Militar británico: Sin Chile,
"hubiéramos perdido la guerra" de Malvinas…
El
oficial de la fuerza aérea británica (RAF) Sydney Edwards, autor del libro
"My secret Falklands War" sobre la guerra de las Malvinas, en
entrevista con la AFP en Letchworth, Inglaterra, el 10 de julio de 2014.
Sin ayuda de Chile "hubiéramos perdido la
guerra" de las Malvinas, dice a la AFP, sin asomo de duda, Sidney Edwards,
oficial de la fuerza aérea británica (RAF), que en 1982 viajó a Santiago con la
misión de conseguir el apoyo del régimen de Augusto Pinochet.
© Escrito por Alfons Luna el viernes 11/07/2014 y publicado por la AgenceFrance-Presse de la Ciudad de París, Francia.
Edwards, vicecomodoro en la
época, ha escrito un libro de memorias sobre su experiencia en Chile, "My
Secret Falklands War", que se publicará, de momento sólo en inglés, a
finales de julio.
"Hubiéramos perdido la
guerra" porque "no hubiéramos podido responder a los ataques aéreos
que lanzaban los argentinos si no hubiéramos sabido cuándo iban a
producirse", explica Edwards, de 80 años, en un café de Lectchworth, el
pueblo a media hora de Londres en el que reside.
La estación de radares de Punta
Arenas, en el sur de Chile, se reveló como una herramienta preciosa para los
británicos, "porque nos avisaban cuando los cazas argentinos dejaban sus
bases en el sur de Argentina" y permitían enviar a los aparatos británicos
a su encuentro lejos de la flota británica.
"La alternativa hubiera sido
montar patrullas aéreas bien lejos de la flota. Eso es extremadamente
costoso", no sólo financiéramente, sino en términos de desgaste para los
pilotos, "y además no hubiéramos podido hacerlo con el pequeño número de
aviones que teníamos en los portaaviones".
Edwards llegó el 14 de abril de
1982 a Santiago con una carta de presentación de la RAF y la misión de lograr,
y coordinar luego, el apoyo del régimen chileno.
El 2 de abril, Argentina,
gobernada también por una dictadura militar, había invadido las islas del
Atlántico Sur, sobre las que reivindica su soberanía, dando inicio a un
conflicto que duraría casi dos meses y medio y acabaría con su derrota.
Edwards, elegido entre otros
motivos por su buen español -había estado destinado en la embajada en Madrid-
tenía claro que para conseguir sus objetivos debía cortejar al general Fernando
Matthei, comandante de la fuerza aérea, con supuestas simpatías anglófilas, y
miembro de la junta militar que gobernó el país entre 1973 y 1990.
La misión era secreta, y ni
siquiera en la embajada británica sabían qué motivo exactamente había traído a
Edwards a Santiago.
"Nunca había estado en
Sudamérica, mucho menos en Chile, y esperaba una especie de lugar polvoriento,
mexicano, de cow-boys, como los que había visto en las películas del oeste
cuando era un niño. Me asombró encontrar una ciudad próspera y moderna, con estándares
europeos".
"Logré una entrevista (con
Matthei) el mismo día de mi llegada, tras 20 horas de vuelo".
Los chilenos aceptaron ayudar en
secreto -un secreto a voces que se confirmaría con la desclasificación en 2012
de los documentos británicos de la guerra- y a cambio se les daría para siempre
el material militar que necesitaban.
"Nunca me reuní con
Pinochet, fue deliberado. A menudo estuve en el mismo edificio que él, hablando
con Matthei, salía al pasillo y ahí estaba Pinochet. Fue una estrategia deliberada,
(el apoyo) no hubiera ocurrido sin su aprobación. Pero [Pinochet] quería una
salida por si algo iba mal, poder decir 'no sabía qué estaba haciendo
Matthei".
"Matthei asumió un gran
riesgo, pero lo hizo por su país, porque sabía que si los argentinos ganaban
aquella guerra, luego querrían las islas del canal de Beagle", objeto en
ese entonces de fuertes fricciones entre los dos países sudamericanos, "y
eso hubiera sido otra guerra".
"Lo que hizo Chile no sólo
nos ayudó a nosotros, sino que evitó otra guerra en Sudamérica", asegura
Edwards.
- El enemigo de mi enemigo es mi amigo –
Apoyarse en un régimen brutal
como el chileno no le supuso ningún conflicto al oficial británico. "El
enemigo de mi enemigo es mi amigo. Tengo mi propia opinión sobre las dictaduras
y los derechos humanos, pero me las guardo. Uno lucha en una guerra con todo lo
que tiene a mano. Ellos empezaron la guerra, pero nosotros teníamos que
ganarla", afirma.
Años después, en 1998, Pinochet
fue detenido en Londres a demanda de la justicia española y Margaret Thatcher,
la primera ministra en la época de la guerra, salió encendidamente en su
defensa.
Thatcher "sabía lo que los
chilenos habían hecho por nosotros pero no podía decirlo, porque la información
estaba clasificada. Yo pensaba, 'si la gente supiera...'. El motivo por el que
ella" defendió a Pinochet con uñas y dientes "era saldar una deuda de
honor, porque les debíamos mucho a los chilenos".
Edwards fue condecorado con la
Orden del Imperio Británico pero no en la lista de honores de la guerra de las
Malvinas, para preservar el secreto.
Del final de la guerra, recuerda
la fiesta en el club nocturno Las Brujas, en Santiago. "Era un lugar muy
popular, quedamos ahí y nos lo pasamos muy bien. Los chilenos estaban muy
contentos, era casi como si hubieran ganado ellos la guerra. En realidad la
ganaron, supongo".
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