José Ortega y Gasset sabía de inflación…
Entre las frases sobre nuestro país dichas por o
atribuidas al pensador español José Ortega y Gasset en una de sus visitas, hace
casi un siglo, hay una premonitoria y contundente: “La Argentina es un país con
un gran futuro. Y lo seguirá siendo”, habría dicho, y dejó a más de uno sin
saber si tenía que agradecerle.
© Escrito por
Carlos De Simone el domingo 11/09/2016 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Cuando el diario Perfil en su actual versión llegaba por primera vez a los
quioscos, hace 11 años, el gobierno de entonces, a cargo de Néstor Kirchner,
disponía elevar la jubilación mínima a $ 390. Era una buena noticia para los
jubilados, que con esa suma lograrían acceder apenas a la mitad de la canasta
básica, que rondaba los $ 800. Desde entonces hasta hoy desaparecieron las AFJP
y pasó todo lo que sabemos que pasó, hasta llegar a esta primavera de 2016.
Aquel mismo jubilado que sigue cobrando el haber mínimo, como en 2005, hoy
tiene la edición del undécimo aniversario de Perfil en sus manos y $ 5.600
mensuales de jubilación en sus bolsillos, con los que logra acceder apenas a la
mitad de la canasta básica, calculada en unos $ 11.300.
No es necesario convocar a Paul Krugman para ver que tanto la canasta
básica como la jubilación mínima se actualizaron en estos 11 años más de un
1.300%, y que la cifra no habla de otra cosa que de la inflación que supimos
conseguir. El jubilado está en el mismo lugar, e igual de lejos de la góndola
del súper.
La información de este septiembre también menciona que por estos días se
conocerá el nuevo proyecto para la recuperación del Riachuelo, y reproduce
declaraciones de los actuales directivos de la entidad creada para el
saneamiento, en las que se asegura que hoy “está peor que hace un siglo”.
Veinticinco años atrás, la dupla Menem-Alsogaray prometió que en mil días los
porteños se tirarían a nadar en él, pero María Julia se reveló fiel a
Heráclito: no sólo no nos bañaremos en ese mismo río, sino que ahora calculan
que llevará cuarenta años limpiarlo.
Las referencias son apenas dos botones de muestra, tan arbitrarios como
representativos. Se podría elegir otros ejemplos de distintas fechas para
comparar, sean años o décadas, y seguramente aparecerían las clases con peligro
de no comenzar por el conflicto salarial docente, los hospitales con carencia
de insumos vitales, o reclamos por la inseguridad. Tampoco faltaría quien sume
datos positivos que contrapesen en el otro plato de la balanza. En tren de
comparar aniversarios, el país de hoy no es el mismo que el de septiembre de
1930, y no es poca cosa.
No se trata de abonar al pesimismo nacional en el afán de destacarse. No
somos los peores del mundo ni estamos condenados al éxito, y el destino y la
grandeza que –se dice– éste nos tiene reservada están por verse.
Está claro que no se avanza sólo mirando el espejo retrovisor (tampoco
ignorándolo) y que el pasado no explica el futuro, pero aun sin echar mano del
rigor de las estadísticas existe en el inconsciente colectivo la ligera certeza
de que las coyunturas se repiten demasiado y que, con matices, vivimos en un
país que es más o menos siempre el mismo.
Para que Ortega y Gasset deje de tener razón al menos en eso, no estaría
mal en algún momento probar qué pasa si dejamos de
señalar a la piedra como la culpable de nuestros reiterados tropiezos.
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