“Malvado o estúpido”…
Macri dio su
discurso de apertura en el Coloquio de IDEA. Uno de los ámbitos donde se lo
subestimó. Foto: Cedoc Perfil
No fueron precisamente las palabras
malvado o estúpido con las que Macri definió lo que piensan de él la izquierda
por un lado y el círculo rojo por el otro. “Hay gente que cree que soy un hijo
de puta. Y otra gente que cree que soy un boludo. ¿Qué raro, no? Parezco
condenado a tener que convivir con ese karma”, así citó al Presidente en su
columna del 9 de octubre en Clarín Eduardo van der Kooy.
© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado el sábado 15/10/2016 por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El karma de la subestimación moral o intelectual acompaña
a Macri desde siempre. En su vida empresaria lo subestimó su padre, en el
colegio lo subestimaron algunos compañeros y al dedicarse a la política lo
subestimó casi todo el mundo. Pero lo que Macri vivió como una incomprensión
fue el motor que encendió su deseo de demostrar. Así como la subestimación lo
ayudó en política permitiéndole, muchas veces, que “no lo vieran venir”.
Que Macri observe una contradicción –“raro”– entre ser
“hijo de puta o boludo” refleja el mito de que el malvado es inteligente, que
tanto hizo el Vaticano por construir en el Renacimiento, temeroso por entonces
de los avances de la ciencia: el técnico sin alma. Que la malicia requiera
inteligencia se opone a la idea de la Grecia antigua, donde el mal era
ignorancia porque “quien sabe lo bueno quiere lo bueno”, y donde perfectamente
se era hijo de puta y boludo al mismo tiempo.
El error de evaluación sobre la inteligencia de Macri
podría residir en que el arquetipo de inteligencia es la inteligencia
conceptual, la de los intelectuales, la de quien entiende la teoría, lo que
normalmente llamamos el saber, y de ahí el sabio. Y al revés, sea menos visible
o menos valorado académica y socialmente el “saber hacer”, la inteligencia
gestional. El saber y el saber hacer, como dos formas de inteligencia, una
teórica y otra práctica, que generalmente no coinciden en las mismas personas
en la administración de lo público.
En el mundo empresario se valora mucho más la
inteligencia gestional y se dice irónicamente que si se pone de CEO de una gran
empresa a un intelectual, más temprano que tarde la fundirá. Un libro clásico
de gestión es Ejecución: la disciplina de hacer que las cosas se hagan
(Execution: the Discipline of Getting Things Done), de Larry Bossidy, ex CEO de
la gigantesca General Electric, cuya esencia se podría sintetizar en que hay
muchas más ideas que personas capaces de instrumentarlas con calidad. Ya cuando
era jefe de Gobierno de la Ciudad, refiriéndose al Metrobus o las bicisendas,
Macri dijo que las ideas están en el mundo, sólo hay que ir a buscarlas.
La imagen de una técnica sin alma no aterroriza
únicamente a la Iglesia sino también a los dogmáticos seculares, para quienes
el pragmatismo es amoral. Y los sistemas de gobierno están mucho más regidos
por condicionamientos culturales o religiosos que políticos. El mejor ejemplo
es el de Tailandia, donde con 88 años de edad murió el rey Bhumibol Adulyadej, considerado
un dios para el pueblo, que gobernó durante setenta años.
Tailandia es el único país asiático que no fue invadido
por potencias occidentales y la monarquía goza del prestigio de ser el
significante de ese orgullo nacional. Pero en las repúblicas vecinas del
sudeste asiático, que son conducidas por un autócrata surgido de elecciones o
por un partido único, también quien manda es un dios infalible a quien no se
discute. Sea monarquía o república, y en este caso con competencia electoral o
sólo con el Partido Comunista, el sistema cultural religioso es el mismo.
El mundo empresario es otro ecosistema cultural con sus
creencias particulares, donde hacer es lo más importante. No es que no se
piense sino que aun en quienes conducen el tiempo dedicado al hacer, o al hacer
hacer a otros, es mucho mayor que el destinado al pensar.
En la cumbre de IDEA, Macri explicó que prefería tres
errores con siete aciertos a que, por no errar nunca, sólo hubiera tres
aciertos. Errar y hacer van juntos pero esa lógica sería inadmisible en un
hospital, por ejemplo. Y un país en crisis es lo más parecido a un hospital,
por eso algunos sectores piensan que Macri es malvado. Entre quienes piensan
que no es tan inteligente, hay muchos que participaron de IDEA y ven como una
amenaza a sus empresas la apuesta de Macri por la globalización y sus continuas
citas a Chile o Australia, países con menos de la mitad de habitantes de
Argentina, que pueden crecer aceptando una división internacional del trabajo
que los especialice en producir materias primas, o la fascinación de Macri con
los unicornios de internet y todo lo novedoso.
Otro que hace a Macri sentir incomprendido es Bergoglio,
para quien el Presidente sería un superficial pero no una mala persona, y su
preocupación ahora se concentra en el optimismo exagerado del Gobierno en el
derrame de progreso que producirán sus medidas económicas. Y su cara hosca en
la visita anterior y la sonriente en ésta son la forma de orientarlo por el
camino correcto para ayudar a la Argentina.
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