas piernas contra un paredón. Lo hacía por afición, sin pensar en el futuro. Curiosamente, en su primer club de barrio, «Los Intocables», fue marcador de punta. Tiempo más tarde quiso probar suerte en Excursionistas, dueño de la mitad de su amorío, aunque dirigentes le cerraron las puertas debido a su origen humilde y su físico no muy prometedor. Por eso fue Defensores la antesala de su gloria: su aporte de 16 goles en 36 partidos fundamentaron un inmediato ascenso y desnudaron sus condiciones fuera de lo común, por lo que se transformó en pretensión de muchos, aunque Huracán terminó ostentando, por pedido exclusivo del «Flaco» Menotti, la joya de la Villa del Bajo Belgrano.

Arribó al Globo en el verano de 1973 y tras su aparición comenzó el pasmo: por su apellido de origen alemán, esperaban a un rubio corpulento, más se sorprendieron al ver que «Hueso», lejos de aquel estereotipo, era delgado, medía 1,65 m y dejaba a la vista sus piernas chuecas y poco fibrosas con las medias arremangadas hasta los botines. Finalizado su primer amistoso, Menotti dejó garantías sin errores: «Ese flaquito desgarbado que ustedes vieron hoy, va a ser figura del fútbol argentino»; y el 4 de marzo, en su debut, Houseman fue una de las claves del 6-1 a favor.

Su trama en el Parque fue tan feliz como sus primeros pasos, y sus pasos, en definitiva, fueron los de un rey hacia el trono y del trono al pueblo. El mejor coronado del «Campeón del Siglo» en 1973 fue, a la vez, bandera de toda historia de la década del 70’ digna de ser contada. Con Huracán alcanzó una preciada estrella, el pase a las semifinales de la Libertadores de 1974, dos subcampeonatos, un tercer puesto y memorables actuaciones en torneos amistosos internacionales.

Como jugador no era tal, sino una maravilla. Pertenecía a la estirpe de Best y Johnstone, conocido como el «Garrincha Blanco». Muchos eruditos de tribuna más voces entendidas del ambiente aseguran que fue el más talentoso en su puesto y desafían a todos con las comparaciones. Y resulta esencia que los cotejos no son infundados. Existen reales parámetros, ya que el «Loco» se dio un gusto que muy pocos hombres del fútbol: enfrentó a Maradona, Pelé, Cruyff y Beckenbauer. Era imprevisible. Veloz, astuto, imaginativo. Pícaro, ingenioso, hábil con las dos piernas. Preciso con sus pases, guapo, goleador. Talento, brillo, desequilibrio y equilibrio a la vez. Dueño de un amague extraordinariamente beatífico y propio de él, y sólo de él, poseía un cambio de velocidad descollante y parecía quebrarse al gambetear. Enganchaba con el tobillo, casi con el taco. Deslumbraba tanto que más de una vez fue dueño de aplausos de la tribuna del rival, algo impensado en un fútbol tan vehemente.

En paralelo, su paso por la Selección fue grandílocuo. Debutó en 1973 y al año fue al Mundial 1974. En él, fascinó a la entera Tierra: fue el mejor y más goleador de Argentina con tres tantos (dos emblemáticos). Luego campeonó en el 78. En aquél marcó una vez y es, junto a otros, el séptimo máximo artillero argentino en Mundiales.

Tras esto, obtuvo una repercusión global como nunca antes. Hasta «Don Ramón», aquel gruñón entrañable de «El Chavo del 8», lo elogió. Y no fue el único. «Ringo» Bonavena, Rey de Golpes, una vez lo sorprendió: «¿Cómo andás, Loco? ¿Sabés que hasta Frank Sinatra me preguntó por vos?». Más allá, el desquiciado de la redonda nunca olvidó sus raíces ni perdió su brújula que siempre señalaba al barrio. Se autodenominaba «villero» con franco orgullo y no abandonó aquellas calles de tierra que hoy se encuentran asfaltadas. Podría haber tenido todo lo material, pero no le interesó; sus sentimientos pasaban por el fútbol y su gente. Tampoco era afín a la fama ni guardaba enigmas secretos en torno al «¿Qué dirán?». Sencillamente, fue dotado por una compleja humildad. Jamás pudo acudir al abandono de su libre espíritu de rebeldía: muchas veces, había que ir a buscarlo a la villa, su amado mundo, al ausentarse a entrenamientos y concentraciones por ir a jugar un picado.

Lamentablemente, tenía otros dos vicios mucho más insanos: cigarrillos y alcohol. Llegó al extremo de fumar en los entretiempos o jugar borracho, tras sinfines de duchas y litros de café, y así mutilar una y un millón de veces a las defensas rivales y salir ovacionado por ganadores propios y perdedores ajenos, que mucho más ganaban al ver a ese ajeno tan propio de admiración. La escena, sea cual sea su estado, era invariable: una locura del Rey de la Gambeta. No obstante, y pese a que «gambeteaba hasta las patadas», a veces no salía en pie: a menudo se hacía el lesionado para darle lugar a algún compañero. En ese ayer, quien no jugaba, no cobraba.

En suma, vivió 277 encuentros y marcó 109 goles en Huracán (1973-1980, 1981 y 1983). Se embanderó argentino 55 veces, siendo el Quemero más citado por la Selección con una notable observación: de los primeros en la lista de presencias, sólo él y Messi litigaron todos sus juegos con Argentina enrolados en un mismo club. Además, vistió de «Dragón» (1971-1972 y 1982), River (1981), Colo-Colo (Chile, 1982), AmaZulu (Sudáfrica, 1983) e Independiente (1984) hasta retiro en Excursionistas (1985).

En su cultura, libros y canciones se escribieron, y fue declarado «Personalidad Destacada del Deporte»… Pero no basta. Nada basta… Porque no hay palabras.

No hay palabras.

Nunca las hubo.

Las habrá…

Las habrá siempre para recordarlo. Siempre para homenajearlo. Por más que no basten para vestirlo, siempre tiene que haber palabras sobre Houseman. Siempre que haya sobre Huracán, tiene que haber sobre René Orlando Houseman. Porque, sin dudas, «H»ouseman y «H»uracán se escriben con la misma «H». Y su historia, ni aun en estos días con el ánimo tan hastiado, deja de comenzar con la misma letra. Seguramente, en un plano desconocido, Newbery lo invita al aerostato «El Huracán» para hacer su última ascensión, esa que lo lleve al encuentro con Masantonio, Stábile, Bonavena y tantos más.

Pero su fin no llegó. Ni llegará nunca. Será un eterno habitante de la memoria más meliflua; un eterno responsable de que, aún hoy, todo hincha de Huracán quiera la «7»; eterno responsable de que hasta algunos Quemeritos nazcan con su nombre.

Siempre habrá palabras, nunca exactas, pero sí fieles al intento de honrarlo como merece. Siempre habrá Houseman en la historia de Huracán. Siempre.

Hasta siempre, René.

Gonzalo Hernán Minici


“Cuando el talento no reconoce de fronteras ni de tiempos”…


La familia quemera despidió al Loco Houseman. Entre lágrimas, dolor y nostalgia se fue René. Nosotros hoy tenemos el privilegio de compartir y ser parte del sentimiento de esta familia, más no sea por un instante.

Los contemporáneos de René crecimos admirando su talento, como tantos otros que marcaron a fuego la impronta de un modo de sentir el fútbol. Desde aquel Huracán conducido por el Flaco Menotti, que terminó marcando un antes y un después del fútbol, ese Huracán era la mezcla ideal que todo equipo desea tener: un conductor, que no sólo se atrevía a soñar, sino que tenía la valentía de salir a atrapar sus sueños y hacerlos realidad. Una mezcla de talento, de personalidad y coraje. Por donde se lo mire, era un equipo que causaba admiración. Entre paredes, gambetas y sueños, hacía que los 90 minutos fueran muy poco.

Si bien es injusto no nombrar al Inglés o a Miguel, el Loco era el Loco. Con ese arrebato de barrio y locura, hacía que todos quieran imitar los indescifrables amagues y fintas, que hacían realmente que los marcadores quedarán mareados. Después, su talento se desparramó a la Selección Nacional, y el Loco sacó pasaporte a la inmortalidad.

Ya sentíamos todos los que amamos al fútbol que René ya no era sólo de Huracán: el Loco era de todos. Como aquellos pensadores cuyos razonamientos trascienden los tiempos, o los grandes escritores cuya escritura traspasa la frontera de las eras, el Loco tuvo esa magia y poder de los Elegidos. A fuerza de fintas de amagues y engaños, se fue quedando para siempre en  el corazón del hincha.

Con tiempo ya fuera del futbol, en muchas oportunidades lo crucé, cada vez que enfrentaba a Huracán, y siempre me dignaba con su saludo y con su abrazo, viniendo al vestuario. Un día lo crucé en Brasil, durante el Mundial 2014, y fui testigo de la admiración de la gente no sólo de nuestro País, sino del mundo. El Loco fue amado y reconocido en todos lados.

La última vez que lo vi fue después del partido de River. Afuera del vestuario me dio un abrazo y me dijo “qué bien juega Pussetto…”.

Hoy ya El Loco no está entre nosotros. Se nos escapó y nos tiró una gambeta. No veo la hora que llegue el viernes para que el Ducó estalle en un grito, en aplausos y en lágrimas. Él, como poeta omnipotente, seguirá viviendo para siempre en el corazón de la gente, en cada evocación, en cada grito, en cada “ole”, incólume, absoluto.

Como duende sagrado seguirá viviendo en su legado. Con el poder supremo de los elegidos, que a fuerza de coraje, habilidad, talento y humildad conquistó la admiración y el respeto de la pelota.
Gracias Loco por hacernos vivir el futbol de pié, al borde de la emoción y la pasión absoluta. A veces hay cosas que brillan tanto, que nos enceguecen, pero después de un tiempo, no pueden sostenerse.

Hay otras que brillan de un modo tan particular, que lo que parece imperceptible, con el paso del tiempo, hace que su luz brille eternamente, y perduren para siempre.

Gracias Huracán por haberme abierto las puertas de su casa y permitirme palpar de cerca estas historias y estos hombres. Mi admiración y mi respeto a René, que seguirá presente en el recuerdo y en la nostalgia. Un abrazo solidario a la familia. El Loco se fue con una mueca de sonrisa, y así quisiera recordarlo por siempre.

Gustavo Julio Alfaro


“Generaste siempre mi admiración”…


Donde estés en este momento…

Has hecho felices a millones de personas, René. A los hinchas de Huracán, desde ya, y a los que tuvimos la suerte de jugar con vos, de verte esa maravillosa gambeta.

Siempre me gustó decirte que eras “el Chaplin” del fútbol.

Te vamos a extrañar, pero como dijo “el Flaco” Menotti, hay gente que no se va, que sigue grabada en la memoria y en corazón del hincha del fútbol.

Gracias por todo lo que hacías que generaba mi admiración, ya sea desde niño yendo con mi viejo a la cancha, como en el momento en que fui tu compañero en mis primeros años en el plantel profesional de Huracán.

Claudio Morresi


La Selección Argentina homenajeó a René Houseman…

Seleccionado de Fútbol Argentino. Fotografía: Diario Clarín

El seleccionado argentino de fútbol disputó esta tarde un amistoso internacional frente a Italia en Manchester. En la previa al encuentro, los equipos realizaron un minuto de silencio por el fallecimiento de René Houseman, integrante del plantel campeón del Mundial Argentina 1978.

Los futbolistas de la Argentina se colocaron un brazalete celeste y blanco en homenaje al Loco y, además, la Asociación del Fútbol Argentino decidió que ningún jugador utilice la camiseta número 7.

© Publicado el viernes 23/03/2018 por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 





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