Patricia Bullrich: el inquietante ascenso de la mano dura de Macri…
Mauricio Macri
junto al policía Luis Chocobar y Patricia Bullrich en Casa Rosada.
El miércoles por
la tarde, el policía de Avellaneda Luis Chocobar se quejó en las redes sociales
porque un juez lo había procesado y embargado. Chocobar, como se sabe, estaba
de franco el 8 de diciembre cuando fue testigo de cómo dos delincuentes
juveniles acuchillaban a un turista para robarle una cámara. Entonces,
persiguió a uno y lo mató. La denuncia de Chocobar generó una abrumadora
reacción solidaria a su favor, a la que en pocas horas se sumaría el propio
presidente Mauricio Macri. Era un héroe: había que salvarlo de los jueces. Una
de las personas que agitaron con más eficiencia las redes sociales fue el
abogado Alejandro Fargosi, ex miembro del Consejo de la Magistratura. Es interesante
analizar su reacción porque su inusual franqueza permite percibir los riesgos
que acechan en el sendero por el que lentamente se introduce el Gobierno.
© Escrito por Ernesto Tenembaum el domingo 04/02/2018 y publicado por el Diario D Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El miércoles,
cuando recién se conoció el caso, Fargosi escribió: "Con este juez
Pierreti hay que hacer algo simple, someterlo a juicio políitco. Basta".
Unas horas
después, aclaró: "Me acaban de explicar que el juez Gustavo Pierreti
NO ES EL JUEZ que está persiguiendo al policía Chocobar. Ese juez lo había
liberado. Quien lo hace es el juez Enrique Velázquez, que interviene ahora en
la causa".
En esas horas,
Fargosi reproducía una opinión del periodista de La
Nación Mariano Obarrio: "El policía Chocobar debe ser
reivindicado, condecorado y ascendido. Pero en la Argentina los jueces protegen
a los delincuentes y castigan a los policías".
Fargosi no tenía un solo dato de la causa pero repartía castigos, admoniciones,
adjetivos y condecoraciones.
Con el mismo
déficit de información, Macri
recibió a Chocobar en la tarde del jueves y lo trató como un héroe. El
policía era entrevistado en medios de amplia audiencia. Muchos colegas pedían
la cabeza del juez. Unas pocas voces aisladas, de distinto origen ideológico
-Gerardo "Tato" Young, Sebastián Lacunza, Pablo Duggan- reclamaban
prudencia. No se puede opinar sin conocer los fundamentos del fallo. Tal vez el
policía disparó sin necesidad. En principio, el policía
tenía un arma de fuego y el delincuente no. ¿No convendría esperar un poco?
Eran insultados
masivamente. Dejen de defender delincuentes, les reclamaban.
El viernes al
mediodía comenzó a trascender el auto de procesamiento, que incluía un dato
inquietante: la escena
había sido filmada y, según lo que escribió el juez, el
policía disparaba contra el delincuente mientras este huía. Las imágenes
trascendieron unas horas después. Efectivamente, lo que se ve es una persona
huyendo, de espaldas, y otra -Chocobar- que dispara desde atrás. En el momento
de los disparos, no había riesgo para la vida de nadie, salvo para la del
delincuente y, para las personas que transitaban por allí una mañana cualquiera.
El fallo del juez podía ser opinable, como todo. Pero, en cualquier caso, era un procesamiento a un policía cuya conducta, en
cualquier país civilizado, hubiera sido objetada.Chocobar
intervino con valentía, pero no está claro si esa intervención salvó una vida,
apagó otra o ambas cosas.
Al conocerse el
video, el abogado Fargosi, cambió nuevamente de enfoque: "No debemos
analizar un tema tan grave, opinando como expertos cuando interpretar esas
imágenes no es lineal ni debe descontextualizarse. Prejuzgar e ideologizar es
lo opuesto un juicio imparcial y justo".
En una democracia,
cualquiera tiene derecho a prejuzgar, agitar, adjetivar, pedir condenas a quien
se le ocurra, desdecirse de todo y volver a afirmarlo. Lo que transforma la
anécdota en algo relevante es que el estilo
Fargosi curiosamente se adueñó de algunos de los mejores periodistas del país
-opinar sin tener los datos- , y de gran parte de la dirigencia política: notablemente Cristian Ritondo, Patricia Bullrich, María Eugenia
Vidal, Horacio Rodriguez Larreta y, finalmente, el presidente de la Nación.
La llegada del
macrismo al poder político de la Argentina fue acompañada por un nuevo discurso
en materia de seguridad que, en principio, sonaba legítimo y equilibrado: las
fuerzas de seguridad debían contar con el respaldo de la conducción política
del Estado porque de otra manera sería imposible contar con ellas para combatir
el delito.
Había que terminar
con la inversión de la prueba: un policía también debería ser considerado, a priori, inocente.
El
joven mapuche Rafael Nahuel, muerto por una bala disparada por un efectivo del
grupo Albatros de Prefectura Naval
Esa perspectiva,
lentamente, fue cambiando hacia un punto de vista más extremo, que se expresó
por primera vez a principios de noviembre, cuando cayó baleado el joven
mapuche Rafael Nahuel en
la zona del Lago Mascardi. Ante la evidencia de que había sido atravesado por
una bala de Prefectura, el Ministerio de Seguridad difundió que ese balazo fue
en respuesta a un ataque. Cuando un periodista le pidió pruebas, Patricia
Bullrich respondió: "Es la versión de Prefectura. Es una fuerza del
Estado. Para nosotros tiene fuerza de verdad".
La escalada
concluyó esta semana cuando la ministra llevó a Chocobar a la Casa Rosada y
ambos fueron recibidos por el presidente. "Me enorgullece que usted sea
policía", le dijo Macri. Al día siguiente, se conoció el video donde se lo
ve disparando por la espalda. Pasaron muchas horas. El presidente no corrigió el mensaje: tampoco su
jefe de Gabinete ni su ministra de Seguridad. ¿Está bien,
entonces, que un agente dispare por la espalda, en la vía pública? Tal vez sea pícaro defender esas ideas. O popular. ¿Será
justo? ¿Será sabio?
Toda fuerza que llega al poder está integrada
por una multiplicidad de sectores, de convicciones heterogéneas. En Cambiemos,
hay herederos de la tradición alfonsinista y personas que reivindican aún hoy a
la dictadura militar. En esa escena, en la que Macri respalda a Chocobar y
vulnera de manera tan evidente la independencia del Poder Judicial -algo tan
sensible para la república- se refleja el triunfo de los sectores más extremos,
los que creen que el curro de los derechos humanos debe ser reemplazado por su
violación, o que al garantismo bobo lo debe suceder la falta de garantías.
Antes, la policía
era sospechosa aunque hiciera lo correcto. Ahora, es inocente aunque dispare
por la espalda. La Argentina es, como se ve, un país pendular donde siempre hay público para las ideas extremas. La
expresión más fuerte de esto es el ascenso de Patricia Bullrich en el
firmamento oficial.
Celestino
Martínez se puso de pie y el Congreso entero lo ovacionó. Minutos después, el
presidente pidió otra ovación a dos parejas que habían perdido hijos a manos de
delincuentes de origen latino. "Evelyn, Elizabeth, Freddy y Robert: esta
noche, todos en esta cámara rezarán por ustedes".
Con esos golpes de
efecto, Trump pidió el apoyo a las leyes contra los inmigrantes. Sin ellas,
dijo, no se puede combatir el delito, el narcotráfico y el terrorismo.
Las estadísticas
serias sobre crímenes reflejan que en las principales ciudades de los Estados
Unidos los delitos han bajado a su nivel más bajo en los últimos cuarenta años.
"En los años noventa, se discutía lo mismo pero, al menos, sobre un
fenómeno preocupante: el aumento del crimen. Ahora, el presidente le echa la
culpa a los extranjeros de algo que, directamente, no está sucediendo",
escribió el premio Nobel Paul
Krugman en The New York Times.
Muchas veces los
presidentes prescinden de los datos molestos.
Juegan con las
angustias de los ciudadanos.
Y se refugian en
mensajes lineales para mostrarles que están junto a ellos y que los van a
defender sin reparar demasiado en minucias.
Populismo es como llaman algunos teóricos a esos recursos.
VIDEO (Persecución)
VIDEO (Salida Casa de Gobierno)
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